viernes, 17 de marzo de 2017

"Estáis arrastrando a Europa al abismo. Pronto empezarán guerras de religión en Europa"

 "¿Dónde iréis? A dónde estáis llevando a Europa? Habéis empezado a hundir Europa. Estáis arrastrando a Europa al abismo. Pronto empezarán guerras de religión en Europa". El ministro de Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, ha denunciado las políticas racistas de Geert Wilders en Holanda, que en su opinión están marcando una tónica común en el Viejo Continente.
Más allá de que el líder anti-islam no haya ganado las elecciones en Holanda, el canciller turco ha subrayado que no hay diferencias entre unos partidos y otros respecto a lo religioso. "Cuando miras a los muchos partidos que hay, no hay diferencia entre los socialdemócratas y el fascista (Geert) Wilders. Todos tienen la misma mentalidad", denunció.
Por su parte, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, dijo hoy que Europa ha empezado una "cruzada" contra el islam, en referencia a la decisión del Tribunal Europeo de permitir que las empresas prohíban el uso del velo islámico en horario laboral.
"Han empezado una cruzada, no hay otra explicación. Europa se acerca a los tiempos de antes de la II Guerra Mundial" dijo el mandatario en un evento en la ciudad de Sakarya.
En las últimas semanas, Turquía ha acusado a Holanda y a Alemania de comportamiento nazi por impedir que dos de sus ministros hicieran campaña electoral ante los turcos en esos países para pedirles que apoyen la reforma constitucional para entregar el poder ejecutivo al presidente, el islamista Recep Tayyip Erdogan.
Los turcos votarán el 16 de abril sobre una polémica reforma constitucional que refuerza los poderes del presidente. Otros países europeos prohibieron los mítines electorales pro-Erdogan, lo que enfureció a Ankara que comparó estas prácticas con las de los nazis. Este pasado miércoles, el presidente turco afirmó que existe un "espíritu de fascismo desbocado en las calles de Europa".
(J. B./Agencias)

Este es el heredero: venid, lo matamos


Lectura del santo Evangelio según san Mateo 21, 33-43. 45-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«Escuchad otra parábola:
Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.
Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo".
Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia."
Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?».
Le contestaron:
«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos».
Y Jesús les dice:
«¿No habéis leído nunca en la Escritura:
"La piedra que deshecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"?
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.
Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.
Palabra del Señor.

