miércoles, 3 de mayo de 2017

Francisco en Egipto, contra la «barbarie del conflicto»



Creer y odiar son incompatibles. El mundo necesita saberlo. Los líderes religiosos lo deben asumir. Solo así se podrá aislar el extremismo fundamentalista, en el islam y en el resto de los credos. Con su visita a Egipto, Francisco desafió a los terroristas en su propio territorio, el norte de África y, desde allí, el no muy lejano Oriente Medio. No solo porque decidió exponerse al extremo, pidiendo el mínimo de seguridad para él y su comitiva. Sobre todo porque demostró en los hechos que el terror puede ser derrotado con valentía, bondad y realismo
El Papa de paz en un Egipto de paz. Un lema significativo para un viaje de alto voltaje geopolítico, que duró poco más de 24 horas: viernes 28 y sábado 29 de abril. El principal objetivo de la visita fue la participación del Pontífice en una conferencia de paz convocada por el gran imán de la Universidad de Al-Azhar, Ahmed al Tayeb, la máxima autoridad teológica del islam sunnita.
«Juntos afirmamos la incompatibilidad entre la fe y la violencia, entre creer y odiar. Como líderes religiosos, estamos llamados a condenar los intentos de justificar cualquier forma de odio en nombre de la religión», aseguró el Obispo de Roma, ante referentes religiosos y políticos de diversos países, la tarde del viernes en el centro de conferencias de Al-Azhar.
Francisco llamó a esos líderes religiosos a desenmascarar la violencia «que se disfraza de supuesta sacralidad», les recordó que están obligados a denunciar las violaciones que atentan contra la dignidad humana y contra los derechos humanos, y a poner al descubierto los intentos de justificar todas las formas de odio en nombre de las religiones, condenándolos como una «falsificación idolátrica de Dios».
El Papa advirtió que la violencia «es la negación de toda auténtica religiosidad» y que la única alternativa a la «barbarie del conflicto» es la «cultura del encuentro». «No hay otra manera», dijo. Por eso, para contrarrestar de verdad la «barbarie de quien instiga al odio e incita a la violencia», es necesario ayudar a madurar a las nuevas generaciones para que, ante la lógica incendiaria del mal, respondan con el paciente crecimiento del bien.
Según el Papa, para prevenir los conflictos y construir la paz es esencial trabajar para eliminar las situaciones de pobreza y de explotación, donde los extremismos arraigan fácilmente. Y pidió detener la proliferación de armas que, si se siguen produciendo y comercializando, tarde o temprano llegarán a utilizarse. «Solo sacando a la luz las turbias maniobras que alimentan el cáncer de la guerra se pueden prevenir sus causas reales. A este compromiso urgente y grave están obligados los responsables de las naciones, de las instituciones y de la información, así como también nosotros responsables de cultura, llamados por Dios, por la historia y por el futuro a poner en marcha –cada uno en su propio campo– procesos de paz, sin sustraerse a la tarea de establecer bases para una alianza entre pueblos y estados», apuntó.
Escoltas en alerta
El encuentro había comenzado con un minuto de silencio dedicado las víctimas del terrorismo de todas las nacionalidades. Como telón de fondo flotaba en el aire el recuerdo de los 53 muertos y más de 200 heridos que dejaron los bombazos del pasado Domingo de Ramos contra iglesias cristianas coptas en las ciudades egipcias de Tanta y Alejandría.
Esos ataques, reivindicados públicamente por el Estado Islámico, hicieron temer la postergación de la visita papal. Pero, como aclaró el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, Francisco jamás puso en duda su viaje. Al contrario, dobló la apuesta y decidió renunciar voluntariamente a moverse en coche blindado durante sus recorridos por El Cairo.
Esa decisión puso en alerta máxima a la escolta personal del Papa Francisco. Testigos presenciales percibieron la evidente preocupación que mostró Domenico Giani, el jueves 27 por la noche, cuando acompañó a Francisco a su visita a la Virgen Salus Populi Romani, ubicada en la Basílica de Santa María la Mayor. Antes y después de cada viaje internacional, reza ante la imagen patrona de la capital italiana. En esta oportunidad, el Pontífice dedicó más minutos que de costumbre a permanecer en silencio frente a la imagen. La tensión se notaba en sus acompañantes.
