domingo, 4 de diciembre de 2016

EL TOCÓN

Quizá la razón del adorno de un abeto o de un pino con luces y espumillón, que poco a poco se impone en el tiempo de Adviento y Navidad, sea el deseo de producir un clima festivo y hogareño, cálido, sin un sentido explícito religioso. Algunos enfrentan esta costumbre con la del belén, representación del portal o del pesebre, que también se llama “nacimiento.”
Si la tradición más moderna del árbol de Navidad puede parecernos que obedece a un motivo social y cultural un tanto ajeno al acontecimiento cristiano de la Navidad, sin embargo, el árbol en la Biblia está estrechamente relacionado con la venida del Hijo de Dios al mundo.

Desde el árbol del Paraíso, y las distintas alusiones a cuanto se hace con la madera – el arca de Noé, el arca de la Alianza, la vara de Moisés - hasta la cita explícita de los árboles – la encina de Mambré, el tronco de Jesé -, todo apunta al árbol genealógico del que nació Jesús, y al árbol de la Cruz en el que murió.

Desde la resonancias bíblicas, el árbol florecido e iluminado trae a la memoria el vástago de Jesé, el tocón del que nace la estirpe del Mesías, el fruto bendito de la Mujer bendita, que al comerlo, a diferencia del que ofreció Eva, nos da vida.
Acércate al árbol del que nos viene la salvación.
Ángel Moreno de Buenafuente

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