martes, 24 de enero de 2017

Los obispos de EE.UU. recuerdan que la “salud no es un lujo”


Sí a la no financiación del aborto, no a los recortes en las gastos sanitarios en general. Es la posición de los obispos estadounidenses en relación con la “contrarreforma” prometida por el nuevo presidente Donald Trump, a siete año de la entrada en vigor de la Affordable Care Act, más conocida como Obamacare.
Como primer acto de su ingreso el viernes en la Casa Blanca, Trump firmó en seguida un decreto para quitar los costes de la reforma sanitaria de su predecesor.
Contemporáneamente está en discusión en el Congreso, la derogación y la sustitución del Obamacare, del cual, sin embargo, el episcopado quisiera salvar algunos principios.
En una carta firmada por monseñor Frank J. Dewane, obispo de Venice y presidente de la Comisión Episcopal de justicia y desarrollo humano, los prelados dirigen un llamamiento a los parlamentarios, para que “trabajen juntos para proteger a los americanos más vulnerables y conservar los pasos importantes realizados hacia adelante en tema de cobertura y acceso a las curas sanitarias”.
Como recuerda el mismo monseñor Dewan, al mismo tiempo, los obispos había criticado la reforma de Obama por su financiación y facilitación a las prácticas abortivas y por la falta de acceso a los cuidados por parte de los inmigrantes. A pesar de eso, reconocen que la nueva ley ha aportado “importantes mejoras de cobertura” que “deben ser conservadas”.
Una posible derogación del Obamacare, por tanto, no tendría que suceder –desean los obispos– sin la aprobación de una “plan sustitutivo que asegure el acceso a curas sanitarias adecuadas para esos millones de ciudadanos que ahora se confían de este instrumento para la tutela de su salud”.
Obligar a una gran parte de la ciudadanía a tener que vaciar su bolsillo para la salud, podría llevar a una “gran incertidumbre que en este momento resultaría particularmente devastador”, prosigue la nota.
La asistencia sanitaria, añaden los obispos, no debe ser vista como un “lujo” sino como una “plataforma necesaria para ayudar a los individuos y a las familias a prosperar y contribuir al bien común de la sociedad y de la nación”.
En conclusión, el episcopado afirma la posibilidad de realización de un sistema sanitaria “universal y sostenible”, para adoptarse “en una modalidad que incluya la protección de la vida, de la libertad de conciencia y de los inmigrantes”.
Zenit

24 de enero: san Francisco de Sales, obispo y Doctor de la Iglesia

De rancio abolengo alpino, Francisco de Sales (1567-1622), crecido en un ambiente de piedad recibió una educación exquisita que culminó con los Jesuitas en París, de donde pasó a Padua, ciudad en la que se doctoró en Derecho civil y canónico. En su maduración espiritual tuvo un papel decisivo el teólogo jesuita -y también diplomático pontificio- Antonio Possevino, que le inculcó el interés por la Teología y la obra de Santo Tomás de Aquino.
Sin embargo, su padre tenía proyectos más mundanos para él: quiso que ejerciera como abogado y pretendió que contrajera matrimonio con una joven de su rango y condición, pero el futuro santo respondió afirmando su firme vocación eclesiástica y poco después profesó los primeros votos. Ya como diácono, demostró ser un gran predicador. Una virtud que le fue de gran utilidad, cuando, ordenado sacerdote, tuvo que desplegar una gran labor de apostolado para frenar el auge del calvinismo entre sus paisanos e intentar que estos últimos volvieran al redil católico.
Precisamente, fue enviado a Ginebra, núcleo del calvinismo, como obispo coadjutor, pasando a ser, en 1602, el titular de la diócesis. Fue su último cargo eclesial, ya que renunció, durante una estancia en París, a ser el coadjutor del famoso cardenal De Retz. No renunció nunca en cambio, a propagar de forma incansable la fe católica y, a partir, de 1610, contó con la ayuda de la futura santa Juana de Chantal. Juntos fundaron la Orden de la Visitación.
De sus obras destacan especialmente la Introducción a la vida devota y el Tratado del Amor de Dios. En la primera, San Francisco glosa con sencillez los deberes de todo cristiano, transmitiendo como idea principal que sin buena voluntad, el hombre puede recibir la gracia de Dios. En la segunda, analiza en profundidad los grandes aspectos de la Doctrina católica. San Francisco de Sales es el Patrón de los periodistas. Canonizado en 1665, fue declarado Doctor de la Iglesia en 1877.
J.M. Ballester Esquivias (@jmbe12)
Alfa y Omega

