martes, 11 de octubre de 2016

La Iglesia y los homosexuales



Francisco no ha venido a abolir la ley antigua ni la doctrina de la Iglesia, sino a recordarnos que nuestra norma suprema es la caridad
Un día después de asegurar en Georgia que «hoy hay una guerra mundial para destruir el matrimonio» por medio de la ideología de género, el Papa sorprendía a propios y extraños en su respuesta a una pregunta sobre «qué le diría a una persona que ha sufrido» porque «su aspecto físico no se corresponde con lo que él o ella considera su identidad sexual». Francisco recurrió a un ejemplo práctico y contó cómo el entonces obispo de Plasencia, monseñor Amadeo Rodríguez Magro, y después él mismo acogieron a Diego Neira, un transexual con grandes dosis de sufrimiento a sus espaldas, buena parte originado por la dureza de algunos corazones dentro de la Iglesia.
El Papa da una lección de sentido común y jerarquía de valores. Porque si condenable es una ideología que siembra confusión en los niños y destruye las bases de la familia, no menos destructivo es el desprecio a una persona por razón de su orientación sexual (o de cualquier otra). Las situaciones son muy diversas, algunas de enorme complejidad, pero Francisco dejó claro en el avión de regreso de Azerbaiyán que al dogmatismo de la ideología de género no se le combate con un rigorismo moral farisaico: «La vida es la vida, y las cosas se tienen que tomar como vienen. El pecado es el pecado. Las tendencias o los desequilibrios hormonales dan muchos problemas y hay que tener cuidado de no decir: “Todo es lo mismo, vamos a celebrarlo”. No, no es eso. Hay que acoger cada caso, acompañarlo, discernirlo e integrarlo».
El discernimiento consiste en fijarse en el Evangelio para iluminar la realidad concreta de hoy. Y así Francisco subraya que Jesús jamás diría: «Vete porque eres homosexual». No por ello, claro, daría por buena cualquier situación, si bien lo que de ningún modo toleraría es el rechazo a una persona desde una fingida superioridad moral. Más bien nos pediría que acompañáramos cada situación con respeto, ternura y paciencia, que es lo que anima a hacer Francisco. Tampoco él, por cierto, ha venido a abolir la ley antigua ni la doctrina de la Iglesia, sino a recordarnos que nuestra norma suprema es la caridad.
Alfa y Omega

Papa: Jesús nos pide que hagamos el bien con humildad


Jesús nos pide que hagamos el bien con humildad, escapando del aparecer, o del fingir que se hace algo. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, en la memoria litúrgica de San Juan XXIII.
El Pontífice advirtió acerca del peligro de una “religión maquillada” reafirmando que el camino del Señor es el de la humildad.
La libertad cristiana proviene de Jesús y “no de nuestras obras”. El Santo Padre desarrolló su homilía a partir de la Carta de San Pablo a los Gálatas para dirigir después su atención al Evangelio del día, según el cual Jesús reprende a un fariseo concentrado en las apariencias y no en la sustancia de la fe.
Jesús nos pide que aceptemos la justicia que viene de Dios
A aquel Doctor de la Ley que había criticado a Jesús porque no había hecho las abluciones antes del almuerzo – recordó el Papa – el Señor responde de modo claro:
“‘Ustedes los fariseos limpian la parte exterior de la copa y del plato, pero su interior está lleno de avidez y de maldad’. Y esto Jesús lo repite a esta gente muchas veces en el Evangelio: ‘Su interior es malo, no es justo, no es libre. Son esclavos porque no han aceptado la justicia que viene de Dios, la justicia que nos ha dado Jesús’”.
En otro pasaje del Evangelio – prosiguió diciendo el Papa Bergoglio – Jesús pide que se rece sin hacerse ver, sin aparecer. Algunos – destacó – eran “caraduras”, “no tenían vergüenza”: rezaban y daban la limosna para hacerse admirar. El Señor, en cambio, indica el camino de la humildad.
No a la “religión maquillada”, rechazar las apariencias
Francisco continuó su reflexión diciendo que “lo que importa, según dice Jesús, es la libertad que nos ha dado la redención, que nos ha dado el amor, que nos ha dado la recreación del Padre”:
“Aquella libertad interior, aquella libertad de hacer el bien a escondidas, sin hacer sonar la trompeta porque el camino de la verdadera religión es el mismo de Jesús: la humildad, la humillación. Y Jesús – dice Pablo a los Filipenses – se humilló a sí mismo, se desojó de sí mismo. Es el único camino para quitar de nosotros el egoísmo, la avidez, la soberbia, la vanidad, la mundanidad. Al contrario, esta gente a la que Jesús reprende, es gente que sigue la ‘religión del maquillaje’: la apariencia, el aparecer, hacer de cuenta que uno parece, pero dentro… Jesús, para esta gente usa una imagen muy fuerte: ‘Ustedes son sepulcros blanqueados, bellos por fuera, pero dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre’”.
Pidamos al Señor que nos ayude a rechazar la religión del aparecer
“Jesús – añadió el Obispo de Roma – nos llama, nos invita a hacer el bien con humildad”. “Tú – dijo –  puedes hacer todo el bien que quieras, pero si no lo haces humildemente, como nos enseña Jesús, este bien no sirve, porque es un bien que nace de ti mismo, de tu seguridad, y no de la redención que Jesús nos ha dado”. La redención – agregó el Papa – “viene por el camino de la humildad y de las humillaciones porque jamás se llega a la humildad sin las humillaciones. Y vemos a Jesús humillado en la cruz”:
“Pidamos al Señor que no nos cansemos de ir por este camino, que no nos casemos de rechazar esta religión del aparecer, del parecer, del hacer de cuenta que... E ir, en silencio, haciendo el bien, gratuitamente así como nosotros gratuitamente hemos recibido nuestra libertad interior. Y que Él custodie esta libertad interior de todos nosotros. Pidamos esta gracia”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

Cáritas Española pone en marcha una campaña de solidaridad con Haití



Cáritas Internationalis ha lanzado un llamamiento a todas las Cáritas donantes del mundo por importe de 250.000 euros para financiar en Haití las primeras operaciones de respuesta inmediata a los damnificados por el huracán "Mattew".
En respuesta a esa petición, Cáritas Española ha puesto ya a disposición de Cáritas Haitíuna partida de 50.000 euros y ha lanzado la campaña "Cáritas con Haití" para canalizar la solidaridad de los donantes españoles hacia ese país caribeño.

Campaña «CÁRITAS CON HAITÍ»
Teléfono de donaciones: 900.33.99.99
SANTANDER
ES85 0049 1892 6124 1329 0941
POPULAR
ES58 0075 0001 8206 0800 9151
Y EN LAS CUENTAS ABIERTAS
POR TODAS LAS CÁRITAS DIOCESANAS

A medida que los equipos de emergencia de Cáritas Haití han podido acceder a las áreas siniestradas del sureste de la isla -Jérémie y Les Cayes, principalmente- se ha ido tomando conciencia del grado de devastación causado por "Mattew", cuyo saldo en pérdidas de vidas humanas se acerca al millar de fallecidos.
Se calcula, además, que 350.000 personas necesitan ayuda urgente en un escenario de máxima precariedad: el 80 por ciento de las viviendas han quedado arrasadas y se han perdido el 90 por ciento de los cultivos y la cabaña ganadera, una auténtica tragedia si se tiene en cuenta que se trata de una zona dedicada mayoritariamente a la actividad agropecuaria y que no se había visto afectada por los efectos de terremoto de 2010.
Los mayores retos a los que se enfrentan las Cáritas locales en estos momentos, aparte de garantizar el reparto de productos de primera necesidad a los damnificados, es poder acceder a las zonas que permanecen aisladas a causa del corte de carreteras y puentes. Otra prioridad es el suministro de agua potable, ya que todos los acuíferos han quedado contaminados tras el paso del huracán, con el consiguiente riesgo de brotes de cólera y disentería.
Hasta el momento, las Cáritas de las zonas más afectadas han podido distribuir ayuda de primera necesidad a las víctimas, gracias al acopio realizado en los centros parroquiales y diocesanos en los días previos al impacto de "Matthew". De todos modos, el nivel de destrucción es tal, que las previsiones son insuficientes y urge enviar a las zonas afectadas nuevos suministros. Para ello, mientras las Cáritas Diocesanas del resto del país están canalizando ayuda hacia las zonas devastadas, la red Cáritas en la región ha comenzado a organizar el flete hacia Haití de suministros de emergencia desde la República Dominicana y los países vecinos.
El plan de respuesta inmediata que ha puesto en marcha Cáritas Haití prevé garantizar ayuda de primera necesidad en las próximas semanas -alimentos y productos de higiene-a 13.500 personas tanto en las áreas de Jamel, Nippes, Jeremie y Les Cayes, como en las zonas del oeste y del noroeste. La prioridad de la acción de Cáritas serán las personas alojadas en refugios temporales, mujeres embarazadas, niños y adultos con discapacidad.
 Cáritas

Dad limosna, y lo tendréis limpio todo



Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 37-41
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él.
Él entró y se puso a la mesa.
Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo:
-«Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad.
¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Con todo, dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo».
Palabra del Señor.

Francisco recuerda que «María nos permite comprender lo que significa ser discípulo de Cristo»

La oración del rosario es la síntesis de la historia de la misericordia de Dios que se transforma en historia de salvación para quienes se dejan plasmar por la gracia. Lo ha explicado este sábado por la tarde, en la plaza de San Pedro, el Santo Padre, al presidir la oración del Santo Rosario con ocasión del Jubileo Mariano, que se celebra en Roma del 7 al 9 de octubre, en el marco del Año de la Misericordia. Antes de la llegada del papa Francisco, los participantes han vivido un momento de oración, cantos y testimonios. Distintas advocaciones marianas de varios países del mundo han sido llevadas en procesión frente a la Basílica de San Pedro.
En su discurso, el Papa ha explicado que en la vigilia, rezando el rosario, se han recorrido los momentos fundamentales de la vida de Jesús, en compañía de María. La Resurrección «como signo del amor extremo del Padre que devuelve vida a todo y es anticipación de nuestra condición futura». La Ascensión «como participación de la gloria del Padre, donde también nuestra humanidad encuentra un lugar privilegiado». Pentecostés, «expresión de la misión de la Iglesia en la historia hasta el fin de los tiempos, bajo la guía del Espíritu Santo». Además, en los dos últimos misterios se contempla a la Virgen María «en la gloria del Cielo, Ella que desde los primeros siglos ha sido invocada como Madre de la Misericordia».
Los misterios que contemplamos –ha explicado el Pontífice– son gestos concretos en los que se desarrolla la actuación de Dios para con nosotros. Por medio de la plegaria y de la meditación de la vida de Jesucristo, «volvemos a ver su rostro misericordioso que sale al encuentro de todos en las diversas necesidades de la vida», ha precisado. Así, ha asegurado que «María nos acompaña en este camino, indicando al Hijo que irradia la misericordia misma del Padre». Ella, «la Madre que muestra el camino que estamos llamados a recorrer para ser verdaderos discípulos de Jesús». Por otro lado, ha señalado que la oración del rosario «no nos aleja de las preocupaciones de la vida»; por el contrario, «nos pide encarnarnos en la historia de todos los días para saber reconocer en medio de nosotros los signos de la presencia de Cristo». Al respecto, ha asegurado que cada vez que contemplamos un misterio de la vida de Cristo, «estamos invitados a comprender de qué modo Dios entra en nuestra vida», para luego «acogerlo y seguirlo».
El Papa ha recordado que «somos discípulos», pero también «somos misioneros y portadores de Cristo allí donde Él nos pide estar presentes». Por tanto, «no podemos encerrar el don de su presencia dentro de nosotros», ha advertido el Papa. Por el contrario, «estamos llamados a hacer partícipes a todos de su amor, su ternura, su bondad y su misericordia».
El Pontífice ha recordado que María «nos permite comprender lo que significa ser discípulo de Cristo». Ella fue «elegida desde siempre para ser la Madre, aprendió a ser discípula».
Sin embargo, el Papa ha explicado que no basta solo escuchar, que es sin duda el primer paso. Después lo que se ha escuchado «es necesario traducirlo en acciones concretas». El discípulo, en efecto, «entrega su vida al servicio del Evangelio».
Por otro lado, ha recordado que a lo largo de su vida, «María ha realizado lo que se pide a la Iglesia: hacer memoria perenne de Cristo». En su fe, «vemos cómo abrir la puerta de nuestro corazón para obedecer a Dios». En su abnegación, «descubrimos cuánto debemos estar atentos a las necesidades de los demás». En sus lágrimas, «encontramos la fuerza para consolar a cuantos sufren». En cada uno de estos momentos, «María expresa la riqueza de la misericordia divina, que va al encuentro de cada una de las necesidades cotidianas».
Para finalizar, el Papa ha invitado a invocar a la «Madre del cielo» con la oración más antigua con la que los cristianos se dirigen a Ella, «con la certeza de saber que somos socorridos por su misericordia maternal». A continuación todos los presentes han rezado: «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, Oh Virgen gloriosa y bendita».
Zenit/Rocío Lancho García

«Ser cardenal supone estar dispuesto a dar la vida por Pedro»



El cardenal electo Carlos Osoro ha aprovechado el rezo del ángelus en la catedral de la Almudena para agradecer las muestras de afecto recibidas por parte de la Curia y de los fieles de Madrid. Varias personas le han parado a su llegada al templo para felicitarle o pedirle bendiciones. El arzobispo de Madrid ha agradecido la cercanía y confianza del Papa Francisco «por el gesto que ha tenido hacia la archidiócesis a través de mi persona», y ha pedido oraciones «para que no os defraude y no le defraude al Papa».
Comentando el Evangelio del día, monseñor Osoro ha reivindicado el ideal de una «Iglesia en salida», porque «no solamente somos los cristianos; hay mucha gente que busca» y «se hace preguntas». Estas personas buscan «signos». Por tanto, «hagamos signos, signos de cercanía a todos los hombres», sin distinción. «Signos de que la Iglesia no está para mirarse a sí misma». «Vayamos allá donde hay un conflicto, donde hay división, donde hay dudas...», para que así «la gente perciba que Cristo ha resucitado».
La confianza del Papa le reafirma al arzobispo y aumenta sus «ganas de estar en la calle, con la gente...», había dicho poco antes el arzobispo durante un encuentro con la prensa. De hecho, la mayor parte de las preguntas fueron en la línea del modelo de Iglesia abierta e inclusiva que promueve monseñor Osoro, siguiendo el ejemplo del Papa. «Para llevar la alegría del Evangelio, hay que salir, estar con los hombres, como él lo está haciendo», dijo. El Papa proyecta una imagen de la Iglesia alejada del boato, y pegada a las preocupaciones de la gente. «Esa es la forma de evangelizar», añadió.
En cuanto a las críticas que ese estilo pastoral o el propio Papa reciben a veces, monseñor Osoro respondió que «Jesús quiere que hagamos sitio a los demás», pero algunos «no quieren moverse y hacer un sitio a otros en el sillón».
Además de teorías, el arzobispo fue, de algún modo, sometido a un examen práctico, con la irrupción de un activista que entró en el salón de actos de Alfa y Omega profiriendo gritos contra la Iglesia. Informado previamente acerca de la presencia de esta persona, monseñor Osoro había pedido que no se le expulsase, porque «no está bien echar a nadie», ni siquiera «al que me insulta». Además, añadió, «nos viene bien» escuchar a todos.

San Juan XXIII – 11 de octubre


Hoy se celebra la festividad de Nuestra Señora de Begoña, y entre otros santos y beatos, la vida de este pontífice.
Ángelo Giuseppe, internacionalmente conocido por su afabilidad como el «papa bueno», nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, Bérgamo, Italia. Era el cuarto de trece hermanos de una humilde familia de piadosos campesinos. Creció arropado por las hondas convicciones religiosas del clan Roncalli. Su tío y padrino Zaverio influyó notablemente en su formación espiritual. Ingresó en el seminario de Bérgamo en 1892.
En 1895 comenzó a redactar su extraordinario Diario del alma mientras realizaba ejercicios espirituales. No solo consignó en él buenos propósitos sino que, al ser fiel a ellos, arrebató para su vida un cúmulo de bendiciones. Incluyó pautas cotidianas de oración, reflexión, examen de conciencia, lectura de libros devotos, rezo a María, de la que fue devoto, etc. Un programa minucioso que iba ampliando atendiendo al mes, al año, y en todo tiempo, caracterizado por la concisión en cuanto a las prácticas de las virtudes en las que juzgó debía progresar. Se encomendaba a sus santos preferidos, que eran junto a Bernardino, Luís Gonzaga, Estanislao de Kostka y Juan Berchmans, todos adalides de la pureza a la que aspiraba. Entonces advirtió que le conduciría al altar la «vida oculta, oración y trabajo. Orar y trabajar, trabajar orando».
El Diario muestra su extraordinaria sensibilidad plasmada en su amor a Cristo, a la Iglesia, a su familia y al género humano: «cualquier forma de desconfianza o de trato descortés con alguien –sobre todo, si se trata de débiles, pobres o inferiores–, cualquier dureza o irreflexión de juicio me procuran pena e íntimo sufrimiento». Revela la conciencia de su propia indigencia –«el Miserere por mis pecados debería ser mi plegaria más familiar»–, la humildad y generosidad de un alma nobilísima, dispuesta a conquistar la santidad: «el pensamiento de que estoy obligado, como mi tarea principal y única, a hacerme santo cueste lo que cueste, debe ser mi preocupación constante; pero preocupación serena y tranquila, no agobiante y tirana». En suma, el Diario revela la trayectoria vital y espiritual de este gran hombre de Dios. Es uno de esos textos que, por su enseñanza, merecen estar en la cabecera de cualquier persona.
Becado en 1901 por la diócesis de Bérgamo, prosiguió su formación en el Pontificio seminario romano. Mientras aguardaba el momento de su ordenación que se produjo en 1904, cumplió el servicio militar. En 1905 fue designado secretario del obispo de Bérgamo, Giacomo María Radini Tedeschi, misión que simultaneó como profesor en el seminario de diversas disciplinas y otras acciones pastorales y apostólicas. Comenzaba a ser reconocido como excelente predicador y reclamado por diversas instituciones católicas. Monseñor Radini murió en 1914, y al año siguiente el futuro pontífice tuvo que partir al frente actuando como sargento sanitario y capellán de los combatientes heridos en la batalla.
Culminada la Primera Guerra Mundial, creó la «Casa del estudiante» y desempeñó una gran labor entre los alumnos. Fue director espiritual del seminario en 1919, y a partir de entonces su carrera diplomática fue imparable. Presidió el consejo central de las Obras pontificias para la Propagación de la Fe, fue visitador apostólico y obispo de Bulgaria con sede en Areópoli, delegado apostólico en Turquía y Grecia, nuncio apostólico en París, y finalmente, cardenal y patriarca de Venecia en 1953. En estas relevantes misiones fueron evidentes su sencillez y apertura, así como su carácter respetuoso y dialogante. Era un observador excepcional y supo actuar con prudencia y tacto en todos los momentos delicados que se le presentaron. Ya entonces acogió a miembros de otras religiones. A su paso fue dejando copiosos frutos, apaciguando los ánimos entre el clero y el estamento diplomático. En la Segunda Guerra Mundial ayudó a muchos judíos proporcionándoles el «visado de tránsito». Siempre tuvo presente el fiat evangélico: «Basta la preocupación por el presente; no es necesario tener fantasía y ansiedad por la construcción del futuro».
Cuando en 1958, contando ya 77 años, fue elegido pontífice, nadie pudo imaginar –y menos él mismo– que su pontificado iba a suponer un hito de insondables proporciones en la Iglesia. «No puedo mirar demasiado lejos en el tiempo», decía. Sin embargo, en cinco años escasos fue artífice de una renovación sin precedentes. «Obediencia y paz», el lema que escogió cuando fue nombrado obispo de Bulgaria, seguía animando su vida que le urgía al amor. No se olvidó de los enfermos, especialmente de los niños, ni de los presos a los que confortó visitándoles, portando con su testimonio el evangelio de la mansedumbre, de la alegría evangélica y de la generosidad. Fue un intrépido apóstol, creativo, innovador… Con ese gesto de paz que le acompañó abría sus brazos a todos. Pero fue también un papa firme. No dudó en cercenar de raíz formas de vida de la curia que juzgó impropias de su condición, logró que se respetasen los derechos laborales de los empleados del Vaticano, designó cardenales a miembros de países lejanos del Oriente y de América, algo novedoso en la Iglesia, etc.
A los tres meses de pontificado convocó el Concilio Vaticano II, y poco después mantuvo un encuentro con el arzobispo de Canterbury. El Concilio se inició el 11 de octubre de 1962 y con él franqueó la puerta al ecumenismo. «Lo que más vale en la vida es Jesucristo bendito, su santa Iglesia, su Evangelio, la verdad y la bondad», dijo antes de morir. Había querido renovar la Iglesia con el fin de que pudiese afrontar su misión evangelizadora en la etapa moderna en la que estaba inserta con este luminoso criterio: fijarse «en lo que nos une y no en lo que nos separa». Escribió ocho encíclicas, entre otras, la Pacem in terris y Mater et Magistra. En mayo de 1963 se conoció el funesto diagnóstico: cáncer de estómago. Murió el 3 de junio de ese año en medio de la consternación del mundo que le amaba profundamente. Juan Pablo II lo beatificó el 3 de septiembre de 2000 indicando que su fiesta se celebraase el 11 de octubre. Francisco lo canonizó el 27 de abril de 2014.
ZENIT