En la primera jornada de este viaje, el Papa Franciscorezó, poco después de las 15.30, hora local, en la Catedral Apostólica de Etchmiadzin, antes de visitar al presidente de la República, Serz Sargsyan. Posteriormente el Pontífice se reunirá con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático armenio. Por último, mantendrá un encuentro personal con el Patriarca supremo o Catholicós, Karekin II, quien guía a la Iglesia Gregoriana Apostólica armenia, la mayoritaria en el país que se separó de Roma desde hace mil quinientos años.
En el primer acto público del Obispo de Roma en Armenia, en la Catedral Apostólica de Etchmiadzin, el Catholicós y el Papa rezaron, alternándose, el Salmo 122, “Qué alegría cuando me dijeron vamos a la Casa del Señor…”. Después del saludo del Patriarca Karekin II, el Santo Padre, dirigiéndose a Venerado hermano, el Patriarca Supremo y Catholicós de Todos los Armenios, junto a los demás hermanos y hermanas en Cristo, comenzó diciendo:
“Crucé con emoción el umbral de este lugar sagrado, testigo de la historia de vuestro pueblo, centro que irradia su espiritualidad; y considero un don precioso de Dios el poder acercarme al santo altar desde el cual se difunde la luz de Cristo en Armenia. Saludo al Catholicós de Todos los Armenios, Su Santidad Karekin II, a quien le agradezco de corazón la grata invitación a visitar Santa Etchmiadzin, a los arzobispos y a los obispos de la Iglesia Apostólica Armenia, y doy las gracias a todos por la cordial y alegre bienvenida que me han deparado. Gracias, Santidad, por haberme acogido en su casa; este elocuente signo de amor dice, mucho más que las palabras, lo que significa la amistad y la caridad fraterna”.
En esta solemne ocasión, el Papa Francisco dio gracias a Dios por la luz de la fe encendida en esta tierra, la fe que confirió a Armenia su identidad peculiar y la hizo mensajera de Cristo entre las naciones. A la vez que les recordó que Cristo es su gloria, su luz, el sol que los ha iluminado y dado una nueva vida, que los ha acompañado y sostenido, especialmente en los momentos de mayor prueba.
“Me inclino – agregó – ante la misericordia del Señor, que ha querido que Armenia se convirtiese en la primera nación, desde el año 301, en acoger el cristianismo como su religión, en un tiempo en el que todavía arreciaban las persecuciones en el Imperio Romano”.
El Pontífice también afirmó que “a fe en Cristo no ha sido para Armenia como un vestido que se puede poner o quitar en función de las circunstancias o conveniencias, sino una realidad constitutiva de su propia identidad, un don de gran valor que se debe recibir con alegría, y custodiar con atención y fortaleza, a precio de la misma vida”. Y recordando cuanto escribió san Juan Pablo II, añadió:
“Con el “bautismo” de la comunidad armenia, [...] nació una identidad nueva del pueblo, que llegaría a ser parte constitutiva e inseparable del mismo ser armenio. Desde entonces ya no será posible pensar que, entre los componentes de esa identidad, no figure la fe en Cristo, como constitutivo esencial” (Carta. ap. En el XVII centenario del bautismo del pueblo armenio, 2 febrero 2001, 2).
De ahí que el Santo Padre haya manifestado su deseo de que el Señor los bendiga “por este testimonio luminoso de fe, que muestra de manera ejemplar la poderosa eficacia y fecundidad del bautismo recibido hace más de mil setecientos años con el signo elocuente y santo del martirio, que ha sido un elemento constante en la historia de su pueblo”.
Y tras dar gracias al Señor por el camino que la Iglesia católica y la Iglesia Apostólica Armenia han recorrido a través de un diálogo sincero y fraterno, con el fin de llegar a compartir plenamente la mesa eucarística, manifestó su esperanza en que “el Espíritu Santo nos ayude a realizar esa unidad por la cual pidió Nuestro Señor, para que sus discípulos sean uno y el mundo crea”.
Por otra parte, el Pontífice recordó el impulso decisivo dado a la intensificación de las relaciones y al fortalecimiento del diálogo entre ambas iglesias en los últimos tiempos por Su Santidad Vasken I y Karekin I, san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y añadió:
“El mundo, desgraciadamente, está marcado por las divisiones y los conflictos, así como por formas graves de pobreza material y espiritual, incluida la explotación de las personas, incluso de niños y ancianos, y espera de los cristianos un testimonio de mutua estima y cooperación fraterna, que haga brillar ante toda conciencia el poder y la verdad de la resurrección de Cristo. El compromiso paciente y renovado hacia la plena unidad, la intensificación de las iniciativas comunes y la colaboración entre todos los discípulos del Señor con vistas al bien común, son como luz brillante en una noche oscura, y una llamada a vivir también las diferencias en la caridad y en la mutua comprensión”.
Tras destacar que el espíritu ecuménico adquiere un valor ejemplar, incluso fuera de los límites visibles de la comunidad eclesial, y representa para todos una fuerte llamada a componer las divergencias mediante el diálogo y la valorización de lo que une, dirigiéndose a estos queridos hermanos, el Papa les dijo que cuando nuestro actuar está inspirado y movido por la fuerza del amor de Cristo, crece el conocimiento y la estima recíproca, se crean mejores condiciones para un camino ecuménico fructífero y, al mismo tiempo, se muestra a todas las personas de buena voluntad, y a toda la sociedad, una vía concreta y factible para armonizar los conflictos que desgarran la vida civil y producen divisiones difíciles de sanar.
“Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por intercesión de María Santísima, san Gregorio el Iluminador, ‘Columna de Luz de la Santa Iglesia de los Armenios’, y san Gregorio de Narek, Doctor de la Iglesia, os bendiga a todos y a toda la Nación armenia, y la guarde siempre en la fe que ha recibido de los padres y que gloriosamente ha testimoniado a lo largo de los siglos”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).