martes, 25 de julio de 2017

Éxito del cuestionario sobre el uso del canto en las diócesis españolas

La Comisión Episcopal de Liturgia ha recibido ya más de 2.700 respuestas al cuestionario sobre el uso y la práctica del canto y la música en las diócesis españolas.
El secretariado de esta Comisión comenzó a difundir el pasado mes de mayo este cuestionario entre sacerdotes, religiosos y laicos, coros parroquiales, directores de coro, músicos, equipos de animación litúrgica y todas aquellas personas involucradas en la pastoral del canto y la música con el fin de conocer su parecer sobre el estado de la música en las diócesis españolas.
La fecha límite para responder a este cuestionario es el día 1 de septiembre. El tiempo estimado para completar el cuestionario es entre 8 y 10 minutos. Se puede completar online desde el enlace:

https://docs.google.com/a/conferenciaepiscopal.es/forms/d/e/1FAIpQLSdVK8NfGv1k6UnYIaUk2Inia_dBhpniLVgXIEdEa9bOECSuLw/viewform#responses
El secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia ha puesto en marcha este proyecto coincidiendo con el 50 aniversario de la instrucción de la Congregación del Culto Divino Musicam Sacram (5 de marzo de 1967). En este contexto, las próximas Jornadas Nacionales de Liturgia, que tendrán lugar del 17 al 20 de octubre en Santander, estarán dedicadas a la música y el canto litúrgico en la celebración y será donde se den a conocer los resultados de esta encuesta.
Las respuestas proporcionarán material valioso y de primera mano para orientar los pasos a dar en la promoción y renovación del canto y la música en las diócesis españolas.


"El mayor obstáculo para la conversión que quiere el Papa es la actitud de parte del clero"

"El mayor obstáculo para la conversión que el Papa Francisco quiere para la Iglesia es, en cierta medida, la actitud de buena parte del clero". El profesor Giulio Cirignano ha escrito un artículo en L'Osservatore Romano en el que denuncia las actitudes de "cerrazón y hostilidad" de algunos sacerdotes ante las reformas que impulsa Bergoglio.
El artículo, titulado "Costumbre no es fidelidad", constata cómo "gran parte de los fieles ha entendido el momento favorable, el kairos que el Señor está dando a su comunidad", mientras que algunos "pastores poco iluminados se mantienen dentro de un horizonte viejo, el horizonte de las prácticas habituales, el lenguaje anticuado, el pensamiento repetitivo y sin vida".
En el artículo Cirignano compara a los sacerdotes con los discípulos dormidos en el Huerto de los Olivos. Un "hecho desconcertante" que "debe ser examinado a fondo", y que se debe, entre otras razones, a "el modesto nivel cultural de parte del clero". "En muchos sacerdotes, por desgracia, la cultura teológica es pobre, y aún menor la preparación bíblica", sostiene el profesor quien no obstante advierte que "no se puede generalizar. Hay muchas excepciones".
En su opinión, las aulas de Teología se han de llenar de estudiantes que "no han abandonado el deseo de pensar" y de "ejercer un mínimo de sentido crítico". "Los años de preparación para el sacerdocio deben alimentar la conciencia acerca de la necesidad del ministerio como un trabajo de verdad", finaliza Cirignano, quien recuerda que, "al igual que todas las personas, incluso el cura trabaja para ganarse la vida".

«La vida se oscurece si no se abre a Dios»



El arzobispo compostelano invita en la fiesta del Apóstol Santiago a recuperar los principios espirituales, morales y culturales con los que «tantas cosas buenas» se han alcanzado en España y Europa
Desde Santiago de Compostela, desde donde Papas como Juan Pablo II o Benedicto XVI defendieron las raíces cristianas de Europa, el arzobispo Julián Barrio hizo memoria en la solemnidad Santiago Apóstol, patrón de España, de los principios espirituales, morales y culturales que surgen de la fe en Jesucristo. «Cuando hemos alcanzado tantas cosas buenas que nunca habíamos logrado, en España y en Europa, no debemos olvidar el legado de nuestra historia que junto a aspectos negativos que hay que erradicar, nos ofreces valores e ideales suficientes y necesarios para la construcción de una sociedad solidaria y esperanzada», afirmó ante una catedral abarrotada, con la presencia de varios obispos y arzobispos, sacerdotes de distintos países y peregrinos de todos los rincones del planeta.
En este sentido, apuntó que la memoria de Santiago ofrece más elementos comunes para construir una auténtica comunidad que elementos divergentes o contrarios y, por ello, valoró la necesidad de recuperar «la centralidad de la dimensión religiosa en la vida», pues «marginar a Dios no libera al hombre». «La vida se oscurece si no se abre a Dios, en quien se fundamenta nuestra dignidad y libertad», añadió.
Así, invitó a todos los creyentes a hacer confesión de fe «resistiendo a la dictadura del espíritu de la época que pretende prescindir de Dios en la visión y valoración del mundo, en la imagen que el hombre tiene de sí mismo, del origen y término de su existencia, de las normas y objetivos de sus actividades personales y sociales».
Finalmente, Julián Barrio presentó ante el Apóstol una serie de peticiones. Por el Papa Francisco; por los frutos de la Asamblea de Acción Católica que se celebra a principios de agosto en la ciudad, por e España y por Galicia, por sus gobernantes… Tuvo, asimismo, un recuerdo para las víctimas del accidente de tren de 2013, para los que ha sufrido las consecuencias del terrorismo o cualquier tipo de violencia.
También se refirió a ellas el delegado regio –el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoo– en su ofrenda al apóstol, que tuvo un recuerdo especial, además, para las víctimas de violencia de género y para dos víctimas del terrorismo con origen gallego, Ignacio Echeverría y Miguel Ángel Blanco.
Fran Otero
Alfa y Omega

