El Arzobispo de Madrid,
Mons. Carlos Osoro Sierra, presidió ayer una solemne Eucaristía en la Catedral
de Santa María la Real de la Almudena con motivo del inicio del tiempo
litúrgico de Cuaresma.
“Qué maravilla, dijo Mons. Osoro al comienzo de
su homilía, poder comenzar este itinerario cuaresmal con esta orientación que
la Palabra del Señor nos regala a todos nosotros, que se manifiesta
fundamentalmente en tres direcciones”. En primer lugar, “el Señor nos hace
descubrir que tenemos que mantener la lozanía de la vida, y que ésta solamente
se puede mantener orientando nuestra vida y dejándonos alcanzar por ese amor
misericordioso de Dios que nos está llamando a una conversión sincera y
profunda... Mantener la lozanía de la vida. De la vida verdadera. El Señor nos
da una oportunidad impresionante en este comienzo del itinerario cuaresmal. En
este Miércoles de Ceniza se acerca a nosotros para decirnos, como nos ha dicho
el Papa Francisco, que nos dejemos amar por Dios, que el amor de Dios sea el
que ocupe nuestro corazón, que la lozanía de la vida sólo se puede sostener y
mantener -para nosotros y para los demás- si vivimos de ese amor de Dios,
incondicional, que se quiere acercar a todos los hombres. Mantengamos esa
lozanía de la vida en Cristo, que en el fondo es vivir en la alegría que nos da
la versión que entra en nuestra vida cuando dejamos que ésta sea ocupada por
Dios mismo, por ese amor entrañable manifestado en Jesucristo Nuestro
Señor”.
En segundo lugar, “acojamos
la petición que nos hace el Señor” en la segunda lectura, “y que engendra
esperanza”: reconciliaos con Dios. “Aceptemos, acojamos esta petición que
engendra esperanza en nuestra vida. Es posible vivir la versión que Jesucristo
nos regala y nos entrega, y lo hacemos con su gracia, esa que el Señor nos
regala en el sacramento de la Penitencia” y “en la Eucaristía. Sí, esa gracia
que el Señor acerca a nuestra vida siempre”. Cuaresma, prosiguió, “es tiempo
favorable” y “oportuno” para “acoger esta petición del Señor que engendra
esperanza en nosotros y en quienes nos rodean si vivimos de esa gracia que el
Señor nos dio dándonos su vida por el bautismo, pero que a menudo estropeamos,
y que es necesario volver a recuperar” a través del “sacramento de la
reconciliación, y alimentándonos de la Eucaristía, del Cuerpo y de la Sangre
del Señor. Si queremos tener su vida, si queremos crecer siempre en esa vida,
alimentémonos de Él”.
En tercer lugar, apuntó,
“el Señor nos ha dicho que utilicemos las armas que Él nos da” y que son la
limosna, la oración y el ayuno. En cuanto a la limosna, exhortó a “hacer
participes a los demás de todo lo que tenemos”, respecto a la oración, invitó a
“mantener un diálogo abierto, sincero, con el Señor, escuchando su Palabra,
recomponiendo nuestra vida siempre desde su Palabra, dejando que el Señor nos
hable, poniéndose en disposición de que el Señor nos ame… Dejemos que el Señor
nos dé un abrazo y nos quiera, dejémonos abrazar por Dios, dialoguemos con el
Señor”. Sobre el ayuno, animó a recordar que Jesús “es el tesoro verdadero”.
“El corazón del hombre, explicó, siempre tiene un tesoro. El problema está en
qué tesoro metemos en nuestro corazón. Y es necesario que el ayuno no recuerde
que nuestro tesoro es Jesucristo Nuestro Señor”. “Estas armas, afirmó, son las
que el Señor nos entrega para vivir la lozanía de la vida, para acoger esta
petición de que vivamos de su gracia y reconciliados con Él, en amistad sincera
con Él, que es lo que engendra esperanza en nuestra vida. Vivamos con estas
armas”.
Conversión a Jesucristo
es “volver la vida a Dios, tal y como nos enseña Jesucristo. Escuchemos y
meditemos su palabra, hagamos confesión sincera… Esta conversión significa
eliminar ídolos”. En cuanto a la conversión a su discipulado, recordó las
palabras del Señor, “nadie llega al Padre si no por mí”. Y lo “que nos
recordaba el Papa Benedicto XVI: no se comienza a ser cristiano por una
decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con la persona del Señor. Él es el que nos da un horizonte
absolutamente nuevo, diferente, distinto, y nos da una orientación decisiva en
la vida”. Respecto a la conversión a la fraternidad y a la comunidad, manifestó
que “es constitutivo del encuentro con Jesucristo el crear fraternidad”, por lo
que exhortó a no ser “hombres y mujeres de ruptura, de división, de crítica, de
desapego de los demás, de eliminar personas de nuestro lado; no hagamos grupos
autorreferenciales... La vida está en Cristo, en su iglesia, de la que somos
parte todos. La entrega a Dios no es verdadera, y se contradice directa y
gravemente, si no es fraterna y comunitaria, porque la única referencia es
Cristo… Y esto es lo que construye la Iglesia del Señor”. Por último, invitó a
una “conversión misionera y social”, ya que “dar a conocer al Señor es el mejor
regalo que podemos hacer a los hombres… Del encuentro con Cristo surge siempre
la fascinación. Por eso vamos tras Él, y por eso seguimos sus huellas y sus
pasos, y por eso salimos en búsqueda de todos los hombres. Y del encuentro no
solamente surge la fascinación, surge la admiración por el Señor. Y en esta
admiración está la raíz de una Iglesia que evangeliza atrayendo, como lo hizo
el Señor con los discípulos de Emaús”. “Conversión a la misión. Conversión a
cambiar el corazón del ser humano, para que lo que existe lo pongamos al
servicio de todos”. Algo que, explicó “haremos si somos discípulos misioneros,
si nos dejamos fascinar y entramos en la admiración hacia el Señor. Y si
hacemos, con obras verdaderas, aquello en Aquel en quien creemos. Nos lo ha
dicho el Señor: ‘por sus obras me conoceréis’”.
Cuaresma, concluyó, “es un tiempo de gracia, un tiempo impresionante para mantener la lozanía de la vida, para acoger la petición que nos ha hecho el Señor de vivir de su gracia y para dar un vuelco a la vida utilizando estas armas que el Señor nos ha regalado hoy en el Evangelio. Hagamos estas conversiones e invitemos a que con nosotros vengan otras gentes, otros hombres y mujeres, para hacer este itinerario cuaresmal”.
Cuaresma, concluyó, “es un tiempo de gracia, un tiempo impresionante para mantener la lozanía de la vida, para acoger la petición que nos ha hecho el Señor de vivir de su gracia y para dar un vuelco a la vida utilizando estas armas que el Señor nos ha regalado hoy en el Evangelio. Hagamos estas conversiones e invitemos a que con nosotros vengan otras gentes, otros hombres y mujeres, para hacer este itinerario cuaresmal”.