domingo, 30 de julio de 2017

¿Cadáveres que contradicen a Dios? Matanza o revolución pacífica de Israel en Palestina




El periódico El País de ha publicado un interesante trabajo de N. Domínguez titulado: Los cadáveres que contradicen a Dios con su ADN (con el subítulo: El análisis genético demuestra que la civilización que inventó uno de los primeros alfabetos no fue exterminada como se pensaba. (En el fondo estaría el hecho de que la Biblia no tenía razón al decir que los judíos mataron a todos los cananeos, como deberían haber hecho según la Biblia y ... no sé si eso sería una buena o mala noticia).
https://elpais.com/.../26/ciencia/1501071277_630340.html...

El trabajo científico donde se fundamenta Domínguez ha sido escrito por M. Haber y otros, Continuity and Admixture in the Last Five Millennia of Levantine History from Ancient Canaanite and Present-Day Lebanese Genome Sequences (Continuidad y mezclas en las secuencias de genoma a lo largo de cinco milenios de la historia del Levante, desde los antiguos cananeos hasta los libaneses de la actualidad), publicado en The American Journal of Human Genetics (2017), 
http://dx.doi.org/10.1016/j.ajhg.2017.06.013 (cf. también http://www.cell.com/ajhg/pdf/S0002-9297(17)30276-8.pdf).
Agradezco la refeencia a A. Furlani. Él me ha indicado la distinción entre el trabajo original de M. Haber (preciso, substancial) y la aplicación de N. Domínguez, con su atrevida "inferencia" sobre los cadáveres y Dios.
El argumento de este último trabajo (cuya lectura recomiendo, a pesar de todo, a mis amigos) se resume en tres ideas, que pueden resumirse así:
a) El análisis del ADN de una serie de restos humanos de Sidón(actual Fenicia), enterrados hace unos 3600 años (hacia el 1600 a.C.), muestra que ellos son de antepasados genéticos de los actuales fenicios (libaneses)
b) Las leyes del “herrem” de la Biblia piden a los invasores israelitas de los años 1300/1200 a.C. que maten a todos los cananeos, entre los cuales se encontraban los fenicios, cosa que los israelitas habrían cumplido a rajatabla.

c) Eso significa que los israelitas no cumplieron las leyes de la Biblia… y que lo que dice la Biblia es mentira (pues ella afirma que los mataron)

El trabajo de Domíngues resulta (¿voluntariamente?) ambiguo (sensacionalista), pero me ofrece la ocasión para presentar tres objeciones de base y para desarrollar luego el apasionante problema del exterminio o no exterminio de los “cananeos” (¡palestinos!) del tiempo de la primera entrada de los israelitas en la tierra de Canaán/Palestina (un tema que sigue siendo esencial para la misma existencia y política actual de Israel en Palestina/Canaán).
A) La Biblia no manda aniquilar en ningún lugar a los cananeos sidonios (fenicios), sino (al menos en un plano) a los de la tierra de Canaán. De los fenicios, y en especial de los sidonios (y de los tirios) hablan con admiración muchos textos históricos y proféticos de la Biblia.
B) Cuando la biblia dice que los cananeos de la tierra estricta de Canaán (Palestina, el Israel actual) han de ser "aniquilados" (según la ley del herrem, que seguiré estudiando) lo dice en un contexto teológico-simbólico que debe precisarse bien. No se puede entender ese mandato de un modo puramente “físico” (se trata más bien de superar una cultura que iba en contra del ideal de la alianza de Israel). Por otra parte, la misma Biblia sabe que los israelitas no cumplieron de un modo físico ese mandato (formulado, por otra parte, en un momento posterior a los hechos).
C) La historia real de la conquista de Canaán por los hebreos/israelitas (fundada en un estudio crítico de la Biblia) muestra que ni Dios mandó matar físicamente a los cananeos... y que hecho la mayoría de los cananeos se fusionaron con los hebreos (que son cananeos que entraron en la alianza de Israel)

