sábado, 27 de febrero de 2016

El Papa Francisco reitera la actualidad de la primera encíclica de Benedicto XVI: ''Deus caritas est''

Ciudad del Vaticano, 26 de febrero de 2016 (Vis).-''La encíclica Deus caritas est conserva intacta la frescura de su mensaje, con el que indica la perspectiva siempre actual para el camino de la Iglesia. Y todos seremos cristianos más auténticos cuanto más vivamos con este espíritu'', ha dicho esta mañana el Papa Francisco recibiendo en la Sala Clementina a los participantes en el congreso internacional ''La caridad no pasará jamás Perspectivas a los 10 años de la encíclica Deus caritas est'', organizado por el Consejo pontificio Cor Unum que ha analizado en las dos últimas jornadas la repercusión y el horizonte pastoral y teológico abierto por la primera encíclica del papa Benedicto XVI.
Una encíclica, señaló Francisco que ''trata un tema que permite recorrer toda la historia de la Iglesia que, entre otras cosas, es una historia de caridad. Es la historia del amor que hemos recibido de Dios y debemos llevar al mundo: esta caridad recibida y dada es el fundamento de la historia de la Iglesia y de la historia de cada uno de nosotros...Para cada uno de los fieles, como para la comunidad cristiana en su conjunto, vale la palabra de Jesús, según la cual la caridad es el primer mandamiento y el más alto''.
El Año jubilar que estamos viviendo, continuó el Santo Padre, nos brinda también ''la ocasión de volver a este corazón palpitante de nuestra vida y de nuestro testimonio, al centro del anuncio de fe: Dios es amor. Dios no tiene simplemente el deseo o la capacidad de amar; Dios es caridad: la caridad es su esencia, su naturaleza. Él es único, pero no es solitario... no puede cerrarse en sí mismo, porque es comunión, es caridad, y la caridad por naturaleza se comunica, se difunde. Así, Dios asocia al hombre a su vida de amor y, aunque el hombre se aleje de él, él no permanece distante sino que le sale al encuentro. Este salir al encuentro del hombre, que culmina en la encarnación del Hijo, es su misericordia...El programa de Jesús —está escrito en la encíclica— es ''un “corazón que ve''. Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia. Caridad y misericordia están tan estrechamente vinculadas porque son el modo de ser y de actuar de Dios: su identidad y su nombre''.
El primer aspecto que la encíclica nos recuerda es ''precisamente el rostro de Dios: quién es el Dios que podemos encontrar en Cristo, cuán fiel e insuperable es su amor... Cualquier forma nuestra de amor, de solidaridad, de compartir es sólo un reflejo de la caridad que es Dios. Él derrama incansablemente su caridad sobre nosotros y nosotros estamos llamados a ser testigos de este amor en el mundo. Por eso, debemos ver la caridad divina como la brújula que orienta nuestra vida, antes de encaminarnos en cualquier actividad: en ella encontramos la dirección, de ella aprendemos cómo mirar a los hermanos y al mundo''.
Francisco se refirió también al segundo e importante aspecto de ''Deus caritas est'' : esa caridad quiere verse reflejada cada vez más en la vida de la Iglesia. ''Cuánto desearía -excalmó- que en la Iglesia cada fiel, cada institución, cada actividad revelara que Dios ama al hombre. La misión que desempeñan nuestros organismos de caridad es importante, porque acercan a muchas personas pobres a una vida más digna, más humana, y esto es algo muy necesario; es una misión importantísima porque, no con palabras, sino con el amor concreto puede hacer sentir a todo hombre que el Padre le ama, que es hijo suyo, destinado a la vida eterna con Dios''.

''Quisiera dar las gracias a todos aquellos que trabajan diariamente en esta misión, que interpela a todo cristiano -finalizó- En este Año jubilar he querido resaltar que todos podemos vivir la gracia del Jubileo, precisamente poniendo in práctica las obras de misericordia corporales y espirituales: vivir las obras de misericordia significa conjugar el verbo amar como lo hizo Jesús. Y así, todos juntos, contribuimos concretamente a la gran misión de la Iglesia de comunicar el amor de Dios, que desea extenderse''.

