miércoles, 3 de agosto de 2016

“La visita a Polonia y la JMJ, un signo de fraternidad y de paz para el mundo”, el Papa en la catequesis

Hoy quisiera reflexionar brevemente sobre el Viaje Apostólico que he realizado en los días pasados a Polonia.
La ocasión del Viaje ha sido la Jornada Mundial de la Juventud, a 25 años de aquella histórica celebrada en Częstochowa poco después de la caída de la “cortina de hierro”. En estos 25 años, Polonia ha cambiado, ha cambiado Europa y ha cambiado el mundo, y esta JMJ se ha convertido en un signo profético para Polonia, para Europa y para el mundo. La nueva generación de jóvenes, herederos y continuadores de la peregrinación iniciada por San Juan Pablo II, han dado la respuesta a los desafíos de hoy, han dado un signo de esperanza, y este signo se llama fraternidad. Porque, justamente en este mundo en guerra, se necesita fraternidad; se necesita cercanía; se necesita dialogo; se necesita amistad. Y este es el signo de la esperanza: cuando hay fraternidad.
Iniciemos justamente de los jóvenes, que han sido el primer motivo del Viaje. Una vez más han respondido a la llamada: han venido de todo el mundo – algunos de ellos todavía están aquí – una fiesta de colores, de rostros diversos, de lenguas, de historia diversas. Yo no sé cómo hacen: hablan diferentes lenguas, pero logran entenderse ¿y por qué? ¡Porque tienen la voluntad de ir juntos, de hacer puentes, de fraternidad! Han venido también con sus heridas, con sus interrogantes, pero sobre todo con la alegría de encontrarse; y una vez más han formado un mosaico de fraternidad. Se puede hablar de un mosaico de fraternidad. Una imagen emblemática de las Jornadas Mundiales de la Juventud es la vastedad multicolor de banderas llevadas por los jóvenes: de hecho, en la JMJ, las banderas de las naciones se hacían más bellas, por así decir, “se purificaban”, y también las banderas de naciones en conflicto entre ellas ondeaban juntas. ¡Y esto es bello! ¡También aquí están las banderas! ¡Háganlas ver!
Así, en este gran encuentro jubilar, los jóvenes del mundo han recibido el mensaje de la Misericordia, para llevarlo a todas partes en las obras espirituales y corporales. ¡Agradezco a todos los jóvenes que han ido a Cracovia! ¡Y agradezco a aquellos que se han unido a nosotros de diferentes partes de la tierra! Porque en muchos países se han hecho pequeñas Jornadas de la Juventud en relación con aquella en Cracovia. El don que han recibido se haga respuesta cotidiana a la llamada del Señor. Un recuerdo lleno de afecto es para Susana, la joven romana de esta diócesis, que ha fallecido después de haber participado en la JMJ, en Viena. El Señor, que ciertamente la ha recibido en el Cielo, conforte a sus familiares y amigos.
En este Viaje he visitado también el Santuario de Częstochowa. Ante el ícono de la Virgen, he recibido el don de la mirada de la Madre, que es de modo particular Madre del pueblo polaco, de aquella noble nación que ha sufrido tanto y, con la fuerza de la fe y su mano materna, se ha siempre levantado. He saludado a algunos polacos aquí, ¡eh! ¡Son buenos, ustedes son buenos! Ahí, bajo esta mirada, se entiende el sentido espiritual del camino de este pueblo, cuya historia está ligada de modo indisoluble a la Cruz de Cristo. Ahí se toca con la mano la fe del santo pueblo fiel de Dios, que custodia la esperanza a través de las pruebas; y conserva también aquella sabiduría que es equilibrio entre tradición e innovación, entre memoria y futuro. Y Polonia hoy recuerda a toda Europa que no puede haber futuro para el continente sin sus valores fundantes, los cuales a su vez tienen al centro la visión cristiana del hombre. Entre estos valores esta la misericordia, de la cual han sido especiales apóstoles, dos grandes hijos de esta tierra polaca: santa Faustina Kowalska y san Juan Pablo II.
Y, finalmente, también este Viaje tenía el horizonte del mundo, un mundo llamado a responder al desafío de una guerra “a pedazos” que la está amenazando. Y aquí el gran silencio de la visita a Auschwitz-Birkenau ha sido más elocuente de cualquier palabra. En aquel silencio he escuchado, he sentido la presencia de todas las almas que han pasado por ahí; he sentido la compasión, la misericordia de Dios, que algunas almas santas también han sabido llevar a este abismo. En aquel gran silencio he orado por todas la víctimas de la violencia y de la guerra. Y ahí, en aquel lugar, he comprendido más, más que nunca el valor de la memoria, no sólo como recuerdo de eventos pasados, sino como exhortación y responsabilidad para el hoy y el mañana, para que la semilla del odio y de la violencia no crezca en los surcos de la historia. Y en esta memoria de las guerras y de tantas heridas, de tanto dolor vivido, también existen hombres y mujeres, hoy, que sufren las guerras: tantos hermanos y hermanas nuestros. Mirando aquella crueldad, en aquel campo de concentración, he pensado enseguida a la crueldad de hoy, que se asemeja: no así concentrada como en aquel lugar, sino por todas partes en el mundo; este mundo que está enfermo de crueldad, de dolor, de guerra, de odio, de tristeza. Y por esto siempre les pido una oración: ¡que el Señor nos de la paz!
Por todo esto, agradezco al Señor y a la Virgen María. Y expreso nuevamente mi gratitud al Presidente de Polonia y a las Autoridades, al Cardenal Arzobispo de Cracovia y al entero Episcopado polaco, y a todos aquellos que, de mil formas, han hecho posible este evento, que ha ofrecido un signo de fraternidad y de paz a Polonia, a Europa y al mundo. También quisiera agradecer a los jóvenes voluntarios, que durante más de un año han trabajado para llevar adelante esto; y también a los medios de comunicación, a quienes trabajan en estos medios: muchas gracias por haber hecho que esta Jornada se viera en todo el mundo. Y aquí no puedo olvidarme de Anna Maria Jacobini, una periodista italiana que ha perdido la vida, improvisamente. Oremos también por ella, ella se ha ido en un acto de servicio. Gracias.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)