Papa Francisco: No cerremos nuestro corazón ante los pobres

Debemos estar atentos a no tomar el camino que del pecado lleva a la corrupción. Es la admonición que hizo el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Papa se inspiró en el Evangelio del día – de San Lucas – en el que el Señor relata la parábola del rico y el pobre Lázaro para subrayar que también hoy debemos estar atentos para no encerrarnos en nosotros mismos, ignorando a los pobres y a los sin techo de nuestras ciudades.
“Escruta, Dios, mi corazón. Mira si recorro el camino de la mentira y guíame por el camino de la vida”. El Papa desarrolló su homilía a partir de las palabras de la Antífona y del Salmo 1, para poner de manifiesto que “el  hombre que confía en el hombre, se apoya en la carne, es decir, en las cosas que él puede gestionar, en la vanidad,  en el orgullo, en las riquezas”, a partir de lo cual se produce un “alejamiento del Señor”. Francisco se refirió a “la fecundidad del hombre que confía en el Señor, y a la esterilidad del hombre que confía en sí mismo”, en el poder y en las riquezas. “Este camino  – dijo  – es un camino peligroso, es un camino resbaladizo, cuando sólo me fío de mi corazón: porque él es traidor, es peligroso”.
El que vive en las riquezas no ve al pobre, el pecado se vuelve corrupción
“Cuando una persona vive en un ambiente cerrado – añadió el Papa – respira el aire propio de sus bienes, de su satisfacción, de la vanidad, de sentirse seguro, confiando sólo en sí mismo, con lo cual pierde la orientación, pierde la brújula e ignora dónde están los límites”. Es precisamente lo que sucede al rico del que habla el Evangelio de Lucas, que transcurría su vida haciendo fiestas e ignorando al pobre que estaba en la puerta de su casa:
“Él sabía quién era aquel pobre. Lo sabía. Porque después, cuando habla con el Padre Abraham, dice: “Pero, envíame a Lázaro”. Incuso ¡sabía cómo se llamaba! Pero no le importaba. ¿Era un hombre pecador? Sí. Pero del pecado se puede ir hacia atrás: se pide perdón y el Señor perdona. Pero el corazón lo ha llevado por un camino de muerte hasta el punto de que no se puede volver atrás. Hay un punto, hay un momento, hay un límite del que difícilmente se vuelve atrás: es cuando el pecado se transforma en corrupción. Y éste no era un pecador, era un corrupto. Porque sabía de las tantas miserias, pero él se sentía feliz allí y no le importaba nada”.
¿Qué sentimos en el corazón cuando vemos a un sin techo por la calle?
“Maldito el hombre que confía en sí mismo, que confía en su corazón, subrayó el Pontífice aludiendo al Salmo 1.  Nada es más peligroso que el corazón, y difícilmente se cura. Cuando tú conoces aquel camino de enfermedad, difícilmente te curarás”. Y se preguntó:
“¿Qué sentimos en el corazón cuando vamos por el camino y vemos a un sin techo, veamos a niños solos que piden limosna? ‘No, pero estos son de aquella etnia que roba…’. ¿Sigo adelante, hago así? Los sin techo, los pobres, los abandonados, incluso los sin techo bien vestidos, porque no tienen dinero para pagar el alquiler, porque no tienen trabajo… ¿Qué cosa siento yo? Esto forma parte del panorama, del paisaje de una ciudad, como una estatua, la parada del autobús, la oficina del correo ¿Y también los sin techo son parte de la ciudad? ¿Esto es normal? Estén atentos. Estemos atentos. Cuando estas cosas resuenan en nuestro corazón como normales  – ‘pero sí, la vida es así… y yo como, bebo, y para quitarme un poco de sentido de culpa doy una oferta y voy adelante’ – el camino no va bien”.
Si el pecador se arrepiente vuelve para atrás, en cambio el corrupto está cerrado en sí mismo
El Obispo de Roma reafirmó la necesidad de darnos cuenta, cuando vamos por el camino “resbaladizo del pecado a la corrupción”. “¿Qué siento yo – se preguntó  – cuando en el telediario” veo que “cayó una bomba allá, sobre un hospital y murieron tantos niños”? ¿Rezo una oración y después sigo viviendo como si nada? “¿Entra en mi corazón esto”, o “soy como este rico para el cual el drama de Lázaro, del que tenían más piedad los perros, jamás entró en mi corazón?” Si así fuera, estaría en un camino que conduce “del pecado a la corrupción”:
“Por esta razón pidamos al Señor: ‘Escruta, oh Señor, mi corazón. Mira si mi camino está equivocado, si yo estoy en un camino resbaladizo del pecado a la corrupción, del que no se puede volver atrás’. Habitualmente, el pecador, si se arrepiente, vuelve hacia atrás; el corrupto, difícilmente, porque está encerrado en sí mismo. Que la oración sea hoy: ‘Escruta, Señor, mi corazón’. ‘Y hazme comprender en qué camino estoy, por cuál camino estoy yendo’”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

(from Vatican Radio)