El viaje se presentaba lleno de insidias, no solo por la amenaza constante de los terroristas sino, también, por los antecedentes. Francisco se apestaba a pisar la tierra de la mal llamada primavera árabe, una revolución fallida que abrió paso a una intensa volatilidad en la región. Visitaría Al-Azhar, que en 2011 rompió relaciones con el Vaticano pocas semanas antes del estallido de las manifestaciones en la plaza Tahrir que precipitaron la caída del régimen de Hosni Mubarak.
El éxito no estaba asegurado. Pero la tenacidad del Pontífice y su voluntad de estrechar lazos de paz se impusieron. «Es un viaje de unidad, de fraternidad», anticipó Francisco en su breve saludo a los periodistas a bordo del avión que lo trasladó de Roma a El Cairo. «La visita se da en un momento de paz perdida, buscada por los pueblos, las naciones y las gentes que huyen de sus países», constató, por su parte, el gran imán Al-Tayeb en su mensaje de bienvenida.
«Un pueblo que ama la paz»
En el Palacio Presidencial de Heliópolis, Francisco sostuvo un encuentro privado con Abdelfatah al-Sisi y ante autoridades civiles del país les indicó el deber de «desmontar las ideas homicidas y las ideologías extremistas, afirmando la incompatibilidad entre la verdadera fe y la violencia, entre Dios y los actos de muerte».
«Tenemos el deber de afirmar juntos que la historia no perdona a los que proclaman la justicia y en cambio practican la injusticia; no perdona a los que hablan de igualdad y desechan a los diferentes. Tenemos el deber de quitar la máscara a los vendedores de ilusiones sobre el más allá, que predican el odio para robar a los sencillos su vida y su derecho a vivir con dignidad, transformándolos en leña para el fuego y privándolos de la capacidad de elegir con libertad y de creer con responsabilidad», dijo.
Luego siguió el abrazo con el Papa copto Tawadros II, en la sede del patriarcado copto-ortodoxo de El Cairo. Allí, donde explotó una bomba terrorista en 2016 matando a 29 personas, ambos ratificaron su decisión de seguir un diálogo que mire a la unidad y firmaron una declaración conjunta con una novedad: el reconocimiento a la validez del Bautismo de los fieles en ambas iglesias. Por ello, se comprometieron mutuamente a no bautizar de nuevo a quien ya tenga ese sacramento y provenga de la otra Iglesia.
La mañana del sábado 29 el Pontífice presidió una Misa para unos 30.000 católicos egipcios en el Air Defense Stadium, un estadio ubicado en medio del desierto. En su homilía, pronunciada en italiano y traducida al egipcio, aclaró que «el único extremismo que se permite a los creyentes es el de la caridad», porque «cualquier otro extremismo no viene de Dios y no le agrada».
El último acto de la gira tuvo lugar en el Seminario Patriarcal Al Maadi. A miembros del clero, religiosos y seminaristas, Francisco los puso en guardia ante la tentación del «faraonismo», o bien «endurecer el corazón y cerrarlo al señor y a los demás», porque «es la tentación de sentirse por encima de los demás y de someterlos por vanagloria, de tener la presunción de dejarse servir en lugar de servir».
También les instó a no «dejarse arrastrar», dejando de guiar a los fieles; a no «quejarse constantemente», a evitar caer en la murmuración, en la envidia, en el compararse con los demás, en el individualismo o en el «caminar sin rumbo y sin meta».
Francisco regresó a Roma satisfecho, con la convicción de haber colaborado con la promoción de la paz y haber empujado a todo un pueblo a desear la armonía y la fraternidad. Así lo reconoció a un viejo amigo suyo argentino, Luis Liberman, director de la cátedra del Diálogo y la Cultura del Encuentro. El domingo 30, en una llamada telefónica, le confesó: «Fue un viaje extraordinario, conmovedor. Me fui con la certeza de que hay un pueblo que ama la paz».
Andrés Beltramo Alvarez
Ciudad del Vaticano

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