“«Yo soy»: éste es el nombre de Dios. Así respondió una Voz a Moisés desde la zarza ardiente, cuando preguntaba cuál era el Nombre de Dios. «Yo soy el que soy» (Ex 3, 14): con este nombre el Señor envió a Moisés a Israel, esclavo de Egipto, y al faraón-opresor: «Yo-Soy me ha enviado a vosotros» (Ex 3, 14). Con este nombre Dios sacó a su pueblo elegido de la esclavitud, para sellar una alianza con Israel:
«Yo, el Señor, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí» (Ex 20, 2-3).
«Yo-Soy»; este Nombre es el fundamento de la antigua Alianza.
Ese Nombre constituye también el fundamento de la nueva Alianza. Jesucristo dice a los judíos: «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10, 30). «Antes de que Abraham existiera, Yo Soy» (Jn 8, 58). «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy» (Jn 8, 28).
En la cruz se ha manifestado «hasta el extremo» el «Yo-Soy» divino de la Alianza nueva y eterna. «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16). La cruz es el signo del amor inefable, el signo que revela que «Dios es amor» (cf. 1 Jn 4, 8).
Mientras se acercaba la noche, antes del sábado de Pascua, Jesús fue retirado de la cruz y depositado en el sepulcro. El tercer día se presentó resucitado en medio de sus discípulos, que estaban «sobresaltados y asustados», diciéndoles: «La paz con vosotros (…); soy yo mismo» (Lc 24, 36-37. 39): el «Yo-Soy» divino de la Alianza, del Misterio pascual y de la Eucaristía.
El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios para poder existir y decir a su Creador «yo soy». En este «yo soy» humano se contiene toda la verdad de la existencia y de la conciencia. «Yo soy» ante ti, que «Eres».
Cuando Dios pregunta al primer hombre: «¿Dónde estás?», Adán responde: «Me escondí de ti» (Gn 3, 9-10), tratando de no estar delante de Dios. ¡No puedes esconderte, Adán! No puedes no estar delante de quien te ha creado, de quien ha hecho que «tú seas», delante de quien «escruta los corazones y conoce» (cf. Rm 8, 27).
El mundo que nos rodea, la civilización moderna, ha influido mucho para quitar ese «Yo Soy» divino de la conciencia del hombre. Tiende a vivir como si Dios no existiera. Este es su programa. Pero, si Dios no existe, tú, hombre, ¿podrás existir de verdad?
Habéis venido aquí, queridos amigos, para recuperar y confirmar profundamente esta identidad humana: «yo soy», delante del «Yo Soy» de Dios. Mirad la cruz en la que el «Yo-Soy» significa «Amor». ¡Mirad la cruz y no os olvidéis! Que el «estoy junto a ti» siga siendo la palabra clave de toda vuestra vida”.
(San Juan Pablo II, vigilia de oración de la VI Jornada Mundial de la Juventud – Czestochowa, 14-08-1991)
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