lunes, 23 de marzo de 2015

''Sólo en el crucifijo se encuentra la explicación del misterio de la enfermedad''

''No es fácil acercarse a un enfermo. Las cosas más bonitas de la vida y las cosa más miserables se reservan, se esconden. El amor más grande, uno intenta esconderlo por pudor, y las cosas que muestran nuestra miseria humana, también intentamos esconderlas por pudor''. Con estas palabras se dirigió el Papa a los enfermos que encontró en la Basílica del Jesús Nuevo y así explicó que para encontrar a un enfermo hay que ir hasta él, porque el pudor de la vida lo esconde. ''Cuando nos encontramos con enfermedades que marcan toda una vida -añadió- preferimos esconderlas, porque ir a encontrar al enfermo es ir a encontrar nuestra propia enfermedad, esa que llevamos dentro. Es tener la valentía de decirse a uno mismo, ''yo también tengo alguna enfermedad en el corazón, en el alma, en el espíritu. Yo también soy un enfermo espiritual''.
Francisco habló del misterio de la enfermedad. Cómo Dios nos ha creado para cambia el mundo y para dominar la Creación, pero cuando nos encontramos ante un enfermo al que se le impide todo esto, sólo nos podemos acercar a él si nos acostumbramos a mirar el Crucifijo, porque sólo ahí está la explicación de este fracaso humano, de esa enfermedad para toda la vida''.
''Si no podéis entender al Señor -dijo a los enfermos presentes- pido al Señor que os haga entender dentro del corazón que sois la carne viva de Cristo''. Asimismo, a los voluntarios Francisco les agradeció el que utilizaran su tiempo ''para acariciar la carne Cristo, sirviendo al Cristo Crucificado vivo'', y a los médicos y enfermeras por no hacer de su profesión un negocio, ya que ''cuando la medicina se transforma en comercio -añadió- pierde el núcleo de su vocación''. Por último pidió a todos los cristianos de la diócesis de Nápoles ''no olvidar lo que Jesús nos pidió y por lo que seremos juzgados: ''Estaba enfermo y me visitasteis''. ''Los enfermos sufren, reflejan el sufrimiento de Cristo, -finalizó- no hay que tener miedo de acercarse a Cristo que sufre''.

Donde no hay misericordia, no hay justicia, dijo el Papa

Donde no hay misericordia, no hay justicia, y tantas veces hoy el Pueblo de Dios sufre un juicio sin misericordia. Lo recordó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

Los rígidos tienen una doble vida

Al comentar las lecturas del día, y refiriéndose a otro pasaje evangélico, el Papa Bergoglio habló de las tres mujeres y los tres jueces: una mujer inocente, Susana; una pecadora, la adúltera, y una pobre viuda necesitada. Y explicó que las tres, según algunos Padres de la Iglesia, son figuras alegóricas de la Iglesia: la Iglesia Santa, la Iglesia pecadora y la Iglesia necesitada”.

“Los tres jueces son malos y corruptos – observó Francisco –. Y añadió que, ante todo, está el juicio de los escribas y de los fariseos que llevan a la adúltera ante Jesús. “Tenían dentro del corazón la corrupción de la rigidez”. Se sentían puros porque observaban la ley. “La ley dice esto, y se debe hacer esto”:

“Pero estos no eran santos, eran corruptos, corruptos porque una rigidez de ese tipo sólo puede ir adelante en una doble vida y estos que condenaban a estas  mujeres, después iban a buscarlas, por detrás, a escondidas, para divertirse un poco. Los rígidos son – uso el adjetivo que Jesús les daba a ellos – hipócritas: tienen doble vida. Aquellos que juzgan, pensemos en la Iglesia – las tres mujeres son figuras alegóricas de la Iglesia – aquellos que juzgan la Iglesia con rigidez, tienen doble vida. Con la rigidez ni siquiera se puede respirar”.

El Pueblo de Dios tantas veces no encuentra la misericordia

Después están los dos jueces ancianos que chantajean a una mujer, Susana, para que se conceda, pero ella resiste: “Eran jueces viciosos – subrayó el Papa – porque tenían la corrupción del vicio, en este caso la lujuria. Y se dice que cuando está este vicio de la lujuria con los años se vuelve más feroz, más malo”. En fin, está el juez interpelado por la pobre viuda. Este juez “no temía a Dios y no se preocupaba por los demás: no le importaba nada, sólo le daba importancia a sí mismo”: Era “un especulador, un juez que con su profesión de juzgar hacía negocios”. Estaba corrupto por el dinero y el prestigio”. Estos jueces  – dijo el Papa – el especulador, los viciosos y los rígidos, “no conocían una palabra, no conocían lo que era la misericordia”:



“La corrupción los llevaba lejos de entender la misericordia, el ser misericordiosos. Y la Biblia nos dice que en la misericordia está precisamente el justo juicio. Y las tres  mujeres – la santa, la pecadora y la necesitada, figuras alegóricas de la Iglesia – sufren de esta falta de misericordia. También hoy, el Pueblo de Dios, cuando encuentra a estos jueces, sufre un juicio sin misericordia, sea civil, o eclesiástico. Y donde no hay misericordia, no hay justicia. Cuando el Pueblo de Dios se acerca voluntariamente para pedir perdón, para ser juzgado, cuántas veces, cuántas veces encuentra a alguno de estos”.

Una de las palabras más bellas del Evangelio: “Tampoco yo te condeno”

Encuentra a los viciosos que “son capaces de tratar de explotarlos”, y éste “es uno de los pecados más graves”; encuentra a “los especuladores” que “no dan oxígeno a aquella alma, no dan esperanza”; y encuentra “a los rígidos que castigan en los penitentes aquello que esconden en su alma”. “Esto – dijo el Papa – se llama falta de misericordia”. Y concluyó diciendo:
“Sólo querría decir una de las palabras más bellas del Evangelio que a mí me conmueve tanto: ‘¿Ninguno te ha condenado?’ – ‘No, ninguno, Señor’ – ‘Tampoco yo te condeno’. No te condeno: una de las palabras más bellas porque está llena de misericordia”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

Desde mi cruz hasta tu soledad


 
Desde mi cruz hasta tu soledad

Te escribo desde mi cruz a tu soledad,
a ti, que tantas veces me miraste sin verme
y me oíste sin escucharme.

A ti, que tantas veces prometiste
seguirme de cerca
y sin saber por qué te distanciaste
de las huellas que dejé en el mundo
para que no te perdieras.

A ti, que no siempre crees que estoy contigo,
que me buscas sin hallarme
y a veces pierdes la fe en encontrarme,
a ti, que a veces piensas que soy un recuerdo
y no comprendes que estoy vivo.

Yo soy el principio y el fin,
soy el camino para no desviarte,
la verdad para que no te equivoques
y la vida para no morir.

Mi tema preferido es el amor,
que fue mi razón para vivir y para morir.

Yo fui libre hasta el fin,
tuve un ideal claro
y lo defendí con mi sangre para salvarte.

Fui maestro y servidor,
soy sensible a la amistad
y hace tiempo que espero que me regales la tuya.

Nadie como yo conoce tu alma,
tus pensamientos, tu proceder,
y sé muy bien lo que vales.
Sé que quizás tu vida
te parezca pobre a los ojos del mundo,
pero Yo sé que tienes mucho para dar,
y estoy seguro que dentro de tu corazón
hay un tesoro escondido;
conócete a ti mismo
y me harás un lugar a mí.

Si supieras cuánto hace
que golpeo las puertas de tu corazón
y no recibo respuesta.

A veces también me duele que me ignores
y me condenes como Pilatos,
otras que me niegues como Pedro
y que otras tantas me traiciones como Judas.

Y hoy, te pido paciencia para tus padres,
amor para tu pareja,
responsabilidad para con tus hijos,
tolerancia para los ancianos,
comprensión para todos tus hermanos,
compasión para el que sufre,
servicio para todos.

Quisiera no volver a verte egoísta,
orgulloso, rebelde, disconforme, pesimista.

Desearía que tu vida fuera alegre,
siempre joven y cristiana.

Cada vez que flaquees, búscame y me encontrarás,
cada vez que te sientas cansado,
háblame, cuéntame.
Cada vez que creas que no sirves para nada
no te deprimas,
no te creas poca cosa,
no olvides que yo necesité de un asno
para entrar en Jerusalén
y necesito a tu pequeñez
para entrar en el alma de tu prójimo.

Cada vez que te sientas solo en el camino,
no olvides que estoy contigo.
No te canses de pedirme
que yo no me cansaré de darte,
no te canses de seguirme que yo
no me cansaré de acompañarte,
nunca te dejaré solo.

Aquí a tu lado me tienes,
estoy para ayudarte.



Edades del Hombre Alba 2015

Vete y no peques más.

Evangelio según San Juan 8,1-11.

Jesús fue al monte de los Olivos.
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,
dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?".
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra".
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí,
e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?".
Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".

Las Moradas de santa Teresa. Diócesis de Ciudad Real