domingo, 11 de julio de 2010

Parábola del buen samaritano. Benedicto XVI

 En la parábola del buen samaritano, el camino de  Jesrusalén a Jericó aparece, pues, como imagen de la historia universal: el hombre que yace medio muerto a lo largo del camino es imagen de la humanidad. El sacerdote  el levita pasan de largo: de aquello que es propio de la dehistoria, de sus culturas y religiones, no viene salvación alguna.

Si el hombre atracado es por antonomasia la imagen de la humanidad, entonces el samaritano sólo puede ser la imagen de Jesucristo.

Dios mismo, que para nosotros es el extranjero, el lejano, se ha puesto en camino para hcerse cargo de su criatura maltratada. Dios, el lejano, en Jesucristo se convierte en prójimo. Cura con aceite y vino nuestras heridas -don salvífico de los sacramentos- y nos lleva a la posada , la Iglesia, en la que dispone que nos cuiden.

Esta forma es una contemplación profunda de la parábola que no afecta, pues no mitiga el gran imperativo que encierra la parábola, sino que le da toda su grandeza.

Por fin descubrimos que para que nosotros podamos amar, necesitamos recibir el amor que Dios nos regala.

Necesitamos siempre a Dios, que se convierte en nuestro prójimo, para que nosotros podamos a su vez ser prójimos.

Del libro Jesús de Nazaret de Benedicto XVI.

MEMM