Cada año el 23 de julio, Carlet y de Alzira, las ciudades valencianas donde, respectivamente, nació y murió mártir San Bernardo, celebran la fiesta de este monje del siglo XII, hijo de musulmanes, que después de convertirse al cristianismo, ingresó en el monasterio cisterciense de Poblet. Una vez monje, Bernardo regresó a su casa, en Carlet, para predicar el Evangelio y para que así, sus hermanas abrazasen la fe en Jesucristo. Y fue el propio hermano de Bernardo quien persiguió a éste y a sus hermanas, María y a Gracia, sufriendo el martirio los tres en Alzira.
Este año el cartel de las fiestas de San Bernardo, monje de Poblet y mártir de la fe, que ha publicado el Casal Popular de Alzira (no el ayuntamiento de la ciudad) ha creado una polémica del todo innecesaria. Y es que banalizar la figura de un mártir, que dio la vida por Jesucristo, es un hecho del todo inapropiado en una sociedad democrática, que ha de respetar los sentimientos religiosos de una buena parte de la sociedad.
Y es que no se puede ni ridiculizar ni frivolizar una persona como San Bernardo, que se tomó en serio su vida y que por su fe en Jesucristo dio la vida por el Evangelio, como la ha dado recientemente el sacerdote Jacques Hamel en Normandía. Y no vale empararse en una pretendida libertad de expresión para ofender a los cristianos que, con amor, veneramos el patrocinio y el ejemplo de vida de San Bernardo, testigo de la vida.
En mayo de 2005, en Israel, el Presidente de la Generalitat de Catalunya, Pasqual Maragall, hizo una broma sin ton ni son, con el entonces vicepresidente, Josep Lluís Carod Rovira, cuando fotografió a Carod con una corona de espinas, mientras los dos reían. Unos días más tarde, el mismo Maragall se disculpó, cosa que lo honró, a la vez que calificó aquella broma de estúpida, ya que no se puede ridiculizar un instrumento de tortura, como la corona de espinas con la cual Jesús fue conducido a la muerte.
¿Alguien haría broma con los condenados a muerte por el franquismo? ¿O con los hombres y mujeres gaseados a Auswitch? ¿Alguien se atrevería a hacer una broma de mal gusto, como la que se ha hecho en Alzira, con los asesinados por el GAL? ¿O con una mujer violada? ¿O con el recientemente sacerdote mártir de Normandía?
No todo vale para entretener o hacer bromas. O por salir en los medios de comunicación, gracias a un cartel que no tenía otra finalidad que ridiculizar los sentimientos religiosos de una bona parte de la sociedad de Alzira.
Los mártires, como San Bernado, o como el sacerdote Jacques Hamel, fueron hombres y mujeres que se jugaron la vida por Jesucristo. Y cuando alguien da la vida por unos ideales, merece un respeto, tanto si se comparten sus idees como si no.
El Casal Popular de Alzira (no el ayuntamiento) creador de este estúpido cartel, y que dice que tiene como objetivo "dar a los ciudadanos una alternativa de modelo de vida, consumo, relaciones humanas y de cultura", habría de saber que los mártires como San Bernardo, sí que vivieron contra corriente como hombres de vida alternativa, ya que no se dejaron llevar por una sociedad alienadora, frívola y conformista. Al contrario: con su fe, fueron testigos de una manera diferente de vivir, y con un estilo de vida enraizada en los valores del Evangelio, proclamaron que es posible vivir de otra manera, desde la fraternidad, el perdón y la confianza en Dios.
El Casal Popular de Alzira que dice que tiene como objetivo "el asociacionismo para huir del individualismo" y que quiere ofrecer "una gestión transparente que aporte soluciones", solo ha hecho que provocar un conflicto del todo innecesario, que podía haberse ahorrado. Y es que con su cartel, en vez de aportar "soluciones", solo ha escogido el camino más superficial y fácil para hacerse notar y para salir en los medios de comunicación social. Eso sí, ofendiendo los sentimientos de los cristianos que veneramos a San Bernardo.
San Bernardo, monje de Poblet y mártir de la fe, merece la consideración y el respeto de este grupo, que amparándose en una pretendida libertad de expresión y con su acción del todo infantil y sin ton ni son, se ha retratado con su desgraciado cartel.
Solo espero que los miembros de este Casal, que dicen que quieren aportar soluciones, tengan la valentía y la honradez, como hizo Maragall, de disculparse por haber ofendido a los devotos de San Bernardo. Solo espero que este cartel, con un San Bernardo maquillado o travestido, sirva para que este grupo sea capaz de reconocer la banalización y la estupidez de su acción, más propia de unos gamberros que de una asociación cultural que pretende ofrecer soluciones.
(Josep Miquel Bausset)
(Josep Miquel Bausset)
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