SALMO DE MISERICORDIA

SALMO 86
Oración de David.
Inclina tu oído, Señor, respóndeme,
porque soy pobre y miserable;
2 protégeme, porque soy uno de tus fieles,
salva a tu servidor que en ti confía.

3 Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,
porque te invoco todo el día;

4 reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma.

5 Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:

6 ¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica!

7 Yo te invoco en el momento de la angustia;
porque tú me respondes.

8 No hay otro dios igual a ti, Señor,
ni hay obras como las tuyas.

9 Todas las naciones que has creado
vendrán a postrarse delante de ti
y glorificarán tu Nombre, Señor.

10 porque tú eres grande, Dios mío,
y eres el único que hace maravillas.

11 Indícame tu camino, Señor,
para que yo viva según tu verdad;
orienta totalmente mi corazón
al temor de tu Nombre.

12 Te daré gracias, Dios mío, de todo corazón,
y glorificaré tu Nombre eternamente;

13 porque es grande el amor que me tienes,
y tú me libraste del fondo del Abismo.

14 Dios mío, los orgullosos se levantaron contra mí,
y una banda de forajidos atenta contra mi vida
sin preocuparse para nada de ti.

15 Pero tú, Señor, Dios compasivo y bondadoso,
lento para enojarte, rico en amor y fidelidad,

16 vuelve hacia mí tu rostro y ten piedad de mí;
fortalece a tu servidor,
salva a tu hijo de tu servidora.

17 Dame una prueba de tu bondad,
para que mis adversarios queden confundidos,
al ver que tú, Señor, eres mi ayuda y mi consuelo.


"Si la UE no puede hacerlo, que lo solucione la comunidad internacional"El padre Ángel define el drama de los refugiados como "uno de los problemas más graves de la sociedad

El padre Ángel, presidente y fundador de Mensajeros de la Paz, ha lamentado "la situación" en la que se encuentran los refugiados sirios en Lesbos, ante lo que ha definido como "uno de los problemas más graves que tiene la sociedad hoy en día, no solo a nivel europeo sino a nivel mundial".
El padre Ángel ha realizado estas declaraciones en Logroño hasta donde ha acudido para recibir -por parte del Foro Cívico Francisco Sáez Porres- el galardón del XV Certamen Justicia y Solidaridad, que se entrega desde el año 2002.

Previamente a la entrega del galardón, el sacerdote ha recordado ante los medios de comunicación la situación por la que están pasando los refugiados sirios en la isla griega de Lesbos. Para el padre Ángel, que viajó hasta dicha isla hace apenas unas semanas, es "una vergüenza y un escándalo todo lo que está ocurriendo allí porque la situación va a peor" y ha añadido que "uno se siente más entristecido cuando después de estar con los responsables de los partidos políticos, ellos mismos te dicen que tampoco ven la luz y que es una problemática muy complicada".

A pesar de todo, ha insistido, "hay que hacer todo lo posible por resolver esta situación" y "si la Comunidad Europea no puede hacerlo, debería entrar la Comunidad Internacional e incluso la ONU porque siempre que hay un problema grave, y este lo es, debe hacerlo".

Además, el padre Ángel ha querido agradecer también la labor de los medios de comunicación que son "los que ponen en el tapete la situación" como ocurrió con laimagen del niño Aylan "que nos sensibilizó a todos y dio la vuelta al mundo".

COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO DEL HIJO PRÓDIGO

En la liturgia de hoy se lee un fragmento del capítulo 15 del Evangelio de Lucas. Este capítulo contiene las tres parábolas de la misericordia: la de la oveja perdida, la de la moneda extraviada y después la más larga de las parábolas, típica de san Lucas, la del padre y los dos hijos, el hijo «pródigo» y el hijo que se cree «justo», que se cree santo.

 Estas tres parábolas hablan de la alegría de Dios. Dios es alegre. Interesante esto: ¡Dios es alegre! ¿Y cuál es la alegría de Dios? La alegría de Dios es perdonar, ¡la alegría de Dios es perdonar!

Es la alegría de un pastor que reencuentra su oveja; la alegría de una mujer que halla su moneda; es la alegría de un padre que vuelve a acoger en casa al hijo que se había perdido, que estaba como muerto y ha vuelto a la vida, ha vuelto a casa. ¡Aquí está todo el Evangelio! ¡Aquí! ¡Aquí está todo el Evangelio, está todo el cristianismo

Pero mirad que no es sentimiento, no es «buenismo». Al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del «cáncer» que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor llena los vacíos, los socavones negativos que el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer eso, y ésta es la alegría de Dios.

Jesús es todo misericordia, Jesús es todo amor: es Dios hecho hombre. Cada uno de nosotros es esa oveja perdida, esa moneda perdida; cada uno de nosotros es ese hijo que ha derrochado la propia libertad siguiendo ídolos falsos, espejismos de felicidad, y ha perdido todo. 

Pero Dios no nos olvida, el Padre no nos abandona nunca. Es un padre paciente, nos espera siempre. Respeta nuestra libertad, pero permanece siempre fiel. Y cuando volvemos a Él, nos acoge como a hijos, en su casa, porque jamás deja, ni siquiera por un momento, de esperarnos, con amor.

Y su corazón está de fiesta por cada hijo que regresa. Está de fiesta porque es alegría. Dios tiene esta alegría cuando uno de nosotros pecadores va a Él y pide su perdón. 

¿Cuál es el peligro? Que presumamos de ser justos, y juzguemos a los demás. Que juzguemos también a Dios, porque pensamos que debería castigar a los pecadores, condenarles a muerte, en lugar de perdonar

Entonces sí que nos arriesgamos a permanecer fuera de la casa del Padre. Como ese hermano mayor de la parábola, que en vez de estar contento porque su hermano ha vuelto, se enfada con el padre que le ha acogido y hace fiesta. Si en nuestro corazón no hay la misericordia, no hay la alegría del perdón, no estamos en comunión con Dios aunque observemos todos los preceptos, porque es el amor lo que salva, no la sola práctica de los preceptos. 

 Es el amor a Dios y al prójimo lo que da cumplimiento a todos los mandamientos. Y éste es el amor de Dios, su alegría: perdonar. ¡Nos espera siempre! Tal vez alguno en su corazón tiene algo grave: «Pero he hecho esto, he hecho aquello...». ¡Él te espera! Él es padre: ¡siempre nos espera!
Si nosotros vivimos según la ley «ojo por ojo, diente por diente», nunca salimos de la espiral del mal. El Maligno es listo, y nos hace creer que con nuestra justicia humana podemos salvarnos y salvar el mundo. En realidad sólo la justicia de Dios nos puede salvar. 

Y la justicia de Dios se ha revelado en la Cruz: la Cruz es el juicio de Dios sobre todos nosotros y sobre este mundo. ¿Cómo nos juzga Dios? ¡Dando la vida por nosotros! He aquí el acto supremo de justicia que ha vencido de una vez por todas al Príncipe de este mundo; y este acto supremo de justicia es precisamente también el acto supremo de misericordia.

Jesús nos llama a todos a seguir este camino: «Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6, 36). Os pido algo, ahora. En silencio, todos, pensemos... que cada uno piense en una persona con la que no estamos bien, con la que estamos enfadados, a la que no queremos. Pensemos en esa persona y en silencio, en este momento, oremos por esta persona y seamos misericordiosos con esta persona. Invoquemos ahora la intercesión de María, Madre de la Misericordia. 

(Papa Francisco, Ángelus del 5 de septiembre de 2013)

EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO

Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
 Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
 "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes.
 Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos.
Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'.
 Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
 El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'.
 Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza
Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. Él le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'.
Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'.
Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".