"No todo vale para hacer bromas" San Bernardo, monje y mártir de la fe

Cada año el 23 de julio, Carlet y de Alzira, las ciudades valencianas donde, respectivamente, nació y murió mártir San Bernardo, celebran la fiesta de este monje del siglo XII, hijo de musulmanes, que después de convertirse al cristianismo, ingresó en el monasterio cisterciense de Poblet. Una vez monje, Bernardo regresó a su casa, en Carlet, para predicar el Evangelio y para que así, sus hermanas abrazasen la fe en Jesucristo. Y fue el propio hermano de Bernardo quien persiguió a éste y a sus hermanas, María y a Gracia, sufriendo el martirio los tres en Alzira.
Este año el cartel de las fiestas de San Bernardo, monje de Poblet y mártir de la fe, que ha publicado el Casal Popular de Alzira (no el ayuntamiento de la ciudad) ha creado una polémica del todo innecesaria. Y es que banalizar la figura de un mártir, que dio la vida por Jesucristo, es un hecho del todo inapropiado en una sociedad democrática, que ha de respetar los sentimientos religiosos de una buena parte de la sociedad.
Y es que no se puede ni ridiculizar ni frivolizar una persona como San Bernardo, que se tomó en serio su vida y que por su fe en Jesucristo dio la vida por el Evangelio, como la ha dado recientemente el sacerdote Jacques Hamel en Normandía. Y no vale empararse en una pretendida libertad de expresión para ofender a los cristianos que, con amor, veneramos el patrocinio y el ejemplo de vida de San Bernardo, testigo de la vida.
En mayo de 2005, en Israel, el Presidente de la Generalitat de Catalunya, Pasqual Maragall, hizo una broma sin ton ni son, con el entonces vicepresidente, Josep Lluís Carod Rovira, cuando fotografió a Carod con una corona de espinas, mientras los dos reían. Unos días más tarde, el mismo Maragall se disculpó, cosa que lo honró, a la vez que calificó aquella broma de estúpida, ya que no se puede ridiculizar un instrumento de tortura, como la corona de espinas con la cual Jesús fue conducido a la muerte.
¿Alguien haría broma con los condenados a muerte por el franquismo? ¿O con los hombres y mujeres gaseados a Auswitch? ¿Alguien se atrevería a hacer una broma de mal gusto, como la que se ha hecho en Alzira, con los asesinados por el GAL? ¿O con una mujer violada? ¿O con el recientemente sacerdote mártir de Normandía?

No todo vale para entretener o hacer bromas. O por salir en los medios de comunicación, gracias a un cartel que no tenía otra finalidad que ridiculizar los sentimientos religiosos de una bona parte de la sociedad de Alzira.

