lunes, 26 de marzo de 2012

DIALOGANDO CON EL SEÑOR

Señor, lloramos muchas veces; cuando nuestra vida se ensombrece, cuando se derrumba la esperanza,
cuando se trunca una ilusión, cuando se nos oculta el sol y la sombra se convierte en negra oscuridad.

Señor , cuando lloramos se nos cierra el horizonte, desaparece la paz y la luz se oscurece.

Señor, en esa experiencia de llanto y dolor, ¿dónde estás tú?

Señor, en esta experiencia de desamparo, ¿te has oculatado a mi corazón?

Señor, cuando lloro hoy de dolor, o siento pena en mi corazón, ¿añoro tu presencia de "ayer", siempre mejor que en el "aquí y ahora".

Señor, ¿dónde estás cuando lloro de dolor, cuando las lágrimas entristecen mi rostro, cuando el alma sufre una pena inconsolable?.

Señor, ¿no eres tú la luz de mi alma, ternura infinita, consuelo y descanso de mi corazón?.

Señor, ¿será posible buscarte más allá de mis lágrimas de dolor y encontrarte en el fondo de mi alma?.

Señor, con tu amanecer se ilumina mi alma, mi corazón se ensancha y mi rostro, suavemente se ensancha de amor.

Señor, felices los que lloran, porque ellos serán consolados.

Señor, felices porque, más allá de las lágrimas, existe una ternura de infinita que nos hace UNO en el amor.

Señor, felices los que lloramos de dolor, porque nuestras lágrimas serán serán gozo y suavidad de tu presencia.

Señor, felices seremos los que lloramos, porque descubrimos que tú, en el centro de nuestra alma, eres nuestro consuelo, nuestra paz y nuestra alegría profunda.

Del libro: "En ti vivimos, Señor" de Manuel J. Fernández