En la parábola del buen samaritano, el camino de Jesrusalén a Jericó aparece, pues, como imagen de la historia universal: el hombre que yace medio muerto a lo largo del camino es imagen de la humanidad. El sacerdote el levita pasan de largo: de aquello que es propio de la dehistoria, de sus culturas y religiones, no viene salvación alguna.
Si el hombre atracado es por antonomasia la imagen de la humanidad, entonces el samaritano sólo puede ser la imagen de Jesucristo.
Esta forma es una contemplación profunda de la parábola que no afecta, pues no mitiga el gran imperativo que encierra la parábola, sino que le da toda su grandeza.
Por fin descubrimos que para que nosotros podamos amar, necesitamos recibir el amor que Dios nos regala.
Necesitamos siempre a Dios, que se convierte en nuestro prójimo, para que nosotros podamos a su vez ser prójimos.
Del libro Jesús de Nazaret de Benedicto XVI.
MEMM
No hay comentarios:
Publicar un comentario