¡ Mira que tesoro tan grande!. Según Tu Palabra

Obispos de Venezuela reiteran rechazo a Asamblea Constituyente de Nicolás Maduro

La Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), reiteró su rechazo a la Asamblea Nacional Constituyente promovida por el Presidente Nicolás Maduro, y cuya elección de miembros se realizará este 30 de julio.
«Faltando pocas horas para las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente, la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana reitera su rechazo a esa iniciativa, por considerarla inconstitucional, pero además, innecesaria, inconveniente y dañina para el pueblo venezolano», expresaron los obispos en un comunicado emitido este 27 de julio.
Los prelados venezolanos recordaron que la iniciativa de Maduro «no ha sido convocada por el pueblo, tiene bases comiciales inaceptables, y en ella estarán representados sólo los partidarios del oficialismo».
Por ello «será un instrumento parcializado y sesgado que no resolverá, sino agravará los agudos problemas del alto costo de la vida, la escasez de alimentos y medicamentos que sufre el pueblo, y ahondará y empeorará la profunda crisis política que padecemos actualmente», advirtieron.
Maduro anunció su intención de convocar a una Asamblea Constituyente el 1 de mayo con el fin de reformar la Carta Magna promulgada por Hugo Chávez en 1999.
La convocatoria se dio casi un mes después de las sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). La primera eliminaba la inmunidad parlamentaria y otorgó facultades especiales al Presidente Nicolás Maduro. En la segunda, la Corte anunció que asumiría todas las funciones de la Asamblea Nacional, de mayoría opositora desde enero de 2016.
Esto provocó protestas masivas a nivel nacional. Aunque a los días el tribunal retrocedió y anuló ambos fallos, las manifestaciones no se han detenido desde entonces. Sin el embargo, el número de muertos producto de la violencia y represión de los efectivos del gobierno ha superado el centenar.
El pasado 16 de julio la oposición realizó una consulta popular sobre la Constituyente. Aunque la consulta no fue reconocida por el Consejo Nacional Electoral (CNE) -organismo controlado por el régimen-, tuvo el apoyo de rectores universitarios que actuaron como garantes y participaron más de 7 millones de votantes. En un comunicado publicado días antes, los obispos indicaron que esta consulta gozaba «de toda legitimidad».
En su comunicado de este viernes, la CEV dijo que el país vive «horas difíciles cargadas de incertidumbres y contradicciones» con «enfrentamientos de creciente intensidad», donde «efectivos militares y policiales, y grupos civiles armados afectos al gobierno, obran coordinadamente atropellando al pueblo que manifiesta su descontento y su rechazo a la Asamblea Constituyente».
«Una vez más alzamos nuestras voces contra la violencia, venga de donde venga. Es preciso que si se da ese proceso, que no apoyamos, se desarrolle sin violencia. La violencia no puede ser nunca la forma de solucionar los conflictos sociales que se agravan día a día en nuestra sociedad venezolana. La represión desmedida con saldo de heridos, muertos y detenidos genera mayor violencia», expresó el Episcopado.
Los obispos recordaron que «Dios no hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes», por ello recordaron a las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB), «que su primera obligación es con el pueblo y está llamada constitucionalmente a defender la vida de todos los ciudadanos, sin distingos de ninguna clase ni parcializaciones políticas».
«Que en estos momentos de tensión no sea la irracionalidad y la fuerza bruta la que pretenda solucionar el reclamo de buena parte de la sociedad», exhortaron.
«El papel primario de la FANB es mantener la paz y el orden para que la racionalidad y el actuar de las partes en conflicto tienda puentes que superen el caos en el que estamos sumidos. No aumentemos más el sufrimiento y la angustia de tanta gente que quiere vivir en paz, que se escuche y respete su voz de protesta y se encuentren caminos de entendimiento y bien para todos. Como nos dice el Papa Francisco ‘el conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido. Pero si quedamos atrapados en él, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada’», recordó la CEV.
Los obispos dijeron que «desde el fondo de nuestro corazón y como expresión de fraternidad surgen dos expresiones muy humanas y cristianas: un ‘no matarás’ física o moralmente en forma de violencia y represión que generan muertos, heridos y encarcelados; y un ‘cultiva la vida’ en medio del pueblo por la solidaridad que comparte el pan, el medicamento, la vida en común, la verdad que enaltece, el bien que nos hace mejores, la fe que siembra esperanza».
«Que el Señor y la Virgen de Coromoto bendigan a Venezuela y que los venezolanos podamos resolver nuestros conflictos de manera pacífica. Amén», culminó el comunicado de la CEV.
ACI/Eduardo Berdejo

