jueves, 14 de enero de 2016

El número de cristianos muertos por su fe aumenta en un 60 por ciento

Corea del Norte e Irak, los países más peligrosos en 2015
El número de cristianos muertos por su fe ha aumentado en más de un 60% en todo el mundo entre el 1 de noviembre de 2014 y el 31 de octubre de 2015, periodo en el que se ha duplicado el número de iglesias atacadas, según se desprende de la Lista Mundial de la Persecución 2016, un estudio publicado anualmente por la organización sin ánimo de lucro Puertas Abiertas que analiza el nivel de persecución religiosa a la que se ven sometidos los cristianos a nivel mundial, que registra un incremento de 2,8 puntos respecto a la lista de 2015.
Así, mientras la Lista Mundial de la Persecución de 2015 (1 de noviembre 2013-31 octubre 2014) recogió un total de 4.344 cristianos muertos por su fe y 1.062 iglesias atacadas, la LMP de este año recoge 7.100 cristianos muertos por su fe y 2.406 iglesias atacadas, lo que supone un incremento del 63% en el número de muertes conocidas y del 127% en el número de iglesias atacadas conocidas.
Los mayores incidentes se han producido en países del África subsahariana, donde grupos terroristas islamistas como Boko Haram, Séléka, ADF-NALU y Al-Shabaab están activos, y en los que destaca el elevado número de muertes acaecidas en Nigeria (4.028 muertes y 198 iglesias atacadas), RCA (1.269 fallecidos y 131 ataques), Chad (750 muertes y 10 ataques), RDC (467 muertes y 13 ataques), Kenia (225 muertes) y Camerún (114 muertes y 10 ataques).
En el caso de Nigeria, el estudio alerta de que muchos datos "aún no han sido estudiados en profundidad" por lo que las cifras pueden ser más elevadas y añade que, del total de víctimas, 2.500 se atribuyen a Boko Haram y más de 1.500 a los pastores Fulani, mientras que al menos 30.000 cristianos han sido desplazados por la violencia sólo en el estado de Taraba. En relación a la República Centroafricana, el número de muertes (1.269) e iglesias atacadas (131) comprende el periodo que va de enero a abril de 2015, "de modo que los números reales para el periodo completo de la investigación son probablemente mucho más altos".

Puertas Abiertas precisa que esto ocurre también con la situación de Siria e Irak, ya que los incidentes conocidos no representan un registro completo de los actos violentos que han afectado a los cristianos en el periodo de un año y añaden que, durante el periodo de investigación, se han sucedido los informes de profanaciones de iglesias, especialmente en áreas controladas por el Estado Islámico.

Homilía del Papa Francisco: Nuestra victoria es la fe


La fe vence siempre, porque transforma en victoria incluso la derrota, pero no es una cosa “mágica”, es una relación personal con Dios que no se aprende en los libros porque es un don de Dios, un don que hay que pedir. Son los conceptos que expresó el Papa Franciscoen su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

La primera lectura tomada del Libro de Samuel relata la derrota del Pueblo  de Dios por obra de los filisteos: “La matanza fue muy grande” – dijo el Papa – y recordó que el pueblo perdió todo, “incluso la dignidad”. Francisco se preguntó qué consecuencia tuvo esta derrota. Y afirmó que el pueblo, “lentamente se había alejado del Señor, vivía mundanamente, incluso con los ídolos que tenía”. Iba al Santuario de Silo, pero “como si fuera una costumbre cultural”, porque había perdido su relación filial con Dios. ¡No adoraba a Dios! – prosiguió  Francisco –. “Y el Señor los dejó solos”. El pueblo usa incluso el Arca de Dios para vencer la batalla, pero como si fuera una cosa “un poco mágica”.

“En el Arca – recordó asimismo el Pontífice – estaba la Ley, la Ley que ellos no observaban y de la que se habían alejado”. ¡Ya no tenían “una relación personal con el Señor! – dijo –. Se habían olvidado de Dios que los había salvado”. Y fueron derrotados, treinta mil israelíes muertos, y los filisteos, los dos hijos de Elí, toman el Arca de Dios, eran “aquellos sacerdotes delincuentes que explotaban a la gente en el Santuario de Silo”, y mueren.