Los mártires, como San Bernado, o como el sacerdote Jacques Hamel, fueron hombres y mujeres que se jugaron la vida por Jesucristo. Y cuando alguien da la vida por unos ideales, merece un respeto, tanto si se comparten sus idees como si no.
El Casal Popular de Alzira (no el ayuntamiento) creador de este estúpido cartel, y que dice que tiene como objetivo "dar a los ciudadanos una alternativa de modelo de vida, consumo, relaciones humanas y de cultura", habría de saber que los mártires como San Bernardo, sí que vivieron contra corriente como hombres de vida alternativa, ya que no se dejaron llevar por una sociedad alienadora, frívola y conformista. Al contrario: con su fe, fueron testigos de una manera diferente de vivir, y con un estilo de vida enraizada en los valores del Evangelio, proclamaron que es posible vivir de otra manera, desde la fraternidad, el perdón y la confianza en Dios.
El Casal Popular de Alzira que dice que tiene como objetivo "el asociacionismo para huir del individualismo" y que quiere ofrecer "una gestión transparente que aporte soluciones", solo ha hecho que provocar un conflicto del todo innecesario, que podía haberse ahorrado. Y es que con su cartel, en vez de aportar "soluciones", solo ha escogido el camino más superficial y fácil para hacerse notar y para salir en los medios de comunicación social. Eso sí, ofendiendo los sentimientos de los cristianos que veneramos a San Bernardo.
San Bernardo, monje de Poblet y mártir de la fe, merece la consideración y el respeto de este grupo, que amparándose en una pretendida libertad de expresión y con su acción del todo infantil y sin ton ni son, se ha retratado con su desgraciado cartel.
Solo espero que los miembros de este Casal, que dicen que quieren aportar soluciones, tengan la valentía y la honradez, como hizo Maragall, de disculparse por haber ofendido a los devotos de San Bernardo. Solo espero que este cartel, con un San Bernardo maquillado o travestido, sirva para que este grupo sea capaz de reconocer la banalización y la estupidez de su acción, más propia de unos gamberros que de una asociación cultural que pretende ofrecer soluciones.
(Josep Miquel Bausset)

Papa: "La JMJ fue un signo de fraternidad para todo el mundo"