29 de julio: santa Marta, hospedera


Figura evangélica bien conocedora del Maestro y metida en las intimidades de Jesús. Todas las ocasiones en que aparece en la literatura evangélica son anteriores a la pasión; pero los datos evangélicos son más que suficientes para pergeñar una buena hagiografía.
Es la hermana mayor de la familia de hermanos de Betania, villorrio cercano a Jerusalén, como a unos tres kilómetros. El que fuera la mayor, lo puede sugerir su mismo nombre que quiere decir señora, bien acorde con el oficio de llevar la casa, que desempeñó con tanto esmero siendo ama concienzuda y hacendosa.
Los tres fueron amigos de Jesús; buenos amigos. Se mostraron hospitalarios hasta la saciedad. En Betania encontraba el Maestro un agujero bastante adecuado para romper etapas y reponer fuerzas. Allí, en aquella casa, se producía el intercambio de bienes; Jesús dejaba su doctrina y premiaba con su presencia y compañía; Marta, María y Lázaro daban hospitalidad, comida y techo a Jesús y al nutrido grupo que le acompañaba; pero quienes salían ganando eran los hermanos.
Es una familia conocida, con buenas amistades. Se sabe por las alusiones evangélicas sobre la afluencia de judíos que se han acercado a acompañar a los hermanos cuando Lázaro murió. Y también se adivina el mismo trasiego de gente que, animada por la curiosidad de ver a un muerto resucitado, va visitando Betania, cuando las voces corrieron por la cercana Jerusalén, hasta el punto de que se llegaran a preocupar los principales y decidiesen la próxima muerte de Jesús y, si fuera necesario, para acallar los comentarios, también la de Lázaro.
Marta es la mujer activa –eterna trabajadora– que siempre quiso hacer agradable la estancia a Jesús. No para en el trajín de limpiar, ordenar, estar atenta para que no falte nada y de preparar mesa ante la llegada de Jesús y sus compañeros que cuadruplican las tareas habituales de una casa proyectada para tres. Y por si fuera poco atender al menaje y al fogón, siente la urgencia de hacerlo pronto, porque bien sabía ella el hambre que arrastraban aquellos hombres que vivían solo de las limosnas que les daban.
Es la mujer de la confianza.
No es apocada, ni se deja arrastrar por una falsa educación, ni por una errónea cortesía con mezcla de temor; tiene confianza para mandar recado cuando la enfermedad entra en Lázaro; tiene confianza para quejarse con lamento lacrimoso al llegar Jesús y encontrarlo ya enterrado de cuatro días. No era un pasar receta por los favores que ella hizo; es solo manifestación de la pena que arruga el estómago por la pérdida del hermano muerto, dicha con sinceridad –a corazón abierto– a Jesús, que bien sabía ella que podía haber evitado el desenlace de haber estado presente en aquel momento crucial. Tan afectada está, que Jesús mismo se conmueve hasta las lágrimas; pero, mira, gracias a ella tenemos una declaración de Jesús sobre su propia divinidad –«Yo soy la Resurrección»– y sobre la importancia de la fe.
Tiene igualmente la confianza limpia de dirigir a Jesús una queja sin trabas para que le indique a María que le ayude, porque su hermana se dedica a disfrutar de su presencia y de su palabra, olvidándose de las labores de la casa. Es la última vez que la literatura neo-testamentaria habla aún de Marta. Fue antes de la pasión, justo seis días antes de la Pascua, después de resucitado Lázaro que fue tiempo atrás un muerto apestoso y ahora goza de la vida a plenitud. Allá fueron Jesús y sus discípulos y se les trató con toda la delicadeza posible, hasta llegar a derramar aquel precioso ungüento de nardo sobre Jesús que suscitó el triste y manido comentario de Judas acerca del valor del valioso perfume caro derramado sin que aprovechase a los pobres, anticipo de todos los judas posteriores tan preocupados de quitar al Amor lo que se le debe con la excusa de amoríos al hombre.
Esta fue la ocasión pintiparada para que los comentaristas se hayan estrujado los sesos y decidieran –sin contestación posible– acerca de la excelencia de la vida religiosa sobre la activa. «Marta, te preocupas por muchas cosas; una sola es la importante. María ha escogido la mejor parte y no se la quitarán».
Jesús mismo resolvió lo que a quienes venimos después de Marta nos hace tanta falta: aprender que, cuando hay que elegir entre lo útil y lo necesario, lo mejor es lo necesario; o que lo importante está antes que lo urgente; que no es cuestión de palabras solo, sino más.
Sí, fue un dulce reproche para Marta después de haberse tomado tanto trabajo por Él. En fin, a lo mejor Marta estaba muy lejos de considerarse pospuesta; quizá entendió muy bien que ella solo hacía una cosa práctica, mientras que la decisión de María era el abandono sublime de todo por lo que tiene prioridad absoluta; y hasta puede ser que se quedara satisfecha al saber que Jesús entendía en su medida exacta lo mucho de su amor sacrificado cada vez que entraba un bocado en su boca. Al fin y al cabo, la santidad no depende del estado en que uno se encuentre, sino del amor que cada persona meta en cualquier estado en que Dios la haya puesto.
Marta –patrona de hospederos, amas de casa, administradoras, limpiadoras, cocineras, hoteleros, planchadoras, lavanderas, tejedoras y decoradoras– desaparece de la historia neo-testamentaria en esta página evangélica. Lo demás son probabilidades y fábula. Los franceses la vieron junto con María y Lázaro, hecho todo un obispo predicador del Evangelio, por Marsella. Los italianos, con el permiso de Paulo III, levantaron templo en el siglo XVI en honor de Marta por el impulso de san Ignacio. Pero lo más probable es que la tumba paleocristiana del siglo I encontrada con los nombres tallados en piedra de Marta y María, en la ladera noroccidental del Monte Olivette, en el lugar llamado Dominus flevit, sea significativo. Solo falta por determinar lo imposible: que las dos personas llamadas así coincidan con las dos hermanas de Lázaro. Aunque muy probable, no se da seguridad.
Archimadrid.org

