viernes, 13 de diciembre de 2013

Papa Francisco: Dios nos habla como un padre a un niño pequeño

Dios re rebaja y nos habla igual que podrían hacerlo los padres de un niño pequeño, con gran ternura, dijo el Papa el jueves, al comentar el libro de Isaías durante la misa diaria en la Casa de Santa Marta. En estas últimas semanas de preparación para la Navidad, «nos hará bien escuchar» las palabras llenas de amor y ternura que nos dirige Dios. «Nos hará tanto bien. Normalmente, la Navidad parece una fiesta de mucho barullo... Nos hará bien guardar un poco de silencio»
Noticia digital (13-XII-2013)


Preparándonos para la Navidad, nos hará bien guardar un poco de silencio para escuchar a Dios, que nos habla con la ternura de un padre y de una madre, dijo el jueves el Papa Francisco, durante la celebración eucarística en la Casa de Santa Marta.

Al comentar la lectura del libro del profeta Isaías, el Santo Padre subrayó no tanto «lo que dice el Señor», sino «cómo lo dice». Dios nos habla como lo hacen los padres de un niño pequeño. «Cuando un niño tiene una pesadilla, se despierta, llorando..., el papá va y le dice: no tengas miedo, no tengas miedo , Yo estoy aquí, aquí. Así habla el Señor. No tengas miedo, gusano de Jacob, larva de Israel. El Señor tiene esta forma de hablar: se acerca ...

 Cuando miramos a un padre o a una madre que habla con su hijo, vemos que éstos se vuelven pequeños y hablan con la voz de un niño y hacen gestos de niños. Alguien que los ve desde el exterior puede pensar, ¡pero estos son ridículos! Se empequeñecen, allí mismo, ¿no? Porque el amor de la mamá y del papá tiene que acercarse. Uso esta palabra, empequeñecerse, precisamente para alcanzar el mundo del niño. Sí: si mamá y papá le hablan normalmente, el niño igualmente entenderá, pero ellos quieren adoptar la forma de hablar del niño. Se acercan, se hacen niños. Así también es el Señor».

Los teólogos griegos -recordó el obispo de Roma- explicaban esta actitud de Dios con «una palabra muy difícil: la synkatábis», o sea «la condescendencia de Dios que desciende para hacerse como uno de nosotros». «Y entonces, el papá y la mamá también dicen cosas un poco ridículas al niño: ¡Mi amor, mi juguete...», y todas esas cosas. El Señor dice: «Gusanito de Jacob», «eres como un gusano para mí, una cosita pequeña, pero te quiero mucho». Éste es el lenguaje de Dios,  el lenguaje del amor de padre, de madre.
«¿La Palabra del Señor? Sí, escuchemos lo que nos dice. Pero también veamos cómo lo dice: y nosotros debemos hacer aquello que hace el Señor, hacer aquello que dice y hacerlo como lo dice: con amor, con ternura, con esa condescendencia hacia los hermanos». Dios -explicó Francisco citando el encuentro de Elías con el Señor- es como «la brisa suave», o -como dice el texto original- «un hilo sonoro de silencio». Así «el Señor se acerca con aquella sonoridad del silencio propia del amor. Sin hacer espectáculo». Y «se hace pequeño para hacerme fuerte»; «Él va hacia a la muerte, con esa condescendencia, para que yo pueda vivir».
«Ésta es la música del lenguaje del Señor, y nosotros en preparación hacia la Navidad debemos escucharla: nos hará bien escucharla, nos hará tanto bien. Normalmente, la Navidad parece una fiesta de mucho barullo: nos hará bien guardar un poco de silencio y escuchar estas palabras de amor, palabras de tanta cercanía, estas palabras de ternura... ¡Eres un gusano, pero te amo tanto! Por esto. Y guardar silencio, en este momento en el que, como dice el prefacio, estamos en espera, vigilantes».
Fuente: Alfa y Omega

Reflexión Espiritual. Juan Pablo II, Audiencia General, 6 de diciembre de 2000


El hombre no es un testigo inerte del ingreso de Dios en la historia. Jesús nos invita a "buscar" activamente "el reino de Dios y su justicia" y a considerar esta búsqueda como nuestra preocupación principal (cf. Mt 6, 33). 

