martes, 20 de agosto de 2013

SAN BERNARDO DE CLARAVAL, CISTERCIENSE, DOCTOR DE LA IGLESIA

Bernardo de Fontaines nació en Dijon, Borgoña (Francia) en 1090. Ingresó al Convento de Monjes Benedictinos llamado Cister a los 22 años, pero además convenció a familiares y amigos a que entraran junto con él (ingresaron alrededor de 30). Dos años después funda un monasterio, Claraval,  del que es nombrado abad. Allí es donde forja su santidad. Durante su vida fundó más de 300 conventos. Tenía el don de atraer a jóvenes a la vida religiosa, además hizo llegar a la santidad a muchos de sus discípulos, lo llamaban “el cazador de almas y vocaciones”. Sus sermones hacían vibrar a la gente. Uno de sus discípulos llegó a ser Sumo Pontífice, Eugenio III.
 

Entre sus numerosas obras, cabe destacar De amore Dei, donde San Bernardo muestra que la manera de amar a Dios es amarle sin medida,  "De consideratione" dirigido al Papa Eugenio III, más de trescientos sermones y muchos poemas. Señaló tres etapas en el camino hacia la experiencia mística: la vida práctica, la vida contemplativa y el éxtasis, momento en que el alma se une a Dios. Muy devoto de la Santísima Virgen María, escribió “-Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar: ¡invoca a María!”.

 A San Bernardo se le deben las últimas palabras de la Salve: "Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María", así como la bellísima oración del "Acordaos."Murió a los 63 años, el 20 de agosto de 1153. Fue Canonizado en 1174 por Alejandro III. Posteriormente fue declarado Doctor de la Iglesia por Pío VIII en 1830.


Oración:

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.