Durante el tradicional rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el papa
Benedicto XVI centró su reflexión en los pasajes de las dos viudas pobres que
presenta la Liturgia de la Palabra de hoy, presentándolas como “modelo de fe”
para el creyente.
Y esto lo explicó haciendo ver que ambas viudas --la
que encontró Elías en el Primer Libro de los Reyes (17,10-16), y la que dejó su
ofrenda en el templo de Jerusalén (Marcos 12, 41-44)--, eran mujeres muy pobres,
que desde su misma condición demostraron una gran fe en Dios.
Refiriéndose a la primera de ellas, recordó cómo en Sidón, hasta donde
había llegado el profeta por orden de Dios, la viuda fue interpelada por Elías
quien le pidió compartir el agua y la harina que era su único sustento. En un
acto de confianza –y de misericordia--, le dio de comer confiando en la promesa
de que si compartía, en su mesa no faltarían los alimentos.
Luego el
papa pasó a explicar la acción de la viuda de la ofrenda en el templo, quien
nunca imaginó que su gesto oculto fuese visto por el propio Hijo de Dios, y
usado como enseñanza in situ para la formación progresiva que le daba a sus
discípulos. Bastó una palabra del Maestro para que se entendiera a cabalidad lo
hecho por la viuda pobre frente a los demás, que depositaban muchas monedas:
"esta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo
que tenía para vivir" (Mc. 12,44).
Ante el ejemplo de estas dos gigantes
de la escritura, el papa comparó sus vidas con la actitud de quien “basa su vida
en Dios, en su Palabra, y confía plenamente en Él”. Recordó que la viudez, así
como la orfandad son presentados en la Biblia como objeto de la protección de
Dios. Sin embargo, esta situación no es suficiente –ni menos justificación--,
para no responderle a Dios, quien “siempre exige nuestra libre aceptación de la
fe, que se expresa en el amor a Él y al prójimo”, ya que --añadió, “nadie es tan
pobre que no pueda donar algo”.
Finalmente, enseñó que las viudas de los
dos relatos no solo dieron prueba de su fe, sino que cumplieron con un acto de
caridad; fueron creyentes que dieron testimonio de la “unidad inseparable de la
fe y de la caridad, y entre el amor a Dios y el amor al prójimo”.
Y no
quiso despedirse sin presentar nuevamente a la Virgen María como “el ejemplo
perfecto de alguien que se entrega por completo confiando en Dios”, y le
encomendó los esfuerzos que cada creyente hará en este Año de la fe, por
reforzar la confianza en Dios y en su Palabra.
Benedicto XVI
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