martes, 22 de marzo de 2016

Oración y pésame de Francisco por víctimas de los atentados en Bruselas

El Papa Francisco ha enviado un mensaje de pésame, a través del Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin al arzobispo de Malinas- Bruselas, monseñor Jozef De Kesel, por los atentados terroristas de la mañana del martes en esa capital que han causado más de treinta víctimas y un centenar de heridos.
“Al tener noticia de los atentados cometidos en Bruselas que han afectado a numerosas personas -dice el texto- Su Santidad el Papa Francisco confía a la misericordia de Dios a cuantos han perdido la vida y se une en oración al dolor de sus seres queridos. Expresa su profunda cercanía a los heridos y a sus familiares, así como a todas las personas que contribuyen a las operaciones de socorro, pidiendo al Señor que les de fortaleza y consuelo en esta prueba. El Santo Padre condena de nuevo la violencia ciega que engendra tantos sufrimientos e, implorando a Dios, el don de la paz, invoca sobre las familias tan probadas y sobre los belgas el bien de las bendiciones divinas”.
(RC-RV)

(from Vatican Radio)

"Todos vais a tropezar" "Al atardecer llegó con los doce"


"No habló de culpa, ni de abandono, ni de traición: eran amigos frágiles"
En el relato de Marcos sobre los preparativos de la cena pascual, hay un significativo desplazamiento de lenguaje. El texto comienza diciendo: «El primer día de los ázimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, le dicen los discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?... » (Mc 14,12). Sin embargo, cuando es Jesús quien da las instrucciones para el dueño de la casa, habla de «cenar con mis discípulos», desaparecen las alusiones a lo litúrgico y no hay ya ni una palabra sobre ázimos, cordero, hierbas amargas, oraciones o textos bíblicos: solo pan y vino, lo esencial en una comida familiar.
Quiere cenar con los suyos y para eso necesitan encontrar una sala en la que haya espacio para estar juntos: ese es el único objetivo que permanece y que Lucas subraya aún con más fuerza « ¡Cuánto he deseado cenar con vosotros esta Pascua!» (Lc 22, 15). El «con vosotros» es más intenso que la conmemoración del pasado, lo ritual deja paso a los gestos elementales que se hacen entre amigos: compartir el pan, beber de la misma copa, disfrutar de la mutua intimidad, entrar en el ámbito de las confidencias.
Su relación con ellos venía de lejos: llevaban largo tiempo caminando, descansando y comiendo juntos, compartiendo alegrías y rechazos, hablando de las cosas del Reino. Él buscaba su compañía, excepto cuando se marchaba solo a orar: había en él una atracción poderosa hacia la soledad y a la vez una necesidad irresistible de contar con los suyos como amigos y confidentes.

Al principio ellos creyeron merecerlo: al fin y al cabo lo habían dejado todo para seguirle y se sentían orgullosos de haber dado aquel paso; les parecía natural que el Maestro tomara partido por ellos, como cuando los acusaron de coger espigas en sábado y él los defendió (Mc 2,23-27); o cuando el mar en tempestad casi hundía su barca y él le ordenó enmudecer (Mc 4,35-41); o cuando volvieron exhaustos de recorrer las aldeas y se los llevó a un lugar solitario para que descansaran (Mc 6,30-31).
Sin embargo, las cosas que él decía y las conductas insólitas que esperaba de ellos les resultaban ajenas a su manera de pensar y de sentir, a sus deseos, ambiciones y discordias y una distancia en apariencia insalvable se iba creando entre ellos: le sentían a veces como un extraño venido de un país lejano que les hablaba en un lenguaje incomprensible.
Pero aunque ninguno de ellos se sentía capaz de salvar aquella distancia, Jesús encontraba siempre la manera de hacerlo. El día en que admiró la fe de los que descolgaron por el tejado al paralítico (Mc 2,5), estaba en el fondo reconociéndose a sí mismo: también él removía obstáculos con tal de no estar separado de los suyos y nada le impedía seguir contando con su presencia y con su compañía, como si los necesitara hasta para respirar.
Ellos se comportaban tal y como eran, más ocupados en sus pequeñas rencillas de poder que en escucharle, más interesados en lo inmediato que en acoger sus palabras, torpes de corazón a la hora de entenderlas. Pero él se había ido inmunizando contra la decepción: los quería tal como eran sin poderlo remediar, los disculpaba, seguía confiando en ellos.

