domingo, 22 de febrero de 2015

"Volver con todo el corazón a Dios"

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
El miércoles pasado, con el rito de las Cenizas, ha comenzado la Cuaresma y hoy es el primer domingo de este tiempo litúrgico que se refiere a los cuarenta días transcurridos por Jesús en el desierto, después del bautismo en el río Jordán. San Marcos escribe en el Evangelio de hoy: “En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado porSatanás. Vivía entre las fieras y los ángeles lo servían” (1, 12-13). Con estas pocas palabras el evangelista describe la prueba afrontada voluntariamente por Jesús, antes de iniciar su misión mesiánica. Es una prueba de la cual el Señor sale victorioso y que lo prepara a anunciar el Evangelio del Reino de Dios. Él, en aquellos cuarenta días de soledad, enfrentó a Satanás “cuerpo a cuerpo”, desenmascaró sus tentaciones y lo venció. Y en Él hemos vencido todos, pero nos toca a nosotros proteger en nuestro cotidiano esta victoria.
La Iglesia nos hace recordar tal misterio al comienzo de la Cuaresma, porque ello nos da la perspectiva y el sentido de este tiempo, que es tiempo de lucha – en la Cuaresma se debe luchar – un tiempo de lucha espiritual contra el espíritu del mal (cfr Oración colecta del Miércoles de Cenizas). Y mientras atravesamos el ‘desierto’ cuaresmal, tenemos la mirada dirigida hacia la Pascua, que es la victoria definitiva de Jesús contra el Maligno, contra el pecado y contra la muerte. He aquí entonces el significado de este primer domingo de Cuaresma: volver decididamente al camino de Jesús, el camino que conduce a la vida. Mirar a Jesús, qué ha hecho Jesús e ir con Él.
Y este camino de Jesús pasa a través del desierto. El desierto es el lugar en el cual se puede escuchar la palabra de Dios y la voz del tentador. En el rumor, en la confusión, esto no se puede hacer; se escuchan sólo las voces superficiales. En cambio, en el desierto, podemos bajar en profundidad, donde se juega verdaderamente nuestro destino, la vida o la muerte. ¿Y cómo escuchamos la voz de Dios? La escuchamos en su Palabra. Por esto es importante conocer las Escrituras, porque de otra manera no sabemos responder a las insidias del Maligno. Y aquí quisiera volver a mi consejo de leer cada día el Evangelio: cada día leer el Evangelio, meditarlo un poquito, diez minutos; y llevarlo también siempre con nosotros: en el bolsillo, en la cartera… Tener siempre el Evangelio a mano. El desierto cuaresmal nos ayuda a decir no a la mundanidad, a los ‘ídolos’, nos ayuda a hacer elecciones valientes conformes al Evangelio y a reforzar la solidaridad con los hermanos.
Entonces, entremos en el desierto sin miedo, porque no estamos solos: estamos con Jesús, con el Padre y con el Espíritu Santo. Es más, como fue para Jesús, es precisamente el Espíritu Santo que nos guía en el camino cuaresmal, aquel mismo Espíritu descendido sobre Jesús y que nos ha sido donado en el Bautismo. La Cuaresma, por lo tanto, es un tiempo propicio que debe conducirnos a tomar siempre más conciencia de cuánto el Espíritu Santo, recibido en el Bautismo, ha obrado y puede obrar en nosotros. Y al final del itinerario cuaresmal, en la Vigilia Pascual, podremos renovar con mayor conciencia la alianza bautismal y los compromisos que de ella derivan.
La Virgen Santa, modelo de docilidad al Espíritu, nos ayude a dejarnos conducir por Él, que quiere hacer de cada uno de nosotros una “nueva creatura”.
A Ella confío en particular, esta semana de Ejercicios Espirituales que iniciará esta tarde y en la cual tomaré parte junto con mis colaboradores de la Curia Romana.  Recen para que en este ‘desierto’ que son los Ejercicios podamos escuchar la voz de Jesús y también corregirtantos defectos que todos nosotros tenemos, y hacer frente a las tentaciones que cada día nos atacan. Les pido, por lo tanto, que nos acompañen con su oración.
(Traducción del italiano: María Cecilia Mutual – RV)

DEJÁNDOSE TENTAR POR SATANÁS.

Ayer por la tarde estaba uno de los vicarios parroquiales preparando la homilía de hoy y, entre bautizo y bautizo, le dije: “Quién hable mañana de las tentaciones de convertir las piedras en pan, de tirarse del cenáculo o adorar a quien no sea Dios, no se ha preparado la homilía de este año.” Leemos el evangelio de las tentaciones en San Marcos, es muy escueto respecto a las tentaciones, no las enumera ni especifica, simplemente dice: “Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás.” No puede ser la homilía de los otros ciclos litúrgicos . la misma que haremos el año que viene al comenzar la cuaresma, es la de este año, cuando Dios llama a tu corazón.
El salmo de hoy nos dice (y esto se lo copio al coadjutor), “enseña el camino a los pecadores”. En el padrenuestro diremos: “No nos dejes caer en la tentación.” No hay que tener miedo a ser tentados. Podemos tener la tentación (nunca vino mejor esta palabra), de pensar que el cristiano perfecto, el bueno, el de auténtica caché es el que no tiene tentaciones. Es una especie de estatua de mármol, impasible ante lo que pasa sobre él o sucede sobre él. Da igual que pase por delante de una estatua una horda de caníbales o que le des un martillazo: La estatua no se inmuta. Dios no tiene buena relación con los impávidos, con aquellos que son indiferentes al mundo que les rodea o se aíslan en su burbuja. Si el Hijo de Dios se ha encarnado es para vivir nuestra vida, con sus tentaciones y sus bendiciones. El tener tentaciones no es signo de ser mal cristiano. Hay tentaciones burdas, groseras, vastas…, si caemos en ellas significa que todavía tenemos que afinar más en el amor a Dios y a los demás. Pero no te extrañe que cuanto más cerca estés de Dios tengas más tentaciones, mucho más sutiles pero mucho más abundantes. El afán de protagonismo, la soberbia encubierta, la falsa humildad, el juicio sobre los demás, la prepotencia…, seguirán apareciendo día tras día, jornada tras jornada. Sin duda el afinar el alma nos hace darnos cuenta de las tentaciones con las que antes convivíamos con naturalidad y ahora nos damos cuenta de su origen, y nos duelen.
Las tentaciones nos pueden hacer pensar que Dios no nos quiere suficiente, siempre nos tiene a prueba a ver si nos hace caer…, pero no es así. Si desbordante fue el pecado más desbordante fue la gracia. Mira al cielo, mira el arco iris que entre las nubes nos descubre los rayos del sol aunque encima tengamos la borrasca. En las tentaciones volvemos a escuchar las palabras de Dios a Noé: “Hago un pacto con vosotros: el diluvio no volverá a destruir la vida, ni habrá otro diluvio que devaste la tierra”. No habrá nada ni nadie que pueda romper esa alianza de Dios con su Iglesia y contigo si confías en la alianza de Dios, en la fuerza de Dios en ti.
“Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.” Después de ser tentado Jesús no se marcha a llorar a su casa pensando en su debilidad, comienza a predicar, a anunciar la conversión. Cuando te sientas tentado no tengas miedo de tu debilidad sino confía en la fortaleza de Dios y te servirán los ángeles. Te lo aseguro. Las caricias de Dios se dan en la tentación y cuando en la caída nos levantamos. No es momento de hundirse por nuestra debilidad, es tiempo de levantarse desde las cenizas que recibimos el miércoles pasado para decir Cristo ha vencido… y yo soy de Cristo.

La Virgen nos ayuda a mirar a los ojos a la tentación, a las alimañas, al pecado…y elegir la mirada de Cristo. Convertíos y creed en el Evangelio.
Archidiócesis de Madrid