El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre



Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera ,lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo:
«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
El les pregunta:
«¿Quienes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice :
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
Palabra del Señor.

El Papa a El País: hay tanta santidad en la Iglesia

Una extensa entrevista al Papa Francisco concedida al periódico español El País, fue publicada en la edición dominical de este 22 de enero. En el diálogo con el periodista Pablo Ordaz, una multiplicidad de temas abordados: desde cuestiones personales, pasando por sus preocupaciones con relacilón a la Iglesia y a las diversas situaciones del mundo actual.
Que la iglesia sea cercana a la gente. En su primera respuesta, el Papa afirma que no ha cambiado desde cuando asumió la sede de Pedro: “Mi personalidad no cambió. No digo que me lo propuse: me salió espontáneo”. “Cambiar a los 76 años es maquillarse. Por ahí no puedo hacer todo lo que quiero, pero el alma callejera está y ustedes lo ven”.
No a la Iglesia anestesiada. La anestesia dada por el espíritu de la mundanidad, es más perjudicial que aquella de los “adormecidos”. Es por eso que el pontífice pone en guardia sobre el espíritu del mundo, que hace que “el pastor se convierte en un funcionario”. “Y eso es el clericalismo, que a mi juicio es el peor mal que puede tener hoy la Iglesia”.
La santidad de la Iglesia. El periodista pregunta sobre la “caja blanca” entregada al Obispo de Roma por su predecesor, el Papa emérito Benedicto: “A mí ese día lo que más me impresionó es la memoria del santo Benedicto, que me dijo: ‘Mirá, acá están las actas, en la caja’ [...] “Todo en la cabeza! Una memoria extraordinaria”, afirma.
También señala la “facilidad” con que se habla de la corrupción de la Curia: “Hay gente corrupta en la Curia, pero muchos santos. Hombres que han pasado toda su vida sirviendo a la gente de manera anónima, detrás de un escritorio, o en un diálogo, o en un estudio para lograr... O sea, ahí adentro hay santos y pecadores”.
Las preocupaciones del pontífice: “Con respecto a la Iglesia, yo diría que la Iglesia no deje de ser cercana. O sea, que procure ser continuamente cercana a la gente. La cercanía. Una Iglesia que no es cercana no es Iglesia”. [...] “Tocar en el prójimo la carne de Cristo”. [...] “Después, en el mundo, es la guerra. Estamos en la Tercera Guerra Mundial en pedacitos. Y últimamente ya se está hablando de posible guerra nuclear como si fuera un juego de baraja: se juega a las cartas… Y eso es lo que más me preocupa”. También la desproporción económica le preocupa, es decir, “que un pequeño grupo de la humanidad tenga más del 80 por ciento de la fortuna, con lo que esto significa en la economía líquida, donde al centro del sistema económico está el dios dinero y no el hombre y la mujer.”
Acerca de la asunción del 45º Presidente de los EE.UU., “por el cual – dice el periodista- el mundo está en tensión”, el Papa Bergoglio afirma en cambio que no le gusta “anticiparse a los acontecimientos ni juzgar a las personas antes”. “Veremos qué hace. Veo cómo actúa, cómo hace, y ahí tomaré mi opinión. Pero asustarme o alegrarme por lo que pueda suceder, en eso creo que podemos caer en una gran imprudencia. En ser profetas o de calamidades o de bienestares que no se van a dar, ni una ni otra. Se verá. Veremos lo que hace y ahí se evalúa. Siempre lo concreto. El cristianismo, o es concreto o no es cristianismo”.
