Como cada año, en el primer Domingo de
Cuaresma, se presenta el evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto.
Fue a partir de este pasaje que el papa centró su enseñanza, recordando que “al
comenzar su ministerio público, Jesús tuvo que desenmascarar y rechazar las
falsas imágenes del Mesías que el tentador le proponía”.
Hoy, dijo,
“estas tentaciones son también imágenes falsas del hombre, que en todo tiempo
socavan la conciencia, disfrazándose de propuestas convenientes y eficaces,
incluso buenas”.
En el relato de los evangelistas Mateo y Lucas, se
presentan tres tentaciones de Jesús, “cuyo núcleo central consiste siempre en
instrumentalizar a Dios para los propios intereses, dando más importancia al
éxito o a los bienes materiales”, explicó el papa.
De esta manera,
continuó, “Dios se vuelve secundario, se reduce a un medio, al final se
convierte en irreal, ya no importa, se desvanece”. Ante esto el catequista
universal preguntó a los fieles: “En los momentos decisivos de la vida (..) ¿o
bien queremos seguir el yo, o a Dios? ¿El interés individual o el verdadero
Bien, aquello que es realmente bueno?”
A fin de vivir a salvo del
tentador, Benedicto XVI recordó que Jesús, “es la mano que Dios ha tendido al
hombre, a la oveja perdida, para que vuelva a salvo (..) no tengamos miedo de
afrontar también nosotros la lucha contra el espíritu del mal: lo importante es
lo que lo hacemos con Él, con Cristo, el vencedor”.
BenedictoXVI