"Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo"
La sal de la tierra cambia el sabor de los alimentos, nosotros debemos dar a los demás esa sal, el amor de Dios, cuando nuestros hermanos necesiten de nuestra ayuda y cuando nosostros mismos estemos hundidos y necesitados tenemos el Amor de Dios, que nos convierte en portadores de amor.
La luz es nuestra fe, que no debemos esconderla. Tenemos que alumbrar con ella a los demás, debemos sentirnos orgullosos de nuestra fe. No podemos vivir nuestro amor a Dios en la intimidad de nuestro corazón y en el resguardo de nuestras iglesias. Debemos salir a la calle, al trabajo y proclamar nuetra fe, dando ejemplo con nuestras obras, para que todos vean lo que significa seguir a Jesús.
"Yo recibo la luz del Padre, vosotros la recibís de mi. Por eso os encargo que no escondáis mi luz, sino que alumbréis con ella al mundo entero"
Recemos para que cumplamos lo que nos manda el Señor.
H. de Carmen