Papa Francisco: No cerremos nuestro corazón ante los pobres

Debemos estar atentos a no tomar el camino que del pecado lleva a la corrupción. Es la admonición que hizo el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Papa se inspiró en el Evangelio del día – de San Lucas – en el que el Señor relata la parábola del rico y el pobre Lázaro para subrayar que también hoy debemos estar atentos para no encerrarnos en nosotros mismos, ignorando a los pobres y a los sin techo de nuestras ciudades.
“Escruta, Dios, mi corazón. Mira si recorro el camino de la mentira y guíame por el camino de la vida”. El Papa desarrolló su homilía a partir de las palabras de la Antífona y del Salmo 1, para poner de manifiesto que “el  hombre que confía en el hombre, se apoya en la carne, es decir, en las cosas que él puede gestionar, en la vanidad,  en el orgullo, en las riquezas”, a partir de lo cual se produce un “alejamiento del Señor”. Francisco se refirió a “la fecundidad del hombre que confía en el Señor, y a la esterilidad del hombre que confía en sí mismo”, en el poder y en las riquezas. “Este camino  – dijo  – es un camino peligroso, es un camino resbaladizo, cuando sólo me fío de mi corazón: porque él es traidor, es peligroso”.
El que vive en las riquezas no ve al pobre, el pecado se vuelve corrupción
“Cuando una persona vive en un ambiente cerrado – añadió el Papa – respira el aire propio de sus bienes, de su satisfacción, de la vanidad, de sentirse seguro, confiando sólo en sí mismo, con lo cual pierde la orientación, pierde la brújula e ignora dónde están los límites”. Es precisamente lo que sucede al rico del que habla el Evangelio de Lucas, que transcurría su vida haciendo fiestas e ignorando al pobre que estaba en la puerta de su casa:
“Él sabía quién era aquel pobre. Lo sabía. Porque después, cuando habla con el Padre Abraham, dice: “Pero, envíame a Lázaro”. Incuso ¡sabía cómo se llamaba! Pero no le importaba. ¿Era un hombre pecador? Sí. Pero del pecado se puede ir hacia atrás: se pide perdón y el Señor perdona. Pero el corazón lo ha llevado por un camino de muerte hasta el punto de que no se puede volver atrás. Hay un punto, hay un momento, hay un límite del que difícilmente se vuelve atrás: es cuando el pecado se transforma en corrupción. Y éste no era un pecador, era un corrupto. Porque sabía de las tantas miserias, pero él se sentía feliz allí y no le importaba nada”.
¿Qué sentimos en el corazón cuando vemos a un sin techo por la calle?
“Maldito el hombre que confía en sí mismo, que confía en su corazón, subrayó el Pontífice aludiendo al Salmo 1.  Nada es más peligroso que el corazón, y difícilmente se cura. Cuando tú conoces aquel camino de enfermedad, difícilmente te curarás”. Y se preguntó:
“¿Qué sentimos en el corazón cuando vamos por el camino y vemos a un sin techo, veamos a niños solos que piden limosna? ‘No, pero estos son de aquella etnia que roba…’. ¿Sigo adelante, hago así? Los sin techo, los pobres, los abandonados, incluso los sin techo bien vestidos, porque no tienen dinero para pagar el alquiler, porque no tienen trabajo… ¿Qué cosa siento yo? Esto forma parte del panorama, del paisaje de una ciudad, como una estatua, la parada del autobús, la oficina del correo ¿Y también los sin techo son parte de la ciudad? ¿Esto es normal? Estén atentos. Estemos atentos. Cuando estas cosas resuenan en nuestro corazón como normales  – ‘pero sí, la vida es así… y yo como, bebo, y para quitarme un poco de sentido de culpa doy una oferta y voy adelante’ – el camino no va bien”.
Si el pecador se arrepiente vuelve para atrás, en cambio el corrupto está cerrado en sí mismo
El Obispo de Roma reafirmó la necesidad de darnos cuenta, cuando vamos por el camino “resbaladizo del pecado a la corrupción”. “¿Qué siento yo – se preguntó  – cuando en el telediario” veo que “cayó una bomba allá, sobre un hospital y murieron tantos niños”? ¿Rezo una oración y después sigo viviendo como si nada? “¿Entra en mi corazón esto”, o “soy como este rico para el cual el drama de Lázaro, del que tenían más piedad los perros, jamás entró en mi corazón?” Si así fuera, estaría en un camino que conduce “del pecado a la corrupción”:
“Por esta razón pidamos al Señor: ‘Escruta, oh Señor, mi corazón. Mira si mi camino está equivocado, si yo estoy en un camino resbaladizo del pecado a la corrupción, del que no se puede volver atrás’. Habitualmente, el pecador, si se arrepiente, vuelve hacia atrás; el corrupto, difícilmente, porque está encerrado en sí mismo. Que la oración sea hoy: ‘Escruta, Señor, mi corazón’. ‘Y hazme comprender en qué camino estoy, por cuál camino estoy yendo’”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

(from Vatican Radio)