jueves, 14 de enero de 2016

Homilía del Papa Francisco: Nuestra victoria es la fe


La fe vence siempre, porque transforma en victoria incluso la derrota, pero no es una cosa “mágica”, es una relación personal con Dios que no se aprende en los libros porque es un don de Dios, un don que hay que pedir. Son los conceptos que expresó el Papa Franciscoen su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

La primera lectura tomada del Libro de Samuel relata la derrota del Pueblo  de Dios por obra de los filisteos: “La matanza fue muy grande” – dijo el Papa – y recordó que el pueblo perdió todo, “incluso la dignidad”. Francisco se preguntó qué consecuencia tuvo esta derrota. Y afirmó que el pueblo, “lentamente se había alejado del Señor, vivía mundanamente, incluso con los ídolos que tenía”. Iba al Santuario de Silo, pero “como si fuera una costumbre cultural”, porque había perdido su relación filial con Dios. ¡No adoraba a Dios! – prosiguió  Francisco –. “Y el Señor los dejó solos”. El pueblo usa incluso el Arca de Dios para vencer la batalla, pero como si fuera una cosa “un poco mágica”.

“En el Arca – recordó asimismo el Pontífice – estaba la Ley, la Ley que ellos no observaban y de la que se habían alejado”. ¡Ya no tenían “una relación personal con el Señor! – dijo –. Se habían olvidado de Dios que los había salvado”. Y fueron derrotados, treinta mil israelíes muertos, y los filisteos, los dos hijos de Elí, toman el Arca de Dios, eran “aquellos sacerdotes delincuentes que explotaban a la gente en el Santuario de Silo”, y mueren.

“Una derrota total” –  afirmó el Papa –. Y añadió: “Un pueblo que se aleja de Dios termina así”. Cuenta con un Santuario, pero el corazón no está con Dios, no sabe adorar a Dios: “Cree en Dios, pero en un Dios un poco brumoso, lejano, que no entra en el corazón, por lo que se obedecen sus Mandamientos. ¡Esta es la derrota!”. Pero el Evangelio del día, en cambio, nos habla de una victoria:
“En aquel tiempo fue a ver a Jesús un leproso que le suplicaba de rodillas – precisamente en un gesto de adoración – y le decía: ‘Si quieres, puedes purificarme’. Desafía al Señor diciendo: ‘Yo soy un derrotado en la vida – el leproso era un derrotado, porque no podía hacer vida común, era siempre ‘descartado’, puesto a parte – ¡pero tú puedes transformar esta derrota en victoria!’. Es decir: ‘Si quieres, puedes purificarme’. Ante esto Jesús tuvo compasión, tendió la mano, lo tocó y le dijo: ‘¡Yo lo quiero! ¡Estás purificado!’. Así, sencillamente: esta batalla terminó en dos minutos con la victoria; aquella otra, toda la jornada, con la derrota. Aquel hombre tenía algo que impulsaba a ir hacia Jesús y lanzarle aquel desafío. ¡Tenía fe!”.
El Apóstol Juan dice que la victoria sobre el mundo es nuestra fe
“Nuestra fe vence, ¡siempre!”, dijo el Papa y añadió:
“La fe es victoria. La fe. Como este hombre: ‘Si quieres, puedes hacerlo’. Los derrotados de la  Primera Lectura rezaban a Dios, llevaban el Arca, pero no tenían fe. Se habían olvidado de Él. Este tenía fe y cuando se pide con fe, el mismo Jesús nos ha dicho que se mueven las montañas. Somos capaces de mover una montaña de una parte a otra: la fe es capaz de esto. El mismo Jesús nos ha dicho: ‘Todo lo que le pidan al Padre en mi nombre, les será dado. Pidan y les será dado; llamen y se les abrirá’. Pero con fe. Y ésta es nuestra victoria”.
El Santo Padre Francisco concluyó su homilía con la siguiente oración:
“Pidamos al Señor que nuestra oración tenga siempre aquella raíz de fe, que nazca de la fe en Él. La gracia de la fe: es un don la fe. No se aprende en los libros. Es un don que te da el Señor, pero pídelo: ‘¡Dame la fe!’. ‘¡Creo, Señor!’ dijo aquel hombre que pedía a Jesús que curara a su hijo: ‘Te pido Señor, aumenta mi poca fe’. La oración con la fe… y es curado. Pidamos al Señor la gracia de rezar con fe, de tener la seguridad de que cada cosa que le pedimos a Él nos será dada, con esa seguridad que nos da la fe. Y esta es nuestra victoria: ¡nuestra fe!”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).


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