jueves, 25 de mayo de 2017

¿Por 'todos' o por 'muchos'?

 Ha causado estupor, por no decir escándalo, el cambio de las palabras de la consagración eucarística, ordenado por la Congregación del Culto y asumido por nuestros obispos, imponiendo el "entregado por vosotros y por muchos" en vez del "por todos" pacíficamente arraigado.
Si desde el principio se hubieran traducido así las palabras de Jesús en la institución de la Eucaristía, ya sería discutible, pero el cambio tardío no puede dejar de producir la impresión de que el "muchos" deroga el "todos", y de que Jesucristo no murió por todos los hombres. ¿Habrán nacido algunos predestinados a la condenación eterna?
Se ha alegado una traducción literal del latín tradicional "pro multis", pero detrás del latín está el griego "pollois", y detrás del griego está el hebreo "rabbim", que no es limitativo sino indefinido y significa multitud, número infinito, como en el Siervo de Yahvé de Is 53,13.
Puestos a revisar versiones tradicionales con afán de literalidad, con el mismo criterio habría que cambiar también la última petición del padrenuestro según Mateo. El "libera nos a malo" latino se ha traducido siempre, en la liturgia, el catecismo y la piedad, por "líbranos del mal", cuando literalmente deberíamos decir "líbranos del malo", es decir, del demonio.
En el original griego de Mateo 6,13, leemos "ponerou", traducido al latín por "malo", pero no es ablativo del neutro "malum", "el mal", sino del masculino "malus", "el malo", "el maligno". En Mateo es una explicitación de la petición anterior: "no nos dejes caer en la tentación, antes líbranos del tentador", "del maligno".
En el fondo de esta aparente fidelidad al texto original hay que ver una resistencia a la reforma litúrgica conciliar, de la que se han dado ya repetidas muestras.

(Hilari Raguer osb).

Los 80 millones de muertos en China de los que nadie habla


El periodista italiano Gerolamo Fazzini asegura en su último libro, Encadenados, publicado por Palabra, que «es posible afirmar que Mao Zedong fue responsable de un número semejante o incluso mayor de crímenes –en cuanto a duración o  crueldad– que Hitler o Stalin». Un exjerarca maoísta, Chen Yizi, afirmó haber leído un documento del Partido Comunista que cuantificaba en 80 millones los muertos entre 1958 y 1961.
El régimen chino se cebó especialmente con los cristianos. Su objetivo era crear un hombre nuevo borrando toda huella de Dios. El padre Chan, sacerdote que vivió encarcelado durante 13 años, recuerda en sus memorias, transcritas en el volumen que nos ocupa, que «fueron muchos cristianos jóvenes los que mostraron una valentía de auténticos leones» al no renegar de su fe. La mayoría acabó en los laogai, campos de concentración chinos, donde murieron de enfermedad, cansancio o hambre. Juan Liao, un laico que estuvo 20 años entre rejas, agradece a Dios en su diario «que no me haya permitido traicionarle jamás».
Pero la semilla de los mártires siempre acaba floreciendo. «Cuando el comunismo desaparezca, muchos vendrán a nosotros a pedir la solución al problema de la vida», vaticinaba el padre Chan. Tenía razón: actualmente cada año se bautizan 150.000 adultos en el gigante asiático, aunque como aclara Bernardo Cervellera, director de AsiaNews en el prólogo del libro, los hechos narrados no corresponden a un pasado lejano. Sin ir más lejos, monseñor Ma Daquin, obispo auxiliar de Shanghái, el mismo día de su ordenación episcopal fue arrestado por dimitir de sus cargos en la Iglesia patriótica, controlada por el régimen. Aunque en enero de este año se reintegró, eso sí, como simple sacerdote.
La realidad de la Iglesia patriótica y la clandestina, explica Fazzini, «es más compleja de lo que parece y es mejor evitar juicios precipitados». Con frecuencia se piensa que «los creyentes auténticos pertenecen exclusivamente a la Iglesia clandestina. Eso implica aseverar que quienes aceptan las normas del régimen son católicos sospechosos o de segunda clase». Pero hasta el padre Chan, en su testimonio escrito durante sus años de cautiverio, recuerda cómo ya entonces «ante la confusa realidad, los católicos buscaban descifrar de buena fe cuál era la mejor manera de preservar su credo y su pertenencia a la Iglesia. Fue una bonita manera de mostrar respeto sin añadir obstáculos a la futura reconciliación», concluye el autor.
Cristina Sánchez Aguilar
Alfa y Omega

Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría


Lectura del santo Evangelio según san Juan 16,16-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver».
Comentaron entonces algunos discípulos:
- «¿Qué significa eso de "dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver", y eso de "me voy al Padre"?»
Y se preguntaban:
- «¿Qué significa ese "poco"? No entendemos lo que dice».
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
- «¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: "Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver"? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».
Palabra del Señor.

Maternidad espiritual y mediación materna de María

Se ha dicho acertadamente que el Concilio Vaticano II ha sido el concilio de la maternidad espiritual de María, como el de Éfeso fue el de su divina maternidad, porque compendia en el concepto de influjo materno, todos los vínculos que unen a María con la Iglesia, íntimamente unida a su Hijo, no solo en su ser de Dios hombre, sino en su obrar salvífico: "en la restauración de la vida espiritual de las almas" (LG,61).
Esta insistencia del Concilio en la maternidad espiritual tuvo un intrínseco complemento en la proclamación de Pablo VI al final de la 3ª sesión del Concilio de María como Madre de la Iglesia, que expresa en síntesis maravillosa el singular puesto de la Virgen en ella. Se ponía así a plena luz la armoniosa integración de las dos tendencias mariológicas –cristotípica y eclesiotípica- lograda en el C.VIII de la "Lumen Gentium", pero que precisaba de esta explicitación del título, que no fue recogido en el texto de la Constitución conciliar por reticencias minimistas debidas a prejuicios de escuela de la tendencia eclesiotípica, que no admitió una trascendencia de María respecto a la Iglesia, por no considerarla compatible con su condición de miembro más excelso de la misma y a ella inmanente.
En el Congreso mariológico de Lourdes de 1958 se enfrentó esta corriente con la cristotípica, que, al subrayar el paralelismo con Cristo, veía en María, ante todo, la asociación da su obrar salvífico en la adquisición y distribución de los frutos de la Redención; la cual funda una trascendencia de María respecto a la Iglesia por ser su causa no sólo ejemplar sino también eficiente, subordinadamente a Cristo, como Madre de la misma. La LG es un compromiso entre los dos sistemas enfrentados, en el que integra las aportaciones de la Mariología eclesiotitímica (María, hija de Sion…) a la doctrina clásica de la celebración de María eficiente, próxima y objetiva a la Redención de Cristo, tradicional desde S. Ireneo.
(from Vatican Radio)