Historia del hombre e historia de Dios se entrecruzan en
la cruz. Una historia esencialmente de amor.
El Pontífice dijo que es posible comprender “un poquito”
el misterio de la cruz “de rodillas, en la oración”, pero también con
“las lágrimas”. Es más, son precisamente las lágrimas las que “nos acercan a
este misterio”. En efecto, “sin llorar”, sobre todo sin “llorar en el corazón,
jamás entenderemos este misterio”.
Es el “llanto del
arrepentido, el llanto del hermano y de la hermana que mira tantas miserias
humanas y las mira también en Jesús, de rodillas y llorando”. Y, sobre todo,
evidenció el Papa, “¡jamás solos!”. Para entrar en este misterio que “no es un
laberinto, pero se le parece un poco”, tenemos siempre “necesidad de la Madre, de
la mano de la mamá”. Que María -añadió- “nos haga sentir cuán grande y
cuán humilde es este misterio, cuán dulce como la miel y cuán amargo como el
áloe”.
Los padres de la Iglesia, como recordó el Papa, “comparaban
siempre el árbol del Paraíso con el del pecado. El árbol que da el fruto de la
ciencia, del bien, del mal, del conocimiento, con el árbol de la cruz”. El
primer árbol “había hecho mucho mal”, mientras que el árbol de la cruz “nos
lleva a la salvación, a la salud, perdona aquel mal”. Este es “el itinerario de
la historia del hombre”. Un camino que permite “encontrar a Jesucristo
Redentor, que da su vida por amor”.
Un amor que se manifiesta en la economía de
la salvación, como recordó el Santo Padre, según las palabras del evangelista
Juan. Dios -dijo el Papa- “no envió al Hijo al mundo para condenar el mundo,
sino para que el mundo sea salvado por medio de Él”. ¿Y cómo lo salvó? “Con
este árbol de la cruz”.
A partir del otro árbol comenzaron “la autosuficiencia,
el orgullo y la soberbia de querer conocer todo según nuestra mentalidad, según
nuestros criterios, también según la presunción de ser y llegar a ser los únicos
jueces del mundo”. Esta -prosiguió- “es la historia del hombre”. En el árbol de
la cruz, en cambio, está la historia de Dios, quien “quiso asumir nuestra
historia y caminar con nosotros”.
Es justamente en la primera
lectura que el apóstol Pablo “resume en pocas palabras toda la historia de
Dios: Jesucristo, aún siendo de la condición de Dios, no retuvo ávidamente el
ser igual a Dios”. Sino que -explicó- “se despojó de sí mismo, asumiendo una
condición de siervo, hecho semejante a los hombres”. En efecto Cristo “se
humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz”. Es
tal “el itinerario de la historia de Dios”. ¿Y por qué lo hace?, se preguntó el
Obispo de Roma. La respuesta se encuentra en las palabras de Jesús a Nicodemo:
“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree
en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”. Dios -concluyó el Papa- “realiza
este itinerario por amor; no hay otra explicación”.
Papa Francisco
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