Este blog se crea con el objetivo de que todos los que formamos parte de de la comunidad cristiana, podamos expresar nuestras opiniones, consultar nuestras dudas y, sobre todo, ayudarnos unos a otros en este caminar con Jesús y hacia Jesús.
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El Rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo
el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y
fomentada por el Magisterio.
En su sencillez y profundidad, sigue siendo también
en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado,
destinada a producir frutos de santidad.
Se encuadra bien en el camino
espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada
de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a
«remar mar adentro» (duc in altum!), para anunciar, más aún, 'proclamar'
a Cristo al mundo como Señor y Salvador, «el Camino, la Verdad y la Vida»
(Jn14, 6), el «fin de la historia humana, el punto en el que convergen
los deseos de la historia y de la civilización».
El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter
mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus
partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje
evangélico, del cual es como un compendio.
En él resuena la oración de María, su perenne
Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con
él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del
rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor.
Mediante el
Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las
mismas manos de la Madre del Redentor.
Esta fue la exhortación del santo
padre Francisco en la misa que la mañana del lunes celebró en la Casa Santa
Marta, y durante la cual se centró en las figuras de Jonás y el Buen Samaritano.
En ocasiones, observó el papa, puede suceder que incluso un cristiano, un
católico huye de Dios, mientras un pecador, considerado alejado de Dios, escucha
la voz del Señor.
Jonás sirve al Señor, reza mucho y hace el bien, pero cuando el Señor lo
llama comienza a escapar. El papa Francesco ha desarrollado su homilía
centrándola en el tema de la "fuga de Dios". Jonás, señala, "tenía su historia
escrita" y "no quería ser molestado". El Señor lo envía a Nínive, y él "toma un
barco para España. Huía del Señor":
"La fuga de Dios. Se puede huir de Dios, incluso siendo cristiano, católico,
siendo de la Acción Católica, siendo presbítero, obispo, papa... ¡todos, todo
podemos huir de Dios! Es una tentación diaria. No escuchar a Dios, no escuchar
su voz , no sentir en el corazón su propuesta, su invitación. Se puede escapar
directamente. Hay otras maneras de escapar de Dios, un poco más educado, un poco
más sofisticado, ¿no?
En el evangelio, está este hombre medio muerto, tirado en
el suelo, y por casualidad un sacerdote bajaba por aquel camino --un digno
sacerdote, precisamente en sotana, bueno ¡muy bueno! Vio y observó: ‘Llego tarde
a misa’, y ha seguido su camino. No había oído la voz de Dios, allí".
Luego pasa un levita, que, dice el papa, quizá pensó: "Si lo cojo o si me
acerco, tal vez estará muerto, y mañana tendré que ir al juez y dar
testimonio..." y se siguió de largo. También Él, dijo el papa, se escapa "de la
voz de Dios". Y añade: "Solo tuvo la capacidad de comprender la voz de Dios uno
que habitualmente huía de Dios, un pecador", un samaritano.
Este, señala, "es un pecador, alejado de Dios", que sin embargo "escuchó la
voz de Dios y se acercó". El samaritano, señala, "no estaba acostumbrado a las
prácticas religiosas, a la vida moral, incluso teológicamente estaba mal",
porque los samaritanos “creían que a Dios se le debía adorar en otro lugar y no
donde el Señor quería". Y, sin embargo, prosiguió el papa, el samaritano "se ha
dado cuenta de que Dios lo estaba llamando, y no huyó".
"Se le acercó, le vendó las heridas echándole aceite y vino, y luego lo puso
en el caballo", e incluso "lo llevó a una posada y cuidó de él. Perdió toda la
tarde":
"El presbítero llegó a tiempo para la Santa Misa, y todos los fieles
contentos; el levita tuvo al día siguiente, un día tranquilo de acuerdo con lo
que había pensado hacer, porque no pasó por todo este enredo de ir al juez y
todas esas cosas...
¿Y por qué Jonás huyó de Dios? ¿Por qué el sacerdote huyó de Dios? ¿Por qué
el levita se escapó de Dios? Porque tenían cerrado el corazón, y cuando tienes
cerrado el corazón, no se puede escuchar la voz de Dios. En cambio, un
samaritano que iba de camino ‘lo vio y tuvo compasión’: tenía el corazón
abierto, era humano. Y su humanidad lo acercó".
"Jonás –observa el papa- tenía un diseño de su vida: él quería escribir su
historia", y así también el sacerdote y el levita. "Un diseño del trabajo". Sin
embargo, continuó el papa, este pecador, el samaritano "se ha dejado escribir la
vida por Dios: ha cambiado todo, aquella tarde, porque el Señor le ha acercado
la persona de este pobre hombre, herido, gravemente herido, tirado en la
calle":
"Me pregunto a mí mismo, y les pregunto también a ustedes: ¿nos dejamos
escribir la vida, nuestra vida, por Dios o queremos escribirla nosotros? Y esto
nos habla acerca de la docilidad: ¿somos dóciles a la Palabra de Dios? '¡Sí, yo
quiero ser dócil!'. Pero tú, ¿tienes la capacidad de escucharla, de oirla?
Tienes la capacidad de encontrar la Palabra de Dios en la historia de cada día,
o tus ideas son las que te rigen, y no dejas que la irrupción del Señor te
hable?".
"Tres personas están huyendo de Dios -resumió el papa-, y otra en situación
irregular", que es "capaz de escuchar, abrir el corazón y no escapar". Estoy
seguro, dijo el pontífice, que todos vemos que "el samaritano, el pecador, no
huyó de Dios".
Que el Señor, concluyó, "nos permita escuchar la voz del Señor, su voz, que
nos dice: ¡Anda y haz los mismo!".
Al concluir la misa el santo padre saludó uno a uno a un grupo de 40
periodistas acreditados en la Sala de Prensa del Vaticano. Entre ellos, el
hispano Juno Arrocho, de la edición angófona que le entregó una carta
demostrando la estima del team de periodistas de Zenit y el primer libro
editado: 'Un ciclón de nombre Francisco'.