25 de julio: Santiago Apóstol, Patrón de España





Para distinguirlo del otro se le añade el comparativo de Mayor.
Escritores más próximos a nosotros tienen menos importancia, porque ya retoman los textos de la Escritura Santa que se complementan y aclaran entre sí, y vuelven a apoyarse en lo dicho por los autores mencionados.
La familia de Santiago es una de las que tienen economía desahogada; son pescadores propietarios de nave y contratan los servicios de jornaleros. El padre es Zebedeo, Santiago y Juan son sus dos hijos. Nicéforo afirma que tenían casa en el interior de la ciudad, en el cogollito, junto al palacio del Sumo Pontífice, en lo que se llamaba ciudad de David. Este dato explica el hecho de que Juan fuera «conocido del Pontífice», y que esa sea precisamente la zona de la ciudad donde se encuentra la basílica de la Dormición, donde la tradición dice que vivió y murió la Virgen; además, así se corrobora mejor –incluso con el lugar físico– la afirmación del dato histórico del Evangelio que dice que «Juan la recibió en su casa», cumpliendo fidelísimamente el deseo de Jesús cuando le entregó a su Madre. E
n la familia judía de los Zebedeos, la madre es Salomé según la afirmación clara de Mateo (27,56) al narrar los sucesos de la crucifixión. También Marcos (15,40) escribe el nombre de Salomé en el relato del Gólgota (15,40) y añade que esas mujeres ayudaron a Jesús con sus bienes cuando estaba en Galilea, cosa que concuerda con el relato lucano (8,3) aunque este solo dé los nombres particulares de María Magdalena y Juana, la mujer de Cusa. Vuelve a aparecer el nombre de Salomé en la mañana de la Resurrección junto al de María de Magdala y al de María de Santiago, refiriendo que iban al sepulcro muy de mañana a terminar de preparar el cadáver de Jesús y llevando un ungüento caro que reitera la idea sobre las posibilidades económicas de estas mujeres. El hecho de que Juan no mencione a su propia madre en el monte de la Calavera, no hace sino añadir verdad y razón a que Salomé fuera su madre y estuviera presente, porque en el estilo literario joánico abunda ese modo natural de escribir el Apóstol virgen, ocultando por humildad su propio nombre, y empleando rodeos para sugerirlo cuando es necesario; por eso, de la expresión «estaban junto a la cruz de Jesús, su Madre, la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena» (Jn 19, 25), podría deducirse con todas las probabilidades que esa «hermana de su Madre» es la Salomé mencionada por otros evangelistas; por ello Santiago sería –con su hermano Juan– primo de Jesús; esos que la imprecisión y usanza hebrea llama en otros lugares evangélicos «hermanos», y que concuerda con la afirmación jeronimiana de que la familia de Zebedeo era de estirpe regia.
La vocación o llamada que Jesús hizo a Santiago fue estando en plena faena; reparaba los aparejos de pesca un día de trabajo en la orilla del mar; ya habían sido elegidos poco antes Simón y Andrés. Santiago ni se lo pensó, dejó a su padre Zebedeo y a los jornaleros y se marchó acompañado por Juan detrás de Jesús. Pasó tres años en la escuela itinerante con el joven Rabí; contempló los prodigios más maravillosos que puedan escribirse, escuchó la doctrina más profunda que cabía imaginarse acerca de Dios, recibió clases particulares adornadas con parábolas en torno al Reino y a la misericordia divina, sufrió correcciones sobre la marcha al dejarse arrastrar por la vehemencia que le caracterizaba y hasta se ganó por méritos propios –junto con Juan– el mote de Boanerges o «hijos del Trueno», mostró deseos de triunfo humano con solicitud de honores y mando cuando llegara el día del triunfo sin resignarse a ocupar un segundo puesto, aprendió de Jesús modos de rezar y también le escuchó atentamente cuando hablaba de misericordia y de perdón.
Fue uno de los apóstoles predilectos; con Juan y Pedro presenció la curación de la suegra de Simón; estuvo presente en la trasfiguración del Tabor, y se durmió un rato como los demás, mientras el Maestro rezaba en Getsemaní al inicio de la terrible pasión.
Herodes le cortó la cabeza en el año 44, según el relato de Lucas en los Hechos (12, 2-3).
Hasta aquí he hablado de historia con datos. A partir de este momento se relata lo traído y llevado por los vientos.
