lunes, 11 de julio de 2011

El sembrador. Benedicto XVI

-«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron.
El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta."

¿Qué tienen que ver con mi vida estas semillas? Todo. Sencillamente todo. En ellas está nuestra realización personal, y la verdadera autenticidad como cristianos. Las semillas son la palabra de Dios, lo dijo Cristo; pero no sólo son la palabra de Dios sino cualquier regalo que nos hace. Lo interesante es qué hacemos con estas semillas.

Las primeras caen al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Esto es cuando al escuchar la palabra de Dios - que nos puede hablar de muchas maneras, por el sacerdote que nos da la homilía en la Santa misa, por un amigo que nos ayuda, por una situación que estamos pasando, por nuestros padres, etc. - le hacemos caso más bien a esas otras muchas voces y no a lo que Dios quiere de nosotros ajenas al querer de Dios. Cuando un amigo nos dice que necesitamos ser más maduros y serios en nuestra vida, pero le preferimos hacer “oídos sordos” y escuchar a los medios de comunicación que nos enseñas que sólo conseguimos la madures madurez y la felicidad abandonando nuestros principios...Echamos en saco roto la palabra y los regalos de Dios.

Las siguientes caen en terreno pedregoso. Oyes los consejos y quieres ponerlos en práctica. En tu interior ves brotar los primeros retoños de una primavera prometedora, pero el viento sopla muy fuerte. En un inicio las otras voces que te quieren alejar de Dios parecen brisas que se apagan, pero luego se levantan tornados. Tu tierra no era profunda. Cuando buscaste en tu alma te diste cuenta que habías cavado poco. Viste entonces cómo las flores que se prometían nunca se abrieron, o se consumieron por el miedo a mostrar la belleza de lo que habían recibido. En ese momento se secó la planta.
Otras cayeron entre zarzas. ¿Cuáles son las zarzas en nuestra vida? Son todas aquellas seducciones que nos tiende el mundo: el dinero, las vanidades, los lujos, las comodidades superfluas, etc. La semilla es recibida por la tierra. Es una buena tierra, es una buena persona. El problema llega cuando chocan la palabra de Dios que hemos recibido y esto que se pone al alcance de la mano lo fácil del mundo para proporcionarnos que proporciona “felicidad” fácil y efímera. Hay que tener la valentía de escoger la felicidad verdadera porque sólo ella ilumina la conciencia y nos llena de vida.
Las últimas caen en tierra buena. Tierra buena es esa que ha sido abonada y preparada con antelación, haciéndose para que sea fértil. ¡Debemos ser tierra buena para la semilla del amor! Amor de Dios que se nos muestra en los hombres, en nuestros amigos, en nuestra familia. Estos son los cristianos en los que ha fructificado la palabra de Dios. Han recibido la simiente y ha dado raíces. Las raíces sólo ayudan a que la planta pueda dar dos grandes dones a quienes lo rodean: La flor y el fruto. Flor que es la alegría de sentirse regalado por Dios. Flor que es el amor a Dios. Y Fruto, que no es otra cosa sino la manifestación de ese amor en quienes nos rodean. El Cristiano autentico es el que lo demuestra en sus obras. Es el que vive con la conciencia de que la palabra de Dios es viva y eficaz y hace que él obre según la voluntad de Dios, que lo único que busca es su felicidad.

Benedicto XVI. Catholic.net

Debemos pensar en qué situación está ahora nuestra vida. Casi todos hemos pasado a lo largo de nuestra existencia por todas o casi todas las fases.
Ayer, en la homilía, el sacerdote nos hacía ver dos cosas importantes de este evangelio: "El sembrador, que es Jesús, salió a sembrar". Jesús viene el primero hacia nosotros, nos llama y nos llama  a cada uno de nosotros todos los días. Él sale a nuestro encuentro, no espera que nos acerquemos a Él, nos sale al camino.
Y las semillas son  la Palabra de Dios, entre otras cosas, debemos preguntarnos  si le dedicamos tiempo a Él, si leemos la Biblia, si meditamos sobre lo que nos dice la Biblia. Para querer a Jesús hay que conocerlo, leer los evangelios, meditarlos, recibir los sacramentos, hablar con Él, pedirle que nos en señe a orar. Ya los apóstoles le pidieron que les enseñara a orar y por eso tenemos El  PadreNuestro.
Que estas vacaciones, en las que tenemos más tiempo y estamos más relajados, dediquemos más tiempo a Él  y a su palabra. Para que, con su ayuda, las semillas den buen fruto en nuestro corazón.
MEMM