Por otra parte responde a una pregunta sobre las  “reacciones de sectores tradicionales, que ven cualquier cambio como una traición”: “Yo procuro, no sé si lo logro, el Evangelio: hacer lo que manda el Evangelio. Eso es lo que procuro. Soy pecador y no siempre lo logro, pero eso es lo que procuro”. Y resalta que “la historia de la Iglesia no la llevaron adelante los teólogos, ni los curas, las monjas, los obispos” aunque en “sí, en parte”, pero que los verdaderos protagonistas de la historia de la Iglesia “aquellos hombres y mujeres que se quemaron la vida para que el Evangelio fuera concreto”, es decir, “los santos”. “Usted utilizó la palabra ‘revolución’”. “Yo no soy santo. No estoy haciendo ninguna revolución. Estoy tratando de que el Evangelio vaya adelante. Pero imperfectamente, porque me pego mis patinazos a veces”.
La violencia contra las mujeres, fue otro de los argumentos abordados: “Yo visité una de esas colonias con chicas recuperadas el año pasado y había dos hombres, eran voluntarios. Y una me dijo: yo lo encontré a él. Se había casado con el hombre que le había salvado y estaban deseando tener un hijo. Y otra: este es mi novio, nos vamos a casar. El usufructo de la mujer es de las cosas más desastrosas que suceden, también aquí, en Roma. La esclavitud de la mujer”.
Sobre la teología de la liberación, el Papa subraya que “fue una cosa positiva en América Latina. Fue condenada por el Vaticano la parte que optó por el análisis marxista de la realidad. El cardenal Ratzinger hizo dos instrucciones cuando era perfecto de la Doctrina de la Fe. Una muy clara sobre el análisis marxista de la realidad. Y la segunda retomando aspectos positivos. La teología de la liberación tuvo aspectos positivos y también tuvo desviaciones, sobre todo en la parte del análisis marxista de la realidad”.
Acerca del papel de la mujer en la Iglesia, Francisco afirma que “no hay que buscarlo tanto por la funcionalidad” dado que “es más importante que una reivindicación funcional”. Lo que le interesa es “que la mujer nos dé su pensamiento, porque la Iglesia es femenina, es “la” Iglesia, no es el Iglesia, y es “la” esposa de Jesucristo, y ese es el fundamento teologal de la mujer. Y cuando me preguntan “sí, pero la mujer podría tener más…” ¿Pero qué era más importante el día de Pentecostés, la Virgen o los apóstoles? La Virgen. Lo funcional nos puede traicionar en el poner a la mujer en su sitio. Que hay que ponerla. Sí, porque todavía falta mucho, y trabajar para que pueda dar a la Iglesia la originalidad de su ser y de su pensamiento”.
El por qué del aumento de vocaciones procedentes del así llamado “tercer mundo” en Europa, fue otra de las preguntas que le realizaron: “Hace 150 años en América Latina se veían cada vez más curas y monjas europeos, y en África lo mismo y en Asia lo mismo. Las iglesias jóvenes fueron creciendo. En Europa lo que pasa es que no hay natalidad. Italia está bajo cero. Francia es la que creo que está más adelante por todas las leyes de apoyo a la natalidad. Pero no hay natalidad. El bienestar italiano de hace unos años acá cortó la natalidad. Preferimos ir de vacaciones, tenemos un perrito, un gatito…No hay natalidad, y si no hay natalidad no hay vocaciones”.
Por último, la respuesta sobre el próximo Sucesor de Pedro y el cónclave: “Santidad, ¿usted cree que verá el próximo cónclave?” “Eso no lo sé. Que Dios lo decida. Cuando yo sienta que no pueda más, ya mi gran maestro Benedicto me enseñó cómo hay que hacerlo. Y si Dios me lleva antes lo veré desde el otro lado”.
(GM - Radio Vaticano)
(from Vatican Radio)

Homilía del Papa Francisco: Dejémonos perdonar por Dios

Las grandes maravillas del sacerdocio de Cristo que se ha ofrecido a sí mismo, una vez para siempre, por el perdón de los pecados, ahora intercede por nosotros ante el Padre y volverá para llevarnos con Él. Son las tres etapas del sacerdocio de Cristo que el Pontífice puso de manifiesto en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Pero Francisco advirtió que existe “la blasfemia imperdonable” contra el Espíritu Santo.
El sacerdocio de Cristo estuvo en el centro de las meditaciones del Papa Bergoglio. Su reflexión comenzó a partir de la Primera Lectura del día, tomada de la Carta a los Hebreos, que se refiere a Cristo Mediador de la Alianza que Dios hace con los hombres. Jesús es el Sumo Sacerdote. Y el sacerdocio de Cristo es la gran maravilla, la más grande de las maravillas, que nos hace cantar un canto nuevo al Señor, como dice el Salmo responsorial.
Las tres etapas del sacerdocio de Cristo
El Santo Padre explicó que el sacerdocio de Cristo se desarrolla en tres momentos. El primero es la Redención: mientras los sacerdotes de la Antigua Alianza debían ofrecer sacrificios cada año, “Cristo se ofreció a sí mismo, una vez para siempre, por el perdón de los pecados”. Con esta maravilla – dijo el Papa – “nos ha llevado al Padre”, “ha re-creado la armonía de la creación”.
La segunda maravilla es la que el Señor hace ahora, es decir, reza por nosotros. “Mientras nosotros rezamos aquí, Él reza por nosotros”, “por cada uno de nosotros”, subrayó Francisco: “Ahora – dijo – vivo ante el Padre, intercede”, para que la fe no decaiga. En efecto – añadió – “cuántas veces se pide a los sacerdotes que recen porque sabemos que la oración del sacerdote tiene cierta fuerza, precisamente en el sacrificio de la Misa”.
La tercera maravilla será cuando Cristo volverá, pero esta vez no será con relación al pecado, sino que será “para hacer el Reino definitivo”, cuando nos llevará a todos con el Padre:
“Existe esta gran maravilla, este sacerdocio de Jesús en tres etapas – aquella en la que perdona los pecados, una vez para siempre; aquella en la que intercede ahora por nosotros; y aquella que sucederá cuando Él volverá – pero también está lo contrario, ‘la imperdonable blasfemia’. Es duro escuchar decir a Jesús estas cosas, pero Él lo dice y si Él lo dice es verdad. ‘En verdad les digo: todo será perdonado a los hijos de los hombres – y nosotros sabemos que el Señor perdona todos si nosotros abrimos un poco el corazón. ¡Todo! – los pecados y también todas las blasfemias que dirán  – ¡también las blasfemias serán perdonadas! – pero quien habrá blasfemado contra el Espíritu Santo no será perdonado eternamente’”.
La blasfemia imperdonable” contra el Espíritu Santo
Para explicar esto, el Papa aludió a la gran unción sacerdotal de Jesús que hizo el Espíritu Santo en el seno de María, mientras los sacerdotes en la ceremonia de ordenación son ungidos con el óleo:
“También Jesús, como Sumo Sacerdote recibió esta unción. ¿Y cuál fue la primera unción? La carne de María con la obra del Espíritu Santo. Y aquel que blasfema sobre esto, blasfema sobre el fundamento del amor de Dios, que es la redención, la re-creación; blasfema sobre el sacerdocio de Cristo. ‘Pero ¡qué malo!, ¿el Señor no perdona?’ – ‘¡No! ¡El Señor perdona todo! Pero al que dice estas cosas se le cierra el perdón. ¡No quiere ser perdonado! ¡No se deja perdonar!’. Esto es lo feo de la blasfemia contra el Espíritu Santo: no dejarse perdonar, porque reniega la unción sacerdotal de Jesús, que hizo el Espíritu Santo”.
No cerrar el corazón ante la maravilla del sacerdocio de Cristo
Al concluir, el Pontífice volvió a afrontar el tema de las grandes maravillas del sacerdocio de Cristo y de la “imperdonable blasfemia”, que es tal “no porque el Señor no quiera perdonar todo, sino porque el que la comete está tan cerrado que no se deja perdonar: la blasfemia contra esta maravilla de Jesús”:
“Hoy nos hará bien, durante la Misa, pensar que aquí, en el altar, se hace memoria viva del primer sacerdocio de Jesús, porque Él estará presente aquí, cuando ofrece su vida por nosotros; también está la memoria viva del segundo sacerdocio, porque Él rezará aquí; y también, en esta Misa – lo diremos después en el Padrenuestro – está el tercer sacerdocio de Jesús, cuando Él volverá, nuestra esperanza de la gloria. En esta Misa pensemos en estas cosas bellas. Y pidamos al Señor la gracia de que nuestro corazón no se cierre jamás, ¡no se cierre jamás! – pensemos en esta maravilla, en esta gran gratuidad”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