Audiencia de verano en el aula Pablo VI, en la que Francisco recuerda su reciente viaje a Polonia, para participar en la JMJ de Cracovia. Para el Papa, la JMJ fue "un signo de fraternidad para todo el mundo". También rememoró su pasó por Auschwitz en medio del "silencio más elocuente que las palabras" y ofreció la fraternidad como salida a la "guerra a pedazos" que está azotando al mundo.
Lectura del pasaje evangélico de las Bienaventuranzas
Algunas frases de la catequesis del Papa
"Me detendré en mi reciente viaje a la JMJ de Cracovia"
"El signo de la misericordia se llama fraternidad"
"En este mundo en guerra, hace falta fraternidad, cercanía, diálogo y amistad"
"Una fiesta de colores, rostros, historias y lenguas diversas"
"Hablan lenguas diversas, pero consiguen entenderse"
"Porque tienen la voluntad de caminar juntos, de construir puentes, de fraternidad"
"LLegaron con sus heridas e interrogantes, pero, sobre todo, con la alegría de encontrarse"
"Una vez más formaron un mosaico de fraternidad"
"Allí, las banderas de las naciones se purifican e incluso de naciones enfrentadas"
"Gracias a todos los jóvenes que han venido a Cracovia"
"Y a todos los que participaron en las pequeñas jornadas mundiales en muchos países"
"Recuerdo lleno de afecto a Susana, la chica romana que murió después de haber participado en la JMJ"
"Visité el santuario de Czestochowa, madre del pueblo polaco, noble nación que tanto sufrió, pero siempre se levantó"
"¡Son valientes los polacos!"
"Allí se toca con la mano la fe del santo pueblo de Dios, que custodia la esperanza y la sabiduría que es equilibrio entre tradición e innovación"
"No puede haber futuro para el Continente sin sus valores fundantes"
"Entre estos valores, está la misericordia"
"Dos grandes hijos de la tierra polaca: Santa Faustina y San Juan Pablo II"
"El mundo llamado a responder al reto de una guerra a pedazos, que lo está amenazando"
"El gran silencio en Aischwitz fue más elocuente que las palabras"
"Sentí la presencia de todas las almas que pasaron por allí"
"He sentido la compasión y la misericordia de Dios"
"Allí, en aquel lugar, comprendí más que nunca el valor de la memoria, como advertencia y responsabilidad para el hoy y el mañana, para que la simiente del odio no crezca en la historia"
"También hoy hay muchos hombres y mujeres que sufren las guerras"
"Pensé en el campo en las crueldades de hoy, que se asemejan. No tan concentradas, pero en todo el mundo"
"El mundo está enfermo de crueldad, de dolor, de guerra, de odio y de tristeza"
"Que Dios nos dé la paz"
"Signo de fraternidad para el mundo"
"Gracias a los jóvenes voluntarios y a los medios de comunicación"
"Recuerdo a Ana María Giacobini, periodista italiana, que perdió allí la vida repentinamente. Se fue en acto de servicio".
Saludo a Brasil y a Rio de Janeiro
"En un mundo que tiene sed de paz, que el espíritu de los Juegos inspire a todos a combatir la buena batalla: realización de una civilización de la solidaridad, que todos seamos miembros de una única familia humana"
"Para los brasileños que organizan la fiesta del deporte, espero que sea una oportunidad para construir un país más justo y seguro, apostando por un futuro lleno de esperanza y de alegría"
Texto completo del saludo en español
Queridos hermanos y hermanas:
En esta catequesis me refiero al Viaje Apostólico en Polonia. Después de 25 años, la Jornada Mundial de la Juventud vuelve a ese país, con un signo de esperanza para los nuevos desafíos del mundo: la "fraternidad".
Venidos de 180 países, los jóvenes han hecho ondear juntas todas sus banderas, incluso las de naciones en conflicto, en una fiesta de color, un mosaico de fraternidad. Han compartido la alegría de estar juntos, para derramarla por todas partes con las obras de misericordia. Gracias a todos los jóvenes que han venido y a todos los que se han unido a nosotros.
Aquí, en Polonia, la Virgen de Częstochowa, nos revela el sentido espiritual del camino de este pueblo, tan ligado al sufrimiento y a la cruz. Ciertamente lo polacos han conocido una historia llena de sufrimientos. Nos hace ver que Europa no tiene futuro sin sus valores fundamentales, vinculados a la visión cristiana del hombre. Entre ellos la misericordia.
La JMJ es un llamado al mundo, que se ha hecho elocuente en el silencio de Auschwitz. En la oración, las almas de los que allí sufrieron, de los que allí dieron testimonio de la misericordia de Dios, me han hecho comprender el valor del recuerdo, como advertencia para que el odio y la violencia no triunfen y no se repitan.
***
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Saben hacer barullo. Muy bien. Agradezcamos al Señor y a la Virgen María este don de gracia, también a todos lo que lo han hecho posible, al Presidente de Polonia, a las Autoridades, al Cardenal Arzobispo de Cracovia y al episcopado polaco. Que Dios los bendiga.
Fuente:Religión digital


Comentario del Evangelio según San Mateo 15,21-28, por Benedicto XVI




La liturgia nos presenta un singular ejemplo de fe: una mujer cananea, que pide a Jesús que cure a su hija, que "tenía un demonio muy malo". 

El Señor no hace caso a sus insistentes invocaciones y parece no ceder ni siquiera cuando los mismos discípulos interceden por ella, como refiere el evangelista san Mateo. 

Pero, al final, ante la perseverancia y la humildad de esta desconocida, Jesús condesciende: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas". 

"Mujer, ¡qué grande es tu fe!". Jesús señala a esta humilde mujer como ejemplo de fe indómita. Su insistencia en invocar la intervención de Cristo es para nosotros un estímulo a no desalentarnos jamás y a no desesperar ni siquiera en medio de las pruebas más duras de la vida. 

El Señor no cierra los ojos ante las necesidades de sus hijos y, si a veces parece insensible a sus peticiones, es sólo para ponerlos a prueba y templar su fe. Este es el testimonio de los santos; este es, especialmente, el testimonio de los mártires, asociados de modo más íntimo al sacrificio redentor de Cristo. 

(...) Que sobre cada uno de vosotros vele con amor materno María, la Reina de los mártires».

(Del Angelus de Benedicto XVI el 14 de agosto de 2005)

¡QUÉ GRANDE ES TU FE, QUE SE CUMPLA TU DESEO!



Evangelio según San Mateo 15,21-28.

Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón.

Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio".

Pero Él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: "Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos".

Jesús respondió: "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel".

Pero la mujer fue a postrarse ante Él y le dijo: "¡Señor, socórreme!".

Jesús le dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros".

Ella respondió: "¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!".

Entonces Jesús le dijo: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!". Y en ese momento su hija quedó curada.