A los que "creían que el reino de Dios aparecería de un momento a otro" (Lc 19, 11), les recomienda una actitud activa en vez de una espera pasiva, contándoles la parábola de las diez minas encomendadas para hacerlas fructificar (cf. Lc 19, 12-27). [...]


Así pues, todos los justos de la tierra, incluso los que no conocen a Cristo y a su Iglesia, y que, bajo el influjo de la gracia, buscan a Dios con corazón sincero (cf. Lumen gentium, 16), están llamados a edificar el reino de Dios, colaborando con el Señor, que es su artífice primero y decisivo. 

Por eso, debemos ponernos en sus manos, confiar en su palabra y dejarnos guiar por él como niños inexpertos que sólo en el Padre encuentran la seguridad: "El que no reciba el reino de Dios como niño -dijo Jesús-, no entrará en él" (Lc 18, 17).

De News.va

La libertad que viene de la predicación hace crecer a la Iglesia, el Papa el viernes en Santa Marta


Los cristianos alérgicos a los predicadores siempre tienen algo que criticar, pero en realidad tienen miedo de abrir la puerta al Espíritu Santo y se vuelven tristes: lo afirmó el Papa Francisco este viernes en la Misa presidida en la Casa de Santa Marta. 

En el Evangelio del día, Jesús compara la generación de su tiempo con aquellos muchachos siempre descontentos “que no saben jugar con felicidad, que rechazan siempre la invitación de los otros: si hay música, no bailan; si se canta un canto de lamento, no lloran … ninguna cosa les está bien”. 

El Santo Padre explicó que aquella gente “no estaba abierta a la Palabra de Dios”. Su rechazo “no es al mensaje, es al mensajero”. Rechazan a Juan el Bautista, que “no come y no bebe” pero dicen que “¡es un endemoniado!”. Rechazan a Jesús, porque dicen que “es un glotón, un borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Siempre tienen un motivo para criticar al predicador:

“Y ellos, la gente de aquel tiempo, preferían refugiarse en una religión más elaborada: en los preceptos morales, como aquel grupo de fariseos; en el compromiso político, como los saduceos; en la revolución social, como los zelotas; en la espiritualidad gnóstica, como los esenios. Con su sistema bien limpio, bien hecho. Pero al predicador, no. También Jesús les hace recordar: ‘Sus padres han hecho lo mismo con los profetas’. El pueblo de Dios tiene una cierta alergia por los predicadores de la Palabra: a los profetas, los ha perseguido, los ha asesinado”. 

Estas personas - prosiguió el Obispo de Roma- dicen aceptar la verdad de la revelación, “pero al predicador, la predicación, no. Prefieren una vida enjaulada en su preceptos, en sus compromisos, en sus planes revolucionarios o en su espiritualidad” desencarnada. Son aquellos cristianos siempre descontentos de lo que dicen los predicadores: 

“Estos cristianos que son cerrados, que están enjaulados, estos cristianos tristes … no son libres. ¿Por qué? Porque tienen miedo de la libertad del Espíritu Santo, que viene a través de la predicación. Y este es el escándalo de la predicación, del que hablaba San Pablo: el escándalo de la predicación que termina en el escándalo de la Cruz. Escandaliza el hecho que Dios nos hable a través de hombres con límites, hombres pecadores: ¡escandaliza! Y escandaliza más que Dios nos hable y nos salve a través de un hombre que dice que es el Hijo de Dios y que termina como un criminal. Eso escandaliza”.

“Estos cristianos tristes – afirmó Francisco - no creen en el Espíritu Santo, no creen en aquella libertad que viene de la predicación, que te advierte, te enseña, te abofetea, también; pero que es precisamente la libertad que hace crecer a la Iglesia”: 
Viendo a esos muchachos que tienen miedo de bailar, de llorar, miedo de todo, que en todo piden seguridad, pienso en esos cristianos tristes que siempre critican a los predicadores de la Verdad, porque tienen miedo de abrir la puerta al Espíritu Santo. Recemos por ellos, y recemos también por nosotros, para que no nos convirtamos en cristianos tristes, quitando al Espíritu Santo la libertad de venir a nosotros a través del escándalo de la predicación”. 
(RC-RV)