Es necesario salir de nosotros mismos e ir por el camino del hombre para
descubrir que las llagas de Jesús son todavía hoy visibles en el cuerpo de los
hermanos que tienen hambre, sed, que están desnudos, humillados, esclavizados,
que se encuentran en la cárcel y en el hospital. Tocando estas llagas,
acariciándolas, es posible «adorar al Dios vivo en medio de nosotros».
La celebración de la fiesta de santo Tomás apóstol ofreció al Papa Francisco
la ocasión de volver al concepto que le es de especial interés: poner las manos
en la carne de Jesús. El gesto de Tomás que mete el dedo en las llagas de Jesús
resucitado fue el tema central de la homilía de la misa del miércoles 3 de
julio, por la mañana, en la capilla de la Domus Sanctae Marthae.
El Santo Padre mencionó las actitudes de los discípulos «cuando Jesús,
después de la resurrección, se dejó ver»: algunos estaban felices, otros
dudosos. Tomás se mostró incrédulo. «El Señor —dijo el Papa— sabe cuándo y por
qué hace las cosas. A cada uno da el tiempo que Él cree más oportuno»
. A Tomás
le concedió ocho días. «¡Era un testarudo! Pero el Señor —comentó— quiso
precisamente a un testarudo para hacernos entender algo más grande. Tomás, al
ver al Señor, no dijo: “Es verdad, el Señor resucitó”. No. Fue más allá, y dijo:
“Señor mío y Dios mío”. Es el primero de los discípulos en confesar la divinidad
de Cristo tras la resurrección»
De esta confesión —explicó el Obispo de Roma— se comprende cuál era la
intención del Señor respecto a Tomás: partiendo de su incredulidad le llevó a
afirmar su divinidad. «Y Tomás —dijo el Papa— adora al Hijo de Dios. Pero para
adorar, para encontrar a Dios, al Hijo de Dios, tuvo que meter el dedo en las
llagas, meter la mano en el costado. Este es el camino». Y se preguntó: «¿Cómo
puedo hoy encontrar las llagas de Jesús? Yo no las puedo ver como las vio Tomás.
Las llagas de Jesús las encuentro haciendo obras de misericordia. Esas son las
llagas de Jesús hoy».
No es suficiente —añadió el Papa— constituir «una fundación para ayudar a
todos», sería sólo un comportamiento filantrópico. En cambio —dijo— «debemos
tocar las llagas de Jesús, debemos acariciar las llagas de Jesús. Debemos sanar
las llagas de Jesús con ternura». «Lo que Jesús nos pide hacer con nuestras
obras de misericordia —concluyó el Pontífice— es lo que Tomás había pedido:
entrar en las llagas».
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