viernes, 13 de noviembre de 2015

Homilía del Papa: Dios es la “gran belleza”, todo lo demás pasa


Hay dos peligros que asechan a los creyentes: la tentación de divinizar las cosas de la tierra e incluso de idolatrar los “hábitos”, como si todo tuviera que durar para siempre. En cambio, la única belleza eterna a la que debemos tender es Dios. Lo afirmó el Papa Franciscoen su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta

“La gran belleza es Dios”. Lo reza también el Salmo: “Los cielos narran la belleza de Dios”. El problema del hombre es que con frecuencia se arrodilla ante lo que, de aquel esplendor es sólo un reflejo – que un día, de todos modos, se apagará – o incluso,  se vuelve devoto de placeres aún más pasajeros.

Apegados a las bellezas de acá

El Papa Bergoglio desarrolló su homilía poniendo de manifiesto las dos idolatrías en las que también puede caer quien tiene fe. La primera Lectura y el Salmo – observó Francisco –  se refieren a “la belleza de la creación”, pero también subrayan “el error” de “aquella gente que en estas cosas bellas no ha sido capaz de ver más allá, es decir la trascendencia”. Una actitud en la que el Pontífice identifica lo que denomina “la idolatría de la inmanencia”, que hace que uno se detenga ante una belleza “sin un más allá”:

“Se han apegado a esta idolatría; están sorprendidos por su poder y energía. No han pensado cuán superior es su Soberano, porque los ha creado, Aquel que es principio y autor de la belleza. Es una idolatría mirar las bellezas – tantas – sin pensar que habrá un ocaso. También el ocaso tiene su belleza… Y esta idolatría de estar apegados a las bellezas de acá, sin la trascendencia, todos nosotros corremos el riesgo de tenerla. Es la idolatría de la inmanencia. Creemos que las cosas son como son, son casi dioses, que jamás terminarán. Olvidamos el ocaso”.

Divinizar los hábitos

La otra idolatría – subrayó el Santo Padre – “es la de los hábitos” que ensordecen el corazón. Francisco la ilustró recordando las palabras de Jesús en el Evangelio del día, con su descripción de los hombres y las mujeres en tiempos de Noé o los de Sodoma cuando, recuerda que “comían, bebían, tomaban esposa y esposo” sin preocuparse por otra cosa, hasta el momento del diluvio o de la lluvia de fuego y azufre, de la destrucción absoluta:

“Todo es habitual. La vida es así: vivimos así, sin pensar en el ocaso de este modo de vivir. También esto es una idolatría: estar apegado a los hábitos, sin pensar que esto terminará. Y la Iglesia nos hace ver el final de estas cosas. También los hábitos pueden ser pensados como dioses. ¿La idolatría? La vida es así, vamos adelante así… Y así como la belleza terminará en otra belleza, nuestro hábito terminará en una eternidad, en otro hábito. ¡Pero está Dios!”.

Mirar la belleza que no pasa

En cambio – exhortó el Obispo de Roma – es necesario dirigir la mirada “siempre más allá”, hacia  “el hábito final”, al único Dios que está más allá “del fin de las cosas creadas”, como la Iglesia enseña en estos días que concluyen el Año litúrgico, para no repetir el error fatal de mirar hacia atrás, como sucedió a la esposa de Lot, teniendo la certeza que si “la vida es bella, también el ocaso será muy bello”:

“Nosotros  – los creyentes – no somos gente que vuelve atrás, que cede, sino gente que va siempre adelante”. Ir siempre adelante en esta vida, mirando las bellezas y con los hábitos que tenemos todos nosotros, pero sin divinizarlas. Terminarán… Que sean estas pequeñas bellezas, que reflejan la gran belleza, nuestros hábitos para sobrevivir en el canto eterno, en la contemplación de la gloria de Dios”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).


El Papa anima a la Iglesia a no ver a los laicos como "miembros de segunda clase"

El Papa ha invitado a la Iglesia a no ver a los laicos como miembros de "segunda clase" que solo ejecutan órdenes y ha recordado que pertenecen y participan junto a los miembros del orden sagrado y a los religiosos de la función sacerdotal, profética y real de Cristo mismo.
"El Concilio Vaticano II no mira a los laicos como si fueran miembros de segunda clase, al servicio de la jerarquía o como simples ejecutores de órdenes que vienen de lo alto, sino como discípulos de Cristo", ha señalado Francisco en el mensaje enviado a los participantes de la Jornada de estudio organizada por el Pontificio Consejo de Laicos, en colaboración con la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma, sobre el tema de la vocación y misión de los laicos.
Además, ha especificado que a través de la fuerza del bautismo, los laicos "están llamados a animar todo ambiente, actividad y relación humana según el espíritu evangélico, llevando la luz, la esperanza, la caridad recibida por Cristo en los lugares que, de otra manera, permanecerían ajenos a la acción de Dios y abandonados a la miseria de la condición humana". Para el Papa, el Concilio Vaticano II ha hecho crecer en la Iglesia la formación de los laicos.

El Pontífice creó el pasado 2 de octubre una nueva Congregación de los Laicos que engloba a los pontificios consejos para los Laicos y para la Familia, actualmente guiados respectivamente por el cardenal Stranislaw Rylko y por el obispo Vincenzo Paglia. "Decidí instituir un nuevo dicasterio con competencia sobre los laicos, la familia y la vida, que sustituirá al Pontificio Consejo para los Laicos y al Pontificio Consejo para la Familia, y al que estará vinculada la Pontificia Academia para la Vida", comentó Francisco durante una de las sesiones de trabajo del Sínodo de obispos de la Familia.
(RD/Ep)

El cielo proclama la gloria de Dios.


Sal 18, 2-3. 4-5 

El cielo proclama la gloria de Dios.
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos 
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.

El cielo proclama la gloria de Dios.
Sin que hablen, sin que pronuncien, 
sin que resuene su voz, 
a toda la tierra alcanza su pregón 
y hasta los límites del orbe su lenguaje

El cielo proclama la gloria de Dios.

El día en que se manifestará el Hijo del Hombre


Lectura del santo evangelio según san Lucas, 17, 26-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.
Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre.
Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva.
Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará.
Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán. »
Ellos le preguntaron:
-«¿Dónde, Señor?»
Él contestó:
-«Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»
Palabra del Señor.