Cuentan las lenguas que Santiago se mostró como un estimulante ejemplo de aprovechamiento del tiempo, porque todo pasó en diez o doce años poco más o menos, a partir de Pentecostés: Venirse a las tres hispanias, como refiere san Jerónimo: la Tarraconense, la Bética y la Lusitania, para ser «testigo hasta el fin de la tierra», y predicar aquella fe tan poco y malamente apreciada por los indígenas que, pasados los siglos, lo nombraron su Patrón; tener sobre un pilar, en Zaragoza, la aparición consoladora de María en carne mortal, mientras ella residía en Jerusalén, y quizá hasta en su propia casa familiar con la compañía de Salomé; regresar a Jerusalén con unos cuantos varones apostólicos provenientes del paganismo hispano, convertidos a la fe como primicias y fruto de la predicación; y ser martirizado en el año 44. Algunos afirmaron que la compañía de los rudos hispanos al volver, debió de causar extrañeza y asombro tanto entre los primeros cristianos –algo parecido había pasado en el caso de la conversión del pagano Cornelio por Pedro–, como entre los judíos al clasificarlos como gentiles, y se atrevieron a sugerir que quizá ese descontento generalizado en Jerusalén diera pie al murmullo de muchos y brindara a Herodes la oportunidad para que, envalentonado con el apoyo de la élite religiosa judía que siempre veía dificultades, herejía y otras cosas en la secta cristiana naciente y creciente, decidiera cortarle la cabeza en el año 44.
El párrafo anterior no hay modo de demostrarlo; es legendario, por más que lo que he escrito sea posible, probable, verosímil, aceptable y creíble o los términos correspondientes en negativo, según el espíritu del lector, del investigador, del piadoso o del crítico. Y digo esto sin ningún tipo de apasionamiento, porque para ser un buen cristiano creyente y estimularse a la fe no le hacen falta a uno más que los milagros sobrenaturales que se encuentran en el Evangelio; y para ser español y sentirse enamorado de su patria, a fin de cuentas es suficiente –como principio– la nacionalidad española habida por derecho de nacencia o por cumplimento de los requerimientos legales requeridos por la autoridad competente, eso que a uno le da derecho al DNI. O sea, que ni uno pecaría, ni sería menos español, si negara lo legendario proveniente de la tradición con minúscula, o lo llamara mera ilusión, algo no-histórico, asunto hipotético, relato no demostrable, o afirmación increíble. Eso sí, tendría que hacerlo con mucho respeto a los que piensan de otro modo y, además, a fuer de honesto, debería estar dispuesto a dar una explicación razonable a lo que está en la base de los siglos de culto que vienen venerando a Santiago junto a su sepulcro donde echa raíces Europa; porque, sinceramente hablando, sería mucha arrogancia llamar fatuos, incultos o crédulos a quienes hasta hoy le dieron cumplimiento.
Archimadrid.org

Quien tiene sitio en la Iglesia. Papa Francisco




En la Iglesia no hay sitio para quien sigue a Jesús sólo por vanidad, por deseo de poder y por deseo de acumular dinero. 

Ha sido muy claro el Papa Francisco al reafirmar la actitud justa del cristiano que se pone en camino por la senda del Señor. Y el lunes 5 de mayo, por la mañana, en la misa que celebró en la capilla de Santa Marta, pidió que nos preguntemos de qué modo seguimos a Jesús. El Pontífice partió del pasaje de san Juan (6, 22-29) en el que se dice que la multitud, que comió gracias al milagro de la multiplicación de los panes y de los peces realizado por Jesús, al no verlo ya, lo va a buscar «a la otra orilla del mar». Jesús, dijo el Papa, «llama la atención de la gente sobre algunas actitudes que no son buenas y, es más, hacen mal». Después de la multiplicación de los panes «la gente estaba alegre» por lo que había hecho Jesús, hasta el punto que «querían convertirlo en rey». Pero Él «huyó, solo. Fue a rezar al monte. Luego, esta gente, que lo seguía con el corazón, lo amaba, al enterarse que Jesús estaba en la otra orilla, fueron a buscarlo. Jesús los reprende por esta actitud: “En verdad os digo: vosotros me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”». Es como si dijese: «Vosotros me buscáis por un interés». Y «creo —añadió el Pontífice— que nos hace siempre bien preguntarnos: ¿por qué busco a Jesús? ¿Por qué sigo a Jesús?». 

