jueves, 3 de diciembre de 2015

SAN FRANCISCO JAVIER

Son pocos los hombres que tienen el corazón tan grande como para responder a la llamada de Jesucristo e ir a evangelizar hasta los confines de la tierra.  San Francisco Javier es uno de esos.  Con razón ha sido llamado: "El gigante de la historia de las misiones" y e l Papa Pío X lo nombró patrono oficial de las misiones extranjeras y de todas las obras relacionadas con la propagación de la fe. La oración del día de su fiesta dice así: "Señor, tú has querido que varias naciones llegaran al conocimiento de la verdadera religión por medio de la predicación de San Francisco Javier". 

Francisco nació cerca de Pamplona (España) en el castillo de Javier, en el año 1506. Era de familia que había sido rica, pero que a causa de las guerras había venido a menos. Desde muy joven tenía grandes deseos de sobresalir y de triunfar en la vida, y era despierto y de excelentes cualidades para los estudios. Dios lo hará sobresalir pero en santidad.

Fue enviado a estudiar a la Universidad de París, y allá se encontró con San Ignacio de Loyola, el cual se le hizo muy amigo y empezó a repetirle la famosa frase de Jesucristo: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?" Este pensamiento lo fue liberando de sus ambicione er.s mundanas y de sus deseos de orgullo y vanidad, y lo fue encaminando hacia la vida espiritual. Aquí se cumplió a la letra la frase del Libro del Eclesiástico: "Encontrar un buen amigo es como encontrarse un gran tesoro". La amistad con San Ignacio transformó por completo a Javier
Francisco fue uno de los siete primeros religiosos con los cuales San Ignacio fundó la Compañía de Jesús o Comunidad de Padres Jesuitas. Ordenado Sacerdote colaboró con San Ignacio y sus compañeros en enseñar catecismo y predicar en Roma y otras ciudades.

Empezó a ser misionero a los 35 años y murió de sólo 46. En once años recorrió la India (país inmenso), el Japón y varios países más. Su deseo de ir a Japón era tan grande que exclamaba: "si no consigo barco, iré nadando". Fue un verdadero héroe misional.

Son impresionantes las distancias que Francisco Javier recorrió en la India, Indostán, Japón y otras naciones. A pie, solamente con el libro de oraciones, como único equipaje, enseñando, atendiendo enfermos, obrando curaciones admirables, bautizando gentes por centenares y millares, aprendiendo idiomas extraños, parecía no sentir cansancio.

El Papa recuerda a los tantos anónimos buenos samaritanos que trabajan en las misiones

Al recibir a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el primer jueves de diciembre, que analizaron el futuro de la misión “ad gentes”, el Papa Francisco los saludó recordando lo que él mismo pudo ver durante su reciente viaje apostólico al continente africano:

“Estoy de regreso de mi primer viaje apostólico a África, donde he tocado con las manos el dinamismo espiritual y pastoral de tantas jóvenes Iglesias de aquel continente, como también las graves dificultades en que vive buena parte de la población. He podido constatar que, allí donde hay necesidades, casi siempre hay una presencia de la Iglesia dispuesta a curar las heridas de los más necesitados, en los que reconoce el cuerpo llagado y crucificado del Señor Jesús. ¡Cuántas obras de caridad, de promoción humana! ¡Cuántos anónimos buenos samaritanos trabajan cada día en las misiones!”.

Tras destacar que la Iglesia es evangelizadora por su misma naturaleza y aludir al Decreto conciliar Ad gentes y a la Encíclica Redemptoris missio, de San Juan Pablo II, documentos inspiradores de esta Plenaria, el Papa Bergoglio se refirió a la investigación que este Dicasterio llevó a cabo en los meses pasados acerca de la vitalidad de las Iglesias jóvenes, para comprender cómo hacer más eficaz la obra de esta misión “ad gentes”, teniendo en cuenta también la ambigüedad a la que hoy suele estar expuesta la experiencia de la fe.
Por esta razón el Pontífice afirmó que el mundo secularizado, incluso cuando se muestra acogedor hacia los valores evangélicos del amor, de la justicia, de la paz y de la sobriedad, no muestra la misma disponibilidad hacia la persona de Jesús, a quien no lo considera Mesías ni Hijo de Dios, sino al máximo, “un hombre iluminado”. Y agregó que es vital que en el momento presente la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, “sin demora, sin repulsiones y sin miedo” (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 23).

“En efecto, la misión es una fuerza capaz de transformar a la Iglesia en su propio interior antes que la vida de los pueblos y de las culturas. Por tanto, que cada parroquia haga propio el estilo de la missio ad gentes. De este modo, el Espíritu Santo transformará a los fieles rutinarios en discípulos, los discípulos desapegados en misioneros, sacándolos de los miedos y de las cerrazones y proyectándolos hacia cada dirección, hasta los confines de la tierra  (Cfr. Hch1,8)”.

Después de destacar que los primeros evangelizadores, como los apóstoles Pablo y Bernabé no disponían de un Dicasterio misionero como ahora, el Papa Francisco les agradeció la labor que realizan diciendo textualmente:

“Les agradezco su trabajo de animación y cooperación misionera, con el que recuerdan a toda las Iglesias que, si están constreñidas en sus propios horizontes, corren el riesgo de atrofiarse y apagarse. La Iglesia vive y crece “en salida”, tomando la iniciativa y haciéndose prójimo. Por eso ustedes animan a las comunidades a ser generosas también en los momentos de crisis vocacional”.

Además el Papa les recordó que “la misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana”, dando nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones” (Redemptoris missio, 2).

“En los tantos senderos de la missio ad gentes ya es visible el alba del nuevo día, como lo demuestra el hecho de que las jóvenes Iglesias saben dar, y ni sólo recibir”.
El Santo Padre Francisco al final de su alocución los invitó a rezar y a trabajar para que la Iglesia se asemeje cada vez más al modelo de los Hecho de los Apóstoles, dejándose impulsar por la fuerza del Evangelio y del Espíritu Santo. Y se despidió con estas palabras:

“Que María Santísima, Madre de Dios, san Francisco Javier y santa Teresita del Niño Jesús, patronos de las misiones, iluminen nuestros pasos en el servicio al Evangelio del Señor Jesús. Los acompaño con la bendición apostólica y les pido, por favor, que recen por mí”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

Bendito el que viene en nombre del Señor.


Sal 117, 1 y 8-9. 19-21. 25-27a 
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de loa jefes.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Abridme las puertas del triunfo, 
y entraré para dar gracias al Señor. 
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella. 
Te doy gracias porque me escuchaste 
y fuiste mí salvación.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Señor, danos la salvación; 
Señor, danos prosperidad. 
Bendito el que viene en nombre del Señor, 
os bendecimos desde la casa del Señor; 
el Señor es Dios, él nos ilumina.
Bendito el que viene en nombre del Señor.

El que cumple la voluntad del Padre entrará en el reino de los cielos


Lectura del santo evangelio según san Mateo 7, 21. 24-27
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca.
Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Palabra del Señor.