El espíritu agustiniano y la lectura de las Confesiones de San Agustín influyeron, sin duda, en
Santa Teresa suscitando poderosamente en ella dos de las llamadas ‘conversiones’
de la Santa. En el presente estudio intentamos esclarecer en qué sentido se
puede hablar de influencia. Teresa ingresa como educanda interna seglar en el
monasterio de las religiosas agustinas Ntra. Señora Santa María de Gracia, en
Ávila.
Reside
en él durante año y medio. Tenía entonces dieciséis años. Andaba con “niñerías
nonada buenas” y había descuidado la religiosidad de la infancia. En aquel
entorno agustiniano Teresa recupera su vida de piedad, pero no lo hace desde la
espiritualidad agustiniana, sino desde ella misma y hacia la que ella siempre
fue, animada, evidentemente, por el ejemplo de las religiosas.
En 1554, a los 39 años, conmocionada por una imagen del Cristo
muy llagado lee, ocasionalmente, lasConfesiones de San Agustín. La conmovieron
hondamente y decide entregarse enteramente a Dios, aunque en aquel momento no
lo consiguiera plenamente. Agustín fue un poderoso y eficaz estímulo que
movilizó definitivamente la vida de Teresa, pero no in fluyó doctrinalmente en
ella, ni siquiera en la búsqueda de Dios en el interior del hombre, tema
crucial y esencial en ambos. Teresa no es discípula de Agustín.
Coinciden
sorprendentemente en la utilización de la imagen para pasar a la visión directa
de Dios. Agustín lo hace, con la ayuda sobrenatural, contemplando el ser del
hombre como imagen viva de Dios que vive incesante e inconscientemente a Dios.
Teresa, por su parte, a través principalmente de imágenes de escenas de la vida
de Jesucristo, revividas en su interior como algo que está sucediendo actualmente
al mismo Jesucristo, pasa, con la gracia divina, a la experiencia directa de
Dios. Es lo que nos proponemos mostrar en este estudio
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