En la liturgia de hoy hay dos actitudes. Una actitud de grandeza
ante Dios que se expresa en la humildad y otra actitud de mezquindad que viene
descripta por el mismo Jesús, de cómo hacían los doctores de la ley, que todo
era preciso, pero dejaban de parte la ley para hacer sus pequeñas tradiciones.
La tradición de los capuchinos es una tradición de perdón, de
dar el perdón, entre ustedes hay tantos buenos confesores, porque se sienten
pecadores. Y delante de la grandeza del Señor rezan: “escúchame Señor”. Y
porque saben rezar así saben perdonar.
En cambio cuando uno se olvida de la necesidad de perdón,
lentamente se olvida de Dios y se olvida de pedir perdón y no sabe perdonar. El
humilde que se siente pecador es un buen perdonador en el confesionario. El
otro, como estos doctores de la ley, solamente sabe condenar. Yo les hablo como
hermano y en ustedes les quisiera hablar a todos los confesores. El
confesionario es para perdonar y si tú no puedes dar la absolución, hago esta
hipótesis, por favor no maltratarlos. Aquel que viene, viene a buscar
fortaleza, perdón, paz. Que encuentre un padre que lo abrace y le diga Dios te
quiere y que se lo haga sentir. Siento decirlo: cuánta gente dice yo no voy más
a confesarme porque una vez me hicieron todas estas preguntas.
Pero ustedes tienen esta tradición de perdonar. Yo conocí un
hombre capuchino, de gobierno, superior, después de 70 años fue enviado a un
santuario a confesar y este hombre tenía una fila grande de gente para
perdonar. Un gran perdonador. Siempre encontraba el modo de perdonar o,
al menos, de dejar en paz el corazón. Una vez me dijo: “vos, sos obispo y yo
pienso que perdono demasiado. Tengo escrúpulos”. Le pregunté “¿qué hacés cuando
te sentís así?” Y me dijo: “voy delante del tabernáculo y le digo: Señor hoy he
perdonado demasiado pero fuiste tú el que me da el mal ejemplo”. He aquí: Sean
hombres de perdón, de reconciliación, de paz.
Son tantos los lenguajes. Está el lenguaje de las palabras y el
de los gestos Si una persona se acerca a mí en el confesionario es porque
quiere cambiar y lo dice con el gesto de acercarse. No es necesario hacer las
preguntas. Y si una persona viene, es porque en su ánimo no quiere hacerlo más.
Pero tantas veces no pueden porque están condicionados por su vida, su
sicología, su situación. Hay que tener un corazón amplio y dar el perdón. Es una
semilla, una caricia de Dios. No caer en el pelagianismo. Ustedes tienen este
carisma del perdón, retómenlo. Hay que renovarlo siempre. Sean grandes
perdonadores. Porque el que no sabe perdonar es un gran condenador. Y quien es
el gran acusador en el Biblia, el Diablo. En cambio Jesús tantas horas de
oración y de escuchar a la gente como san Pió y san Leopoldo, aquí. Esto que
les digo a ustedes, se los digo a todos los confesores. Si no saben hacerlo
bien, que hagan otra cosa. Pidan esta gracia, yo la pido para ustedes, para
todos los confesores, también por mí.
Traducción jesuita Guillermo Ortiz - Radio Vaticana
Traducción jesuita Guillermo Ortiz - Radio Vaticana