jueves, 9 de febrero de 2012

Abrirnos a Dios

Señor, ayúdame a ser consciente de la importancia de encontrarme contigo para poder hallar la paz que mi alma anhela.

Meditación del Papa

Entre esos lugares (para aprender la esperanza) se encuentra en primer lugar la oración, con la que nos abrimos y nos dirigimos a Aquel que es el origen y el fundamento de nuestra esperanza. La persona que ora nunca está totalmente sola, porque Dios es el único que, en toda situación y en cualquier prueba, siempre puede escucharla y prestarle ayuda. Con la perseverancia en la oración, el Señor aumenta nuestro deseo y dilata nuestra alma, haciéndonos más capaces de acogerlo en nosotros. Por tanto, el modo correcto de orar es un proceso de purificación interior. Debemos exponernos a la mirada de Dios, a Dios mismo; así, a la luz del rostro de Dios caen las mentiras y las hipocresías. Este exponerse en la oración al rostro de Dios es realmente una purificación que nos renueva, nos libera y nos abre no sólo a Dios, sino también a nuestros hermanos. Por consiguiente, es lo opuesto a evadirnos de nuestras responsabilidades con respecto al prójimo. Al contrario, en la oración aprendemos a tener el mundo abierto a Dios y a ser ministros de la esperanza para los demás, porque hablando con Dios vemos a toda la comunidad de la Iglesia, a la comunidad humana, a todos nuestros hermanos; así aprendemos la responsabilidad con respecto a los demás y también la esperanza de que Dios nos ayuda en nuestro camino. » (Homilía del Papa Benedicto XVI, Basílica de San Juan de Letrán, 9 de junio de 2008).

"Para que la oración sea realmente fructuosa, ha de brotar del corazón y debe ser capaz de tocar el corazón de Dios"
(Madre Teresa de Calcuta)