¿Cómo irradiar fe a los demás cuando necesitas que la tuya crezca?


"Se queda siempre en el andén, viendo partir los trenes donde los demás se van felices, mientras él solo saborea el sudor de haberles ayudado en esa felicidad" (Martín Descalzo).

Estoy leyendo el libro «Ven sé mi luz» sobre las cartas de la Madre Teresa de Calcuta, una gran santa que todos ya conocemos. En este libro se revela su vida interior y la forma en la que Dios la invitó a participar muy de cerca en sus misterios, haciéndola pasar por una gran oscuridad espiritual; no durante un año, durante cinco o diez… sino ¡durante cincuenta años! A pesar de esto, ella se mantuvo alegre, llena de fe y de amor, pero en su interior sufría mucho: «Hay tanta contradicción en mi alma: un profundo anhelo de Dios, tan profundo que hace daño; un sufrimiento continuo, y con ello el sentimiento de no ser querida por Dios, rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin celo… El cielo no significa nada para mí: ¡me parece un lugar vacío!». Estas palabras no tienen nada de sentido figurado, realmente la fe de la Madre Teresa estaba siendo probada. Durante esos años de oscuridad experimenta el vértigo que supone la posibilidad de negar a Dios: «He estado a punto de decir no… Me siento como si algo se fuera a partir en mí en cualquier momento”. Siente una soledad impresionante que parece hace tambalear incluso su fe:
«Señor, mi Dios, ¿quién soy yo para que me abandones? […] Llamo, me aferro, quiero, pero nadie responde, nadie a quien agarrarme, no, nadie. Sola, ¿dónde está mi fe? Incluso en lo más profundo no hay nada, excepto vacío y oscuridad, mi Dios».
De lo que voy leyendo hasta ahora, quisiera compartirles 3 reflexiones muy sencillas que a mí me han ayudado mucho:
1. La oscuridad nos lleva a buscar con más fuerza la luz
Sabemos que la oscuridad nos lleva a buscar con más fuerza la luz. Esta fue la historia de la Madre Teresa. Su prueba de fe la hacía tener un deseo inmenso (hasta doloroso) de Dios. Ella no sabía cuándo iba a encontrar esa luz, pero era tan profundo su amor a Él, que, con gran valentía y humildad, confía, le dice que sí en todo momento, se abandona y espera. Muchas veces la espera nos desanima, nos frustra y nos hace dudar. Para la Madre Teresa, esperar significa tener la certeza de que Dios actúa siempre y para el bien de sus hijos. Me quedo entonces con que la confianza es una opción y la pueden vivir aquellos que tienen fe y amor (aunque éstos sean pequeños, más pequeños que un grano de mostaza).
2. No es lo mismo una prueba de fe que una crisis de fe
La Madre Teresa fue una mujer apasionadamente enamorada de Jesús. En los primeros años de su consagración había experimentado esa intimidad con Él. Luego todo desapareció, no porque ella quisiera, sino porque Jesús lo quiso así. Lo que vivió no fue una crisis de su propia fe, fue una prueba. ¿En qué radica la diferencia? En que su deseo de estar con Jesús siempre fue el mismo. Lo que ella más quería era amar a Jesús y Él quiso mostrarle que la mejor forma de hacerlo era seguir siendo su esposa, pero esposa de un Jesús crucificado. Un Jesús que está sediento y quiere que nosotros lo ayudemos a saciar su sed. Esta imagen expresa la intensidad del deseo y del anhelo que Jesús siente por nosotros. Como respuesta a este intenso amor, la Madre Teresa, quiso responder con todo su ser y se dedicó a «saciar la sed de Jesús en la Cruz por amor y por las almas».
