En 1969 Joseph Ratzinger obtuvo un cátedra en la universidad de Pentling, localidad al sur de Ratisbona, y allí fijó su residencia. Allí también vivió con sus hermanos, Georg y Maria, y estuvo empadronado hasta incluso después de ser nombrado Papa.
Ediciones Cristiandad acaba de sacar un volumen en el que se recogen diez de las homilías pronunciadas por Ratzinger en la iglesia de Pentling. En último lugar está situado el sermón pronunciado el 22 de agosto de 1999, siendo ya cardenal de la Iglesia Católica y prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, y cuyo contenido –sobre el papado– sugiere «un cierto contenido profético», explican desde la editorial.
La homilía del que seis años después se convertiría en el Papa Benedicto XVI toma como base el Evangelio de San Mateo en el que Jesús, en la región de Cesarea de Filipo, da a Pedro las llaves del Reino de los Cielos.
Para Ratzinger, la clave de este Evangelio se encuentra en las llaves, en cómo hacerlas girar para entrar en el reino de los cielos. Pero antes de dar respuesta, el ahora Papa emérito critica la actitud de los maestros judíos del tiempo de Jesús «que en lugar de guiar a los hombres al conocimiento, os habéis quedado las llaves para vosotros mismos».
Al contrario, la Iglesia «tiene el poder del magisterio, el poder de decirnos lo que el Señor quiere de nosotros, de interpretar las Escrituras correctamente», explica el que seis años después se convertiría en el Santo Padre. «Tiene además –continúa– la competencia de dar órdenes para que la Iglesia no caiga en el caos, para que realmente se rija según la voluntad del Señor y no según las ideas de los hombres». Dicho de otro modo: «la Iglesia no es un autoservicio en el que uno busca lo que le gusta y lo que le viene bien en cada ocasión y que puede digerir, en ese momento, dejando lo demás».
Esta circunstancia, según explica Joseph Ratzinger en la homilía, no da carta blanca ni a la Iglesia ni al Papa, que no «puede hacer lo que quiera». El Pontífice «no es un monarca absoluto como antaño lo fueron los reyes». Todo lo contrario: «él es el garante de la obediencia. Es el responsable de que no sigamos sus opiniones o las opiniones de cualquier otro, sino la fe imperecedera de la Iglesia que él defiende, con mayor o menor acierto, contra las opiniones que circulan».
Palabra y misericordia
Antes de concluir, Ratzinger resuelve el enigma y señala el modo de proceder para girar esa llave. «Las sagradas Escrituras es la manera que tiene Dios de abrirse a nosotros, de mostrarnos el camino». Pero «al final es el perdón, la absolución, la llave verdadera del reino de los cielos que Dios, el Señor, depositó en el mundo por medio de Cristo».
José Calderero @jcalderero
Alfa y Omega
No hay comentarios:
Publicar un comentario