martes, 16 de mayo de 2017

Tarancón hoy


El exembajador ante la Santa Sede Francisco Vázquez rinde homenaje al cardenal Tarancón en el 110 aniversario de su nacimiento
Pocas son las personas que puedan simbolizar mejor que el cardenal Tarancón el espíritu de la Transición democrática en España. Él fue uno de los grandes impulsores de las políticas de reconciliación nacional encaminadas a superar las endémicas divisiones entre los españoles.
Sus esfuerzos, y los de otros muchos, tanto desde el propio régimen franquista como desde el exilio y la oposición, permitieron alumbrar un clima de diálogo y de consenso que terminó plasmándose en la aprobación de la vigente Constitución de 1978, la primera en nuestra dilatada historia constitucional sin vencedores ni vencidos.
Su compromiso temporal era estrictamente evangélicoel perdón y la ayuda a los necesitados y marginados. Desde el inicio de su andadura sacerdotal, los principios de la doctrina social de la Iglesia fueron prioritarios en su actividad pastoral, llegando a ocasionarle sus denuncias públicas de las injusticias existentes no pocos problemas con las autoridades franquistas.
Pero, sobre todo, recordar la figura de Tarancón es reivindicar su etapa al frente de la Conferencia Episcopal Española, una de las épocas más convulsas de nuestra historia reciente y donde le tocó al cardenal la casi imposible tarea de aplicar en aquella España del nacionalcatolicismo las resoluciones del Concilio Vaticano II.

 Siguiendo siempre las directrices de su protector, el Pontífice Pablo VI, Tarancón llevó a cabo el proceso de separación de la Iglesia y el Estado, denunciando el Concordato entonces vigente, renunciando al fuero eclesiástico y exigiendo la abolición del derecho de presentación de terna para el nombramiento de obispos.
Negó a cualquier partido político la representación de la doctrina de la Iglesia y, por el contrario, animó a los católicos a participar en la vida pública, siempre de forma transversal, en las distintas ideologías que respetasen los principios éticos de la fe cristiana.
Sufrió ataques y amenazas al borde la violencia física, sobre todo desde las filas de los “ultras” del propio régimen, pero gracias a la combinación de su tozudez y su habilidad dialéctica hoy, muchas décadas después de aquellos acontecimientos, nadie puede negar el gran papel que la Iglesia española jugó en el advenimiento y consolidación de la democracia.
Siempre me gusta recordar aquella mañana del 27 de noviembre de 1975, cuando, en la Iglesia de los Jerónimos de Madrid se realizó, oficiada por el cardenal Tarancón, la ceremonia solemne de entronización del nuevo Rey de España, su Majestad Don Juan Carlos I, de la Casa de Borbón. Por la radio escuchamos aquella inconfundible ronca voz de fumador del cardenal que en su homilía desgranaba ante el nuevo Rey toda una serie de recomendaciones presididas por la voluntad del perdón y de la reconciliación, así como por la necesidad de mirar al futuro y construir una España en la que cupiéramos todos, como cuando dijo: «Españoles son todos los que se sienten hijos de la Madre Patria», continuando así el pensamiento que días antes en El Pardo, ante el cadáver de Franco, había expuesto en el privado funeral familiar, al decir: «Debemos formular la premisa de borrar todo cuanto pueda separarnos y dividirnos». Al hablar don Vicente, todos los españoles nos dimos cuenta de que la dictadura había terminado y que nacían nuevos tiempos de acuerdo y participación de todos los españoles.
Paradójicamente, cuarenta y dos años después de haber sido pronunciadas, las palabras del cardenal Tarancón vuelven a ser nuevamente una exhortación a la sensatez y al sentido de paz y concordia, que hoy muchos parecen empeñados en querer destruir.
Francisco Vázquez (ABC)

Alfa yOmega

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