Algunos santos también experimentaron una noche oscura como parte de su unión mística (Santa Teresita de Jesús, San Juan de la Cruz). Este momento se les reveló como la forma de vivir la unión con Jesús; una unión contemplativa por medio de la consolación, el deseo de hacer su voluntad, la sequedad y un anhelo intenso y hondo de Dios. Todas estas experiencias no significaron que la Madre Teresa perdiera su fe, sino que permitieron que aumentara por medio de la búsqueda y el deseo. Como decía ella, la hicieron tener “una fe ciega, una fe pura”: «No puedo decir que estoy distraída, porque mi mente y mi corazón, están continuamente con Dios».  
3. No hay nada más cierto que la fe se fortalece dándola (aunque tú no tengas mucha)
Me gustó mucho algo que la Madre Teresa le dijo a sus hermanas: «Mis queridas hijas, sin sufrimiento, nuestro trabajo sería solo trabajo social, muy bueno y útil, pero no sería la obra de Jesucristo, no participaría de la redención. Jesús deseaba ayudarnos compartiendo nuestra vida, nuestra soledad, nuestra agonía y muerte. Todo esto Él lo asumió en sí mismo, y le llevó a la noche más oscura. Solo siendo uno de nosotros nos podía redimir. A nosotros se nos permite hacer lo mismo: toda la desolación de los pobres, no solo su pobreza material, sino también su profunda miseria espiritual deben ser redimidas y debemos compartirlas».
Estas palabras me dieron mucha luz. Se trata no solo de conmovernos por lo que Dios hace por nosotros o por el sufrimiento del mundo. Se trata de compartirlo. No siempre tendremos la mejor voluntad de ánimo para hacerlo, pero para Dios cuenta el que ofrezcamos vivirlo por amor a Él, para saciar su sed.
Pensando en esto, me acordé de una historia muy bonita del Padre José Luis Martín Descalzo:
«El otro día vinieron a entrevistarme unos estudiantes de periodismo para no sé qué revista juvenil, y me preguntaron: “Y tú, ¿no te cansas nunca de dar aliento a los demás?” Les dije que sí, que me cansaba por lo menos tres veces al día. Lo que ocurría es que también por lo menos cinco veces al día sentía la necesidad de no convertir en estéril mi vida y aún no había encontrado otra tarea mejor que esa.
Y cuando los muchachos se fueron, me puse a pensar en un viejo amigo mío que era mozo de equipajes de Valladolid. Debía de tener más o menos la edad que yo tengo ahora, pero entonces a mí me parecía muy viejo. Pero lo asombroso era su permanente alegría. No sabía hacer su trabajo sin gastarte una broma, y cuando te hacía un favor, parecía que se lo hubieses hecho tú a él. Un día le pregunté: “Y tú, ¿cuándo te vas de vacaciones?” Se rio y me dijo: “Me voy un poco en cada maleta que subo para los que se van hacia la playa”.
Él sonreía, pero fui yo quien se marchó desconcertado. Nunca había pensado en lo dramático de esa vocación de alguien que se pasa la vida ayudando a viajar a los demás, pero él se queda siempre en el andén, viendo partir los trenes donde los demás se van felices, mientras él solo saborea el sudor de haberles ayudado en esa felicidad. ¿Solo el sudor? No se lo dije a mi amigo, el mozo de equipajes, porque se hubiera reído de mí y me hubiera explicado que el sudor le quedaba por fuera, mientras por dentro le brotaba una quizá absurda, pero también maravillosa satisfacción».
Luisa Restrepo

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