«Nosotros somos todos pecadores», explicó el Santo Padre. Y, por lo tanto, siempre tenemos algún interés, algo «que purificar al seguir a Jesús; debemos trabajar interiormente para seguirlo, por Él, por amor». Pero también la gente de la que habla el Evangelio lo amaba. «Lo amaba de verdad», destacó el Papa, porque «hablaba como uno que tiene autoridad». Sin embargo había también ventajas. Y «en mi seguimiento de Jesús —se preguntó de nuevo el obispo de Roma— ¿busco algo que no es precisamente Jesús? ¿Tengo rectitud de intención o no?». La respuesta se puede encontrar en las enseñanzas mismas de Jesús, el cual «indica tres actitudes que no son buenas al seguirlo a Él o al buscar a Dios». La primera es la vanidad, en relación a la cual el obispo de Roma hizo referencia a las advertencias de Jesús contenidas en el Evangelio de Mateo (6, 3-5; 16-17). Y esto, destacó, «lo dice sobre todo a los dirigentes, que querían hacerse ver, porque les gustaba —para decir la palabra justa— darse importancia. Y se comportaban como auténticos pavos reales.

 Pero Jesús dice: no, esto no funciona. La vanidad no hace bien». Algunas veces también «nosotros hacemos cosas buscando sobresalir» por vanidad. Pero, advirtió el Pontífice, la vanidad es peligrosa porque puede hacernos resbalar hacia el orgullo, la soberbia. Y cuando sucede esto, «todo se acaba». Por ello, sugirió, siempre debemos preguntarnos: «¿Cómo hago las cosas? Las cosas buenas que hago, ¿las hago a escondidas o para que me vean?». Y si Jesús dice esto a los dirigentes, a los jefes, es como si «lo dijese a nosotros, a nosotros pastores. Un pastor que es vanidoso no hace bien al pueblo de Dios». A esos dirigentes de los que habla Jesús en el Evangelio les gustaba vestirse con trajes de lujo, destacó entre otras cosas el Papa. Y confesó que cuando ve «a un pastor, a un sacerdote, a un obispo que va por la calle vestido majestuosamente, como si fuese a una fiesta mundana», se pregunta: «¿Qué piensa la gente de esto? Que ese pastor no sigue a Jesús; sea sacerdote u obispo, no sigue a Jesús. Luego le sigue un poco pero le gusta la vanidad». Esta es una de las cosas que Jesús reprocha. Y del mismo modo reprende a quien busca el poder.

 «Algunos siguen a Jesús porque inconscientemente buscan el poder», explicó el Santo Padre. Y recordó las peticiones de Juan y Santiago, los hijos de Zebedeo, que querían un sitio de poder cuando llegase el reino prometido. «En la Iglesia hay trepadores, y son muchos...», comentó el Papa. Pero sería mejor, añadió, que fuesen «hacia el norte e hicieran alpinismo. Y más sano. Pero no vengan a la Iglesia para trepar». Jesús, recordó también, «reprende a esos trepadores que buscan el poder. A Santiago y a Juan, a quienes tanto quería, que buscaban el poder, les dijo: pero vosotros no sabéis lo que pedís, no lo sabéis»

El deseo de poder por parte de los discípulos de Jesús, recordó una vez más el Santo Padre, se prolongó hasta el último instante, hasta el momento en el que Jesús estaba a punto de subir al cielo. Ellos pensaban que estaba casi llegando el momento del reino y su pregunta al Señor era: 2 «¿Ahora llega el reino, el momento de nuestro poder?». Sólo cuando desciende sobre ellos el Espíritu Santo, explicó, los discípulos comprenden y cambian de actitud. En nuestra vida cristiana, sin embargo, «el pecado —destacó el obispo de Roma— permanece. Y por ello nos hará bien hacernos la pregunta: ¿cómo sigo yo a Jesús? ¿Sólo por Él, incluso hasta la cruz, o busco el poder y uso a la Iglesia, a la comunidad cristiana, a la parroquia, a la diócesis para tener un poco de poder?». 
Alfa y Omega

Mi cáliz lo beberéis


Lectura del santo Evangelio según san Mateo 20, 20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
¿«Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
Palabra del Señor.