Es el Reino de los cielos


En junio hemos recibido a grupos de jóvenes, adolescentes y niños. Los primeros venían a un campo de trabajo: han ayudado a la comunidad a mejorar su hábitat y la comunidad los ha ayudado a reflexionar sobre su propia vida desde la fe. Los adolescentes han venido a un campamento, y en él han tenido de todo: la fe ha ido iluminando los juegos, las actividades, los encuentros… Los terceros, los niños, han venido a vivir en medio de la naturaleza la alegría de ser cristianos. Todos estos grupos los llamamos Civitas Dei (Ciudad de Dios), la ciudad que está construida con el amor de Dios como centro, un amor que no pasa, que lo llena todo de vida y que nos transforma y nos hace otro Jesús en la tierra. El tema es el Amor que une lo que no puede unir otra cosa en este mundo. Y así ha sucedido.
Los jóvenes del campo de trabajo más o menos se conocían y procedían todos de un tipo de vida concreto: eran estudiantes, chicos formados, pertenecientes a grupos parroquiales o movimientos…; los segundos eran de muy diversas procedencias y los más pequeños, pocos y muy acompañados por las religiosas, tenían historias familiares muy diferentes. De estos os quiero hablar.
Los niños, de hasta 11 años, traían en sus mochilas de campamento padres separados, abandonos, acogidas en casas o familias tutelares… venían junto a niños de padres unidos, creyentes, cuidados y educados en el amor de un padre y una madre. Al final se despedían con inmenso cariño, con deseos de volverse a ver, con el lazo de una amistad, con la gracia de haberse sentido iguales, haciendo las mismas cosas, teniendo las mismas oportunidades. Lo siete días han estado sellados por una verdad: los que deciden amar como Jesús se hacen parientes, se parecen. El amor provoca esta metamorfosis en la que el fruto es la comunión, la cercanía, la amistad.
Los niños no tienen prejuicios, se dejan llevar por donde el Amor les lleva y aprenden con naturalidad. Será necesario empezar ahí, en ese punto de la vida en el que es posible llegar a tiempo y sembrar la semilla más fecunda.
Madre Prado González Heras
Priora del monasterio de la Conversión. Hermanas Agustinas

La decisión más importante


El evangelio recoge dos breves parábolas de Jesús con un mismo mensaje. En ambos relatos, el protagonista descubre un tesoro enormemente valioso o una perla de valor incalculable. Y los dos reaccionan del mismo modo: venden con alegría y decisión lo que tienen y se hacen con el tesoro o la perla. Según Jesús, así reaccionan los que descubren el reino de Dios.
Al parecer, Jesús teme que la gente le siga por intereses diversos, sin descubrir lo más atractivo e importante: ese proyecto apasionante del Padre que consiste en conducir a la humanidad hacia un mundo más justo, fraterno y dichoso, encaminándolo así hacia su salvación definitiva en Dios.
¿Qué podemos decir hoy después de veinte siglos de cristianismo? ¿Por qué tantos cristianos buenos viven encerrados en su práctica religiosa con la sensación de no haber descubierto en ella ningún «tesoro»? ¿Dónde está la raíz última de esa falta de entusiasmo y alegría en no pocos ámbitos de nuestra Iglesia, incapaz de atraer hacia el núcleo del Evangelio a tantos hombres y mujeres que se van alejando de ella, sin renunciar por eso a Dios ni a Jesús?
Después del Concilio, Pablo VI hizo esta afirmación rotunda: «Solo el reino de Dios es absoluto. Todo lo demás es relativo». Años más tarde, Juan Pablo II lo reafirmó diciendo: «La Iglesia no es ella su propio fin, pues está orientada al reino de Dios, del cual es germen, signo e instrumento». El papa Francisco nos viene repitiendo: «El proyecto de Jesús es instaurar el reino de Dios».
Si esta es la fe de la Iglesia, ¿por qué hay cristianos que ni siquiera han oído hablar de ese proyecto que Jesús llamaba «reino de Dios»? ¿Por qué no saben que la pasión que animó toda la vida de Jesús, la razón de ser y el objetivo de toda su actuación, fue anunciar y promover ese proyecto humanizador del Padre: buscar el reino de Dios y su justicia?
La Iglesia no puede renovarse desde su raíz si no descubre el «tesoro» del reino de Dios. No es lo mismo llamar a los cristianos a colaborar con Dios en su gran proyecto de hacer un mundo más humano que vivir distraídos en prácticas y costumbres que nos hacen olvidar el verdadero núcleo del Evangelio.
El papa Francisco nos está diciendo que «el reino de Dios nos reclama». Este grito nos llega desde el corazón mismo del Evangelio. Lo hemos de escuchar. Seguramente, la decisión más importante que hemos de tomar hoy en la Iglesia y en nuestras comunidades cristianas es la de recuperar el proyecto del reino de Dios con alegría y entusiasmo.

José Antonio Pagola

Vende todo lo que tiene y compra el campo


Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-52
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?»
Ellos le contestaron:
«Sí».
Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que ese ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
Palabra del Señor.