« Todos vais a tropezar, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño» (Mc 14,27), dijo durante la cena. No habló de culpa, ni de abandono, ni de traición: eran amigos frágiles que tropezaban y no se puede culpar a un rebaño desorientado cuando se dispersa y se pierde. Sabía que iban a abandonarle pronto y que, si no habían sido capaces de comprenderle cuando les hablaba de sufrimiento y de muerte, tampoco lo serían para afrontarlo a su lado, pero sobre sus hombros no pesaba carga alguna de reproches o de recriminaciones. Libre de toda exigencia de que correspondieran a su amor, estaba seguro de que, lo mismo que su abandono en el Padre le daría fuerza para enfrentar su hora, aquel extraño apego que sentía por los suyos sería más fuerte que su decepción por su torpeza.
Y seguiría considerándolos amigos, también cuando uno de ellos llegara al huerto para entregarle con un beso.

(Dolores Aleixandre)

Martes Santo: Preparativos

“Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre” «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra» (Is 49, 1.6).
Ante la celebración de una gran fiesta, siempre se hacen diferentes preparativos para que todo salga bien, según el motivo que se desea conmemorar. Esta es la razón por la que estos días previos a la Pascua, los judíos se disponían a limpiar toda la casa, y sobre todo a retirar los utensilios que solían estar en contacto con la levadura.
Es preceptivo apartar todo el ajuar de platos, cubiertos, ollas, especialmente destinado a guisar la cena de Pascua, comida que no puede estar contaminada con levadura.

La levadura es un producto que hace fermentar la masa, y su ausencia permite un alimento más puro. Con esta imagen se entiende la exigencia de disponernos limpios de corazón, con la purificación de los sentimientos, y la conversión interior.

Días de reconciliación, de perdón, de hacer posible que la cena pueda tener lugar con todos los de casa. Para ello es necesaria la humildad, el reconocimiento de las posibles ofensas, la súplica al cielo del perdón de Dios, si fuera necesario.
En las proximidades de esta fiesta, surge un elemento muy significativo, el perfume. Aparece en Betania, en la cena que le ofrecieron a Jesús sus amigos, y el aroma volverá a aparecer a la hora de dar sepultura al cuerpo del Señor. El perfume da buen olor, y significa amor, gratuidad, generosidad. Se usa muy especialmente en el momento de la boda, del desposorio, así lo dice el salmista: “A mirra y áloe huelen tus vestidos”, cuando canta al príncipe el día de su boda.
Si encontramos los mismos perfumes en el momento de dar sepultura al cuerpo de Jesús, significa que el autor sagrado nos presenta la muerte de Cristo como el acto supremo de amor de Aquel que da la vida por la humanidad entera.
Históricamente el Nazareno será condenado a muerte, entregado por la traición de un amigo -«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»- (Jn 13, 21), pero la razón suprema es porque Él mismo se entrega para cumplir los designios de Dios, su Padre, para que todos nosotros podamos recuperar la dignidad de hijos de Dios.

¿Estás preparado para la Pascua?
Ángel Moreno de Buenafuente

Realiza pronto lo que tienes que hacer".



Evangelio según San Juan 13,21-33.36-38. 

Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". 

Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería. 

Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. 

Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere". 

El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?". 

Jesús le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato". Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. 

En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer". 

Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. 
Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le mandaba dar algo a los pobres. 
Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche. 

Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. 

Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. 

Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'. 

Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás". 

Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti". 
Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces".