La palabra
del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio
de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta:
¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando
escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.
El Bautista
no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas
ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana,
desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa,
digna y fraterna.
Lo más
decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las
necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su
simplicidad y verdad: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no
tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Así de simple y claro.
¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde
más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por
sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda
clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?
Y ¿qué
podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana?¿No
hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más
viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un
bienestar que nos impide ser más humanos?
Mientras
nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento
actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos «cautivos
de una religión burguesa». El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos,
no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al
contrario, es esta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús,
vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la
solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.
Por eso,
hemos valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se
rebelan contra este «cautiverio», comprometiéndose en gestos concretos de
solidaridad ycultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano.
José Antonio
Pagola
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