Los primeros cristianos vivían
convencidos de que para seguir a Jesús es insuficiente un bautismo de agua o un
rito parecido. Es necesario vivir empapados de su Espíritu Santo. Por eso en
los evangelios se recogen de diversas maneras estas palabras del Bautista: «Yo os he bautizado con agua, pero él (Jesús) os bautizará con
Espíritu Santo».
No es extraño que en los momentos de
crisis recordaran de manera especial la necesidad de vivir guiados, sostenidos
y fortalecidos por su Espíritu. El Apocalipsis, escrito en los momentos
críticos que vive la Iglesia bajo el emperador Domiciano, repite una y otra vez
a los cristianos: «El que tenga oídos, que
escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias».
La mutación cultural sin precedentes que estamos viviendo, nos
está pidiendo hoy a los cristianos una fidelidad sin precedentes al Espíritu de
Jesús. Antes de pensar en estrategias y recetas pastorales ante la crisis,
hemos de preguntarnos cómo estamos acogiendo nosotros el Espíritu de Jesús.
En vez de lamentarnos una y otra vez de la secularización
creciente, hemos de preguntarnos qué caminos nuevos anda buscando hoy Dios para
encontrarse con los hombres y mujeres de nuestro tiempo; cómo hemos de renovar
nuestra manera de pensar, de decir y de vivir la fe para que su Palabra pueda
llegar hasta los interrogantes, las dudas y los miedos que brotan en su
corazón.
Antes de elaborar proyectos pensados hasta sus últimos detalles,
necesitamos transformar nuestra mirada, nuestra actitud y nuestra relación con
el mundo de hoy. Necesitamos parecernos más a Jesús. Dejarnos trabajar por su
Espíritu. Solo Jesús puede darle a la Iglesia un rostro nuevo.
El Espíritu de Jesús sigue vivo y operante también hoy en el
corazón de las personas, aunque nosotros ni nos preguntemos cómo se relaciona
con quienes se han alejado definitivamente de la Iglesia. Ha llegado el momento
de aprender a ser la «Iglesia de Jesús» para todos, y esto solo él nos lo puede
enseñar.
No hemos de hablar solo en términos de crisis. Se están creando
unas condiciones en las que lo esencial del evangelio puede resonar de manera
nueva. Una Iglesia más frágil, débil y humilde puede hacer que el Espíritu de
Jesús sea entendido y acogido con más verdad.
José Antonio Pagola
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