El arzobispo de Madrid, monseñor
Carlos Osoro, presidió hoy en la catedral de Santa María la Real de la Almudena la
apertura del Año de la Misericordia en la diócesis. En su homilía, el prelado
de la capital asegura que la misión de los católicos es "comunicar el amor
misericordioso de Dios", cuya omnipotencia "se manifiesta en su
misericordia, que es paciente y eterna". E inivta a llevarla a "todas
las periferias".
Acompañaban a Carlos
Osoro, el nuncio del Papa en España, Renzo Fratini, el obispo auxiliar,
Martínez Camino, y decenas de sacerdotes. También estuvo presente, sin concelebrar,
el cardenal Rouco Varela, en un sitial colocado al otro lado del del arzobiso
madrileño.
Texto íntegro de la homilía del arzobispo
de Madrid
Una vez inaugurado el Año Jubilar de la
Misericordia el pasado día 8 de diciembre en Roma por el Papa Francisco, en
todas las catedrales de las Iglesias Particulares del mundo, en este III
Domingo de Adviento, hemos abierto la Puerta Santa, que nos expresa
visiblemente cómo se abre, para todos nosotros y para la humanidad entera, la
puerta de la misericordia de Dios. Es una gracia inmensa para todos nosotros
atravesar esta puerta, que representa a Cristo.
Os invito a todos a atravesar esta puerta,
a deteneros en ella unos momentos, y sentir en lo más profundo del corazón
cómo, entrando por Cristo, en Cristo y con Cristo, estamos dispuestos a vivir
con todas las consecuencias el paso por esta puerta de Verdad, de Vida, de
Amor, de Misericordia; que no es más que mostrar con nuestra vida que, lo que
Cristo nos da, lo repartimos a quienes nos encontremos en el camino de nuestra
vida. Cristo te acoge. Te regala su amor. Te acoge.
Cuando paséis la Puerta, que es Cristo,
tomad conciencia del regalo que nos hace. Entramos por ella para obtener
misericordia y perdón. «Yo soy la puerta -dice el Señor-: quien entre por mí se
salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos» (Jn 10, 9). Jesús tiene un
rostro y con él, nos da su mensaje, que no es otro que la misericordia. Es el
mensaje más fuerte del Señor. Cristo con su misericordia nos abraza y nos da la
gracia de poder confiarle a Él nuestra vida. ¿Cuál es ese mensaje que nos dice?
Este: «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
Quizá tengáis la tentación de decir: «¡Ay,
señor arzobispo, si usted conociera mi vida!». No importa, entra por Él, confía
en la misericordia de Dios. Dile a Jesús lo que tienes, ya que te pesa y te ata
quitándote la esperanza, la libertad y la alegría. El Señor te abraza, te besa,
te dice «tampoco yo te condeno, anda en adelante no peques más». Es verdad que
no es fácil. No es fácil hacerlo, pues supone entrar en un abismo
incomprensible. La omnipotencia de Dios se manifiesta en la misericordia, que
es paciente y es eterna. No estamos acostumbrados a esto, a que se nos ame de
esa manera; tampoco nosotros los hacemos con los demás. No estamos
acostumbrados a escuchar lo que Jesús dijo desde la Cruz: «Perdónales, porque
no saben lo que hacen». Y sin embargo, hemos de hacerlo. Escuchar estas
palabras trae salud al mundo, a la historia de los hombres.
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