“Una derrota total” –  afirmó el Papa –. Y añadió: “Un pueblo que se aleja de Dios termina así”. Cuenta con un Santuario, pero el corazón no está con Dios, no sabe adorar a Dios: “Cree en Dios, pero en un Dios un poco brumoso, lejano, que no entra en el corazón, por lo que se obedecen sus Mandamientos. ¡Esta es la derrota!”. Pero el Evangelio del día, en cambio, nos habla de una victoria:
“En aquel tiempo fue a ver a Jesús un leproso que le suplicaba de rodillas – precisamente en un gesto de adoración – y le decía: ‘Si quieres, puedes purificarme’. Desafía al Señor diciendo: ‘Yo soy un derrotado en la vida – el leproso era un derrotado, porque no podía hacer vida común, era siempre ‘descartado’, puesto a parte – ¡pero tú puedes transformar esta derrota en victoria!’. Es decir: ‘Si quieres, puedes purificarme’. Ante esto Jesús tuvo compasión, tendió la mano, lo tocó y le dijo: ‘¡Yo lo quiero! ¡Estás purificado!’. Así, sencillamente: esta batalla terminó en dos minutos con la victoria; aquella otra, toda la jornada, con la derrota. Aquel hombre tenía algo que impulsaba a ir hacia Jesús y lanzarle aquel desafío. ¡Tenía fe!”.
El Apóstol Juan dice que la victoria sobre el mundo es nuestra fe
“Nuestra fe vence, ¡siempre!”, dijo el Papa y añadió:
“La fe es victoria. La fe. Como este hombre: ‘Si quieres, puedes hacerlo’. Los derrotados de la  Primera Lectura rezaban a Dios, llevaban el Arca, pero no tenían fe. Se habían olvidado de Él. Este tenía fe y cuando se pide con fe, el mismo Jesús nos ha dicho que se mueven las montañas. Somos capaces de mover una montaña de una parte a otra: la fe es capaz de esto. El mismo Jesús nos ha dicho: ‘Todo lo que le pidan al Padre en mi nombre, les será dado. Pidan y les será dado; llamen y se les abrirá’. Pero con fe. Y ésta es nuestra victoria”.
El Santo Padre Francisco concluyó su homilía con la siguiente oración:
“Pidamos al Señor que nuestra oración tenga siempre aquella raíz de fe, que nazca de la fe en Él. La gracia de la fe: es un don la fe. No se aprende en los libros. Es un don que te da el Señor, pero pídelo: ‘¡Dame la fe!’. ‘¡Creo, Señor!’ dijo aquel hombre que pedía a Jesús que curara a su hijo: ‘Te pido Señor, aumenta mi poca fe’. La oración con la fe… y es curado. Pidamos al Señor la gracia de rezar con fe, de tener la seguridad de que cada cosa que le pedimos a Él nos será dada, con esa seguridad que nos da la fe. Y esta es nuestra victoria: ¡nuestra fe!”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).


“Crecer misericordiosos como el Padre”, Mensaje del Papa para el Jubileo de los Jóvenes

 “Mantengan la esperanza en el Señor, con valentía para ir contra corriente y así poder sentir el gozo de ser sus testigos”, es el aliento del Papa Francisco en su mensaje a los chicos y chicas que se preparan a celebrar el Jubileo de los Jóvenes en el marco del Año de la Misericordia. En su mensaje publicado la mañana de este jueves 14 de enero, el Santo Padre invitó a los jóvenes “a aspirar a grandes ideales, a preparar el corazón para poder meditar las palabras del Señor y vivir intensamente este Año Santo”.
El evento es organizado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización en colaboración con el Servicio nacional italiano de pastoral juvenil. El 23 de abril estará dedicado a la peregrinación de la Misericordia. Los diversos grupos de jóvenes partirán de Castel Sant’Angelo y recorrerán la Vía de la Conciliación, en un camino penitencial, leyendo la Palabra de Dios y meditando. Una vez llegados a la Plaza de San Pedro podrán recibir el Sacramento de la Reconciliación, después, entrarán en la Basílica por la Puerta Santa para la profesión de fe en el Altar de la Confesión junto a la tumba de San Pedro.
A lo largo de su Jubileo, los jóvenes podrán visitar las plazas y lugares más significativos de Roma donde se colocarán una serie de instalaciones explicativas de las siete obras de misericordia corporales y espirituales y algunos testigos de la caridad les hablarán de cómo traducir la misericordia en actos concretos.

