Ayer por la tarde estaba uno de los vicarios parroquiales preparando la
homilía de hoy y, entre bautizo y bautizo, le dije: “Quién hable mañana de las
tentaciones de convertir las piedras en pan, de tirarse del cenáculo o adorar a
quien no sea Dios, no se ha preparado la homilía de este año.” Leemos el
evangelio de las tentaciones en San Marcos, es muy escueto respecto a las
tentaciones, no las enumera ni especifica, simplemente dice: “Se quedó en el
desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás.” No puede ser la homilía
de los otros ciclos litúrgicos . la misma que haremos el año que viene al
comenzar la cuaresma, es la de este año, cuando Dios llama a tu corazón.
El salmo de hoy nos dice (y esto se lo
copio al coadjutor), “enseña el camino a los pecadores”. En el padrenuestro
diremos: “No nos dejes caer en la tentación.” No hay que tener miedo a ser
tentados. Podemos tener la tentación (nunca vino mejor esta palabra), de pensar
que el cristiano perfecto, el bueno, el de auténtica caché es el que no tiene
tentaciones. Es una especie de estatua de mármol, impasible ante lo que pasa
sobre él o sucede sobre él. Da igual que pase por delante de una estatua una
horda de caníbales o que le des un martillazo: La estatua no se inmuta. Dios no
tiene buena relación con los impávidos, con aquellos que son indiferentes al
mundo que les rodea o se aíslan en su burbuja. Si el Hijo de Dios se ha
encarnado es para vivir nuestra vida, con sus tentaciones y sus bendiciones. El
tener tentaciones no es signo de ser mal cristiano. Hay tentaciones burdas,
groseras, vastas…, si caemos en ellas significa que todavía tenemos que afinar
más en el amor a Dios y a los demás. Pero no te extrañe que cuanto más cerca
estés de Dios tengas más tentaciones, mucho más sutiles pero mucho más
abundantes. El afán de protagonismo, la soberbia encubierta, la falsa humildad,
el juicio sobre los demás, la prepotencia…, seguirán apareciendo día tras día,
jornada tras jornada. Sin duda el afinar el alma nos hace darnos cuenta de las
tentaciones con las que antes convivíamos con naturalidad y ahora nos damos
cuenta de su origen, y nos duelen.
Las tentaciones nos pueden hacer pensar
que Dios no nos quiere suficiente, siempre nos tiene a prueba a ver si nos hace
caer…, pero no es así. Si desbordante fue el pecado más desbordante fue la
gracia. Mira al cielo, mira el arco iris que entre las nubes nos descubre los
rayos del sol aunque encima tengamos la borrasca. En las tentaciones volvemos a
escuchar las palabras de Dios a Noé: “Hago un pacto con vosotros: el diluvio no
volverá a destruir la vida, ni habrá otro diluvio que devaste la tierra”. No
habrá nada ni nadie que pueda romper esa alianza de Dios con su Iglesia y
contigo si confías en la alianza de Dios, en la fuerza de Dios en ti.
“Jesús se marchó a Galilea a proclamar
el Evangelio de Dios.” Después de ser tentado Jesús no se marcha a llorar a su
casa pensando en su debilidad, comienza a predicar, a anunciar la conversión.
Cuando te sientas tentado no tengas miedo de tu debilidad sino confía en la fortaleza
de Dios y te servirán los ángeles. Te lo aseguro. Las caricias de Dios se dan
en la tentación y cuando en la caída nos levantamos. No es momento de hundirse
por nuestra debilidad, es tiempo de levantarse desde las cenizas que recibimos
el miércoles pasado para decir Cristo ha vencido… y yo soy de Cristo.
La Virgen nos ayuda a
mirar a los ojos a la tentación, a las alimañas, al pecado…y elegir la mirada
de Cristo. Convertíos y creed en el Evangelio.
Archidiócesis de Madrid
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