domingo, 13 de diciembre de 2015

Carlos Osoro abre la puerta de la misericordia en Madrid Arzobispo de Madrid: "Comunicar el amor misericordioso de Dios es nuestra misión"

El arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, presidió hoy en la catedral de Santa María la Real de la Almudena la apertura del Año de la Misericordia en la diócesis. En su homilía, el prelado de la capital asegura que la misión de los católicos es "comunicar el amor misericordioso de Dios", cuya omnipotencia "se manifiesta en su misericordia, que es paciente y eterna". E inivta a llevarla a "todas las periferias".
Acompañaban a Carlos Osoro, el nuncio del Papa en España, Renzo Fratini, el obispo auxiliar, Martínez Camino, y decenas de sacerdotes. También estuvo presente, sin concelebrar, el cardenal Rouco Varela, en un sitial colocado al otro lado del del arzobiso madrileño.
Texto íntegro de la homilía del arzobispo de Madrid
Una vez inaugurado el Año Jubilar de la Misericordia el pasado día 8 de diciembre en Roma por el Papa Francisco, en todas las catedrales de las Iglesias Particulares del mundo, en este III Domingo de Adviento, hemos abierto la Puerta Santa, que nos expresa visiblemente cómo se abre, para todos nosotros y para la humanidad entera, la puerta de la misericordia de Dios. Es una gracia inmensa para todos nosotros atravesar esta puerta, que representa a Cristo.
Os invito a todos a atravesar esta puerta, a deteneros en ella unos momentos, y sentir en lo más profundo del corazón cómo, entrando por Cristo, en Cristo y con Cristo, estamos dispuestos a vivir con todas las consecuencias el paso por esta puerta de Verdad, de Vida, de Amor, de Misericordia; que no es más que mostrar con nuestra vida que, lo que Cristo nos da, lo repartimos a quienes nos encontremos en el camino de nuestra vida. Cristo te acoge. Te regala su amor. Te acoge.
Cuando paséis la Puerta, que es Cristo, tomad conciencia del regalo que nos hace. Entramos por ella para obtener misericordia y perdón. «Yo soy la puerta -dice el Señor-: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos» (Jn 10, 9). Jesús tiene un rostro y con él, nos da su mensaje, que no es otro que la misericordia. Es el mensaje más fuerte del Señor. Cristo con su misericordia nos abraza y nos da la gracia de poder confiarle a Él nuestra vida. ¿Cuál es ese mensaje que nos dice? Este: «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

Quizá tengáis la tentación de decir: «¡Ay, señor arzobispo, si usted conociera mi vida!». No importa, entra por Él, confía en la misericordia de Dios. Dile a Jesús lo que tienes, ya que te pesa y te ata quitándote la esperanza, la libertad y la alegría. El Señor te abraza, te besa, te dice «tampoco yo te condeno, anda en adelante no peques más». Es verdad que no es fácil. No es fácil hacerlo, pues supone entrar en un abismo incomprensible. La omnipotencia de Dios se manifiesta en la misericordia, que es paciente y es eterna. No estamos acostumbrados a esto, a que se nos ame de esa manera; tampoco nosotros los hacemos con los demás. No estamos acostumbrados a escuchar lo que Jesús dijo desde la Cruz: «Perdónales, porque no saben lo que hacen». Y sin embargo, hemos de hacerlo. Escuchar estas palabras trae salud al mundo, a la historia de los hombres.

Repartir al que no tiene

La palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.
El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.
Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Así de simple y claro.
¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?
¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana?¿No hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos?
Mientras nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos «cautivos de una religión burguesa». El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario, es esta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.
Por eso, hemos valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este «cautiverio», comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad ycultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano.

José Antonio Pagola

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO

El papa Francisco nos sorprende constantemente con su testimonio y enseñanzas, como sucedió con la exhortación “Evangelii Gaudium” (La alegría del Evangelio), referencia oportuna para este tiempo de Adviento, y de manera especial para este Domingo de la Alegría.
Aún tengo en mis oídos la memoria del eco de los cánticos que entonamos por las calles de Jerusalén, al alba, durante el Via Crucis. Como parábola y deseo, los peregrinos cantábamos: “¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!”
Hoy es el profeta quien invita a la ciudad santa a alegrarse: “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén”. “El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta».
La razón de la alegría a la que nos invita la Liturgia no es otra que la certeza de la proximidad del Señor. Pero no como si hiciéramos representación, poniéndonos en el supuesto de que va a llegar el Señor a visitarnos, sino porque está en medio de nosotros. “Gritad jubilosos: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.».”
La razón de la alegría es la proximidad de la Navidad -“Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca”-, pero sobre todo el sabernos habitados por la presencia divina. Él nos habita.
Esta verdad nos debería hacer a todos los humanos mucho más respetuosos. Juan Bautista nos aconseja: -«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.» Y el papa Francisco, al inicio de su exhortación, nos invita: “En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos, para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría”, que no es otra que Jesucristo: “Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG 1).
Hoy, en las Iglesias particulares, se abre la puerta de la misericordia, motivo de alegría, de reconciliación, de paz, de convivencia, de novedad de vida, de agradecimiento, de encuentro más vivo con la persona de Jesucristo, pues Él es la Puerta, y de reconciliación con los hermanos y con toda la creación.
El motivo de la alegría es la celebración del amor de Dios, quien “en la « plenitud del tiempo» (Gal 4,4), cuando todo estaba dispuesto según su plan de salvación, envió a su Hijo, nacido de la Virgen María, para revelarnos de manera definitiva su amor. Quien lo ve a Él, ve al Padre (cfr Jn 14,9). Jesús de Nazaret, con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios”.

Buenafuente es “Templo Jubilar”. ¡Feliz Año de la Misericordia!

Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego

Lectura del santo evangelio según san Lucas 3, 10-18

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: - «¿Entonces, qué hacemos?»

Él contestó: - «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.»

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: - «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?»

Él les contestó: - «No exijáis más de lo establecido.»

Unos militares le preguntaron: - «¿Qué hacemos nosotros?»

Él les contestó: - «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.»

El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no seria Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: - «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.»

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio

Palabra del Señor