Muchas veces, alguno de nosotros, vivimos nuestra religión muy superficialmente, vemos o actuamos en situaciones muy poco caritativas, pero, pasamos, no pasa nada, ya lo pensaré mañana...
¡Cuántas veces nos da miedo mirar "con lupa" en nuestro interior!. Preferimos vivir aceptando una forma de vida que sabemos nos va endureciendo, nos hace crearnos un Dios a nuestra medida y nos aleja de nuestro Señor. Pero esta forma de vivir nos produce un doloroso vacío interior.
Debemos darnos cuenta de que nuestra verdadera felicidad depende de nuestro amor a Dios, anhelo de estar con Él, de hacer su voluntad, de aceptar nuestros contratiempos. Y entonces todo el amor que tenemos en nuestro corazón y que a veces nos quema por dentro, va dirigido hacia el principio y fin de nuestra vida: Nuestro Señor.
Recemos, pidamos e incluso supliquemos a Jesús que nos ayude a convertirnos esta cuaresma y en nuestra conversión de cada día.
Que Dios os guarde.
H. de Carmen