domingo, 10 de noviembre de 2013

Comentario de José Antonio Pagola al evangelio de San lucas 20, 27-38

Lectura del santo evangelio según san Lucas 20, 27-38
"En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron:
- «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, habla siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»
Jesús les contestó:
- «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac,

DECISIÓN DE CADA UNO
     
      Jesús no se dedicó a hablar mucho de la vida eterna. No pretende engañar a nadie haciendo descripciones fantasiosas de la vida más allá de la muerte. Sin embargo, su vida entera despierta esperanza. Vive aliviando el sufrimiento y liberando del miedo a la gente. Contagia una confianza total en Dios. Su pasión es hacer la vida más humana y dichosa para todos, tal como la quiere el Padre de todos.
         Solo cuando un grupo de saduceos se le acerca con la idea de ridiculizar la fe en la resurrección, a Jesús le brota de su corazón creyente la convicción que sostiene y alienta su vida entera: Dios “no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos son vivos”.
         Su fe es sencilla. Es verdad que nosotros lloramos a nuestros seres queridos porque, al morir, los hemos perdido aquí en la tierra, pero Jesús no puede ni imaginarse que a Dios se le vayan muriendo esos hijos suyos a los que tanto ama. No puede ser. Dios está compartiendo su vida con ellos porque los ha acogido en su amor insondable.
         El rasgo más preocupante de nuestro tiempo es la crisis de esperanza. Hemos perdido el horizonte de un Futuro último y las pequeñas esperanzas de esta vida no terminan de consolarnos. Este vacío de esperanza está generando en bastantes la pérdida de confianza en la vida. Nada merece la pena. Es fácil entonces el nihilismo total.
         Estos tiempos de desesperanza, ¿no nos están pidiendo a todos, creyentes y no creyentes, hacernos las preguntas más radicales que llevamos dentro? Ese Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado y por el que muchos siguen preguntando, ¿no será el fundamento último en el que podemos apoyar nuestra confianza radical en la vida? Al final de todos los caminos, en el fondo de todos nuestros anhelos, en el interior de nuestros interrogantes y luchas, ¿no estará Dios como Misterio último de la salvación que andamos buscando?
         La fe se nos está quedando ahí, arrinconada en algún lugar de nuestro interior, como algo poco importante, que no merece la pena cuidar ya en estos tiempos. ¿Será así? Ciertamente no es fácil creer, y es difícil no creer. Mientras tanto, el misterio último de la vida nos está pidiendo una respuesta lúcida y responsable.
         Esta respuesta es decisión de cada uno. ¿Quiero borrar de mi vida toda esperanza última más allá de la muerte como una falsa ilusión que no nos ayuda a vivir? ¿Quiero permanecer abierto al Misterio último de la existencia confiando que ahí encontraremos la respuesta, la acogida y la plenitud que andamos buscando ya desde ahora?    
José Antonio Pagola


El Papa a los enfermos: ¡No se avergüencen de ser un tesoro precioso de la Iglesia!

Esta mañana a las 11,00, en el Aula Pablo VI del Vaticano el Pontífice celebró un encuentro con los casi siete mil participantes en la peregrinación de la UNITALSI, es decir de la Unión Nacional italiana para el traslado de los enfermos a Lourdes y a los Santuarios internacionales, que festejan los 110 años de su fundación.
El Papa Francisco saludó con afecto y de modo especial a las personas enfermas y minusválidas, acompañadas por los voluntarios, los asistentes eclesiásticos, los responsables de las diversas secciones y el Presidente nacional de la UNITALSI, a quien agradeció sus palabras.
También afirmó que la presencia de diversos Cardenales, Obispos y personalidades institucionales son signo del aprecio que la Iglesia y la sociedad civil tienen por esta asociación que desde hace 110 años se dedica a los enfermos y a las personas con fragilidades siguiendo un estilo típicamente evangélico. Y destacó que su obra no es asistencialismo o filantropía, sino el anuncio genuino del Evangelio de la caridad, es – dijo – “ministerio del consuelo”.
Pienso en los tantos socios de la UNITALSI esparcidos en toda Italia: son hombres y mujeres, mamás y papás, tantos jóvenes que, movidos por el amor a Cristo y a ejemplo del Buen Samaritano, frente al sufrimiento no giran la cara de la otra parte. ¡Y esto de no girar la cara de la otra parte es una virtud. Vayan adelante con esta virtud! Al contrario, tratan de ser mirada que acoge, mano que levanta y acompaña, palabra de consuelo, abrazo de ternura. No se desanimen por las dificultades y el cansancio, sino sigan donando tiempo, sonrisa y amor a los hermanos y hermanas que tienen necesidad.
Tras manifestar su deseo de que cada persona enferma y frágil pueda ver en el rostro de los socios de la UNITALSI el rostro de Jesús, y que también ellos puedan reconocer en la persona que sufre la carne di Cristo, el Papa Francisco añadió:
Los pobres, también los pobres de salud, son una riqueza para la Iglesia; y ustedes de la UNITALSI, junto a tantas otras realidades eclesiales, han recibido el don y el empeño de recoger esta riqueza, para ayudar a valorizarla, no sólo para la misma Iglesia, sino para toda la sociedad.


Teniendo en cuenta que el actual contexto cultural y social tiende más bien a esconder la fragilidad física, considerándola sólo como un problema, que requiere resignación y mojigatería o a veces el descarte de las personas, el Obispo de Roma destacó que la UNITALSI está llamada a ser un signo profético y a ir contra esta lógica mundana, ayudando a los que sufren a ser protagonistas en la sociedad, en la Iglesia y también en la misma asociación.
Mientras para favorecer la real inserción de los enfermos en la comunidad cristiana y suscitar en ellos un fuerte sentido de pertenencia, el Papa afirmó que es necesaria una pastoral inclusiva en las parroquias y en las asociaciones. “Se trata – dijo el Santo Padre – de valorizar realmente la presencia y el testimonio de las personas frágiles y sufrientes, no sólo como destinatarios de la obra evangelizadora, sino como sujetos activos de esta misma acción apostólica.
Queridos hermanos y hermanas enfermos, no se consideren sólo objeto de solidaridad y de caridad, sino siéntanse insertados con pleno título en la vida y en la misión de la Iglesia. Ustedes tienen un lugar suyo, un papel específico en la parroq

uia y en todo ámbito eclesial. Su presencia, silenciosa pero más elocuente que tantas palabras, su oración, el ofrecimiento diario de sus sufrimientos en unión con los de Jesús crucificado para la salvación del mundo, la aceptación paciente y también gozosa de su condición, son un recurso espiritual, un patrimonio para cada comunidad cristiana. ¡No se avergüencen de ser un tesoro precioso de la Iglesia!
El Papa también destacó que la experiencia más fuerte que viva la UNITALSI en el curso del año es la peregrinación a los lugares marianos, especialmente a Lourdes; a la vez que puso de relieve el estilo apostólico y la espiritualidad que los caracteriza que hacen referencia a la Santísima Virgen.
Y concluyó dirigiéndose a estos queridos hermanos y hermanas invitándolos a encomendarse siempre a la protección de nuestra Madre celestial, que nos consuela e intercede por nosotros ante su Hijo. “Que Ella nos ayude – dijo – a ser para cuantos encontramos en nuestro camino un reflejo de Aquel que es Padre misericordioso y Dios de toda consolación”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).