(Renato Martinez – Radio Vaticano) 

EL BIEN ES CONTAGIOSO



“Queridos hermanos y hermanas,

El evangelista san Marcos nos relata la acción de Jesús contra todo tipo de mal, en beneficio de los que sufren en el cuerpo y en el espíritu: endemoniados, enfermos, pecadores... Él se presenta como Aquél que combate y vence el mal donde quiera que lo encuentre.

En el Evangelio de hoy esta lucha afronta un caso emblemático, porque el enfermo es un leproso. La lepra es una enfermedad contagiosa que no tiene piedad, que desfigura a la persona, y que era símbolo de impureza: el leproso tenía que estar fuera de los centros habitados e indicar su presencia a los que pasaban. Era marginado por la comunidad civil y religiosa. Era como un muerto ambulante. 

El episodio de la curación del leproso tiene lugar en tres breves pasos: la invocación del enfermo, la respuesta de Jesús y las consecuencias de la curación prodigiosa.

El leproso suplica a Jesús «de rodillas» y le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Ante esta oración humilde y confiada, Jesús reacciona con una actitud profunda de su espíritu: la compasión. Y «compasión» es una palabra muy profunda: compasión significa «padecer-con-el otro». El corazón de Cristo manifiesta la compasión paterna de Dios por ese hombre, acercándose a él y tocándolo. 

Y este detalle es muy importante. Jesús «extendió la mano y lo tocó... la lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio» (v. 41-42). La misericordia de Dios supera toda barrera y la mano de Jesús tocó al leproso… Jesús, toma de nosotros nuestra humanidad enferma y nosotros de Él su humanidad sana y capaz de sanar. Esto sucede cada vez que recibimos con fe un Sacramento: el Señor Jesús nos «toca» y nos dona su gracia. En este caso pensemos especialmente en el Sacramento de la Reconciliación, que nos cura de la lepra del pecado. 

Una vez más el Evangelio nos muestra lo que hace Dios ante nuestro mal: Dios no viene a «dar una lección» sobre el dolor; no viene tampoco a eliminar del mundo el sufrimiento y la muerte; viene más bien a cargar sobre sí el peso de nuestra condición humana, a conducirla hasta sus últimas consecuencias, para liberarnos de modo radical y definitivo. Así Cristo combate los males y los sufrimientos del mundo: haciéndose cargo de ellos y venciéndolos con la fuerza de la misericordia de Dios. 

A nosotros, hoy, el Evangelio de la curación del leproso nos dice que si queremos ser auténticos discípulos de Jesús estamos llamados a llegar a ser, unidos a Él, instrumentos de su amor misericordioso, superando todo tipo de marginación. 

Para ser «imitadores de Cristo» ante un pobre o un enfermo, no tenemos que tener miedo de mirarlo a los ojos y de acercarnos con ternura y compasión, y de tocarlo y abrazarlo. He pedido a menudo a las personas que ayudan a los demás que lo hagan mirándolos a los ojos, que no tengan miedo de tocarlos; que el gesto de ayuda sea también un gesto de comunicación: también nosotros tenemos necesidad de ser acogidos por ellos. Un gesto de ternura, un gesto de compasión...

Yo os pregunto: vosotros, ¿cuándo ayudáis a los demás, los miráis a los ojos? ¿Los acogéis sin miedo de tocarlos? ¿Los acogéis con ternura? Pensad en esto: ¿cómo ayudáis? ¿A distancia o con ternura, con cercanía? Si el mal es contagioso, lo es también el bien. Por lo tanto, es necesario que el bien abunde en nosotros, cada vez más. Dejémonos contagiar por el bien y contagiemos el bien”. 

(Papa Francisco, Ángelus del 5 de febrero de 2015).

La lepra se le quitó, y quedó limpio


Lectura del santo evangelio según San Marcos 1,40-45
En aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
-«Si quieres, puedes limpiarme.»
Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
-«Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
-«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu, purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio ».
Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor.