Los últimos tres atentados contra cristianos egipcios dejan más de 100 muertos. A los 29 asesinados el viernes en Minya se les dio la posibilidad de apostatar para salvar su vida
«Fueron asesinados después de que se negaran a renunciar a su fe cristiana». Lo resaltaba el Papa el domingo durante el rezo del Regina Coeli en la plaza de San Pedro. La cifra oficial de muertos por el atentado asciende a 29, aunque la Iglesia copta la eleva a 35. Se trata fundamentalmente de empleados del monasterio de San Samuel y de peregrinos que acudían a ese lugar a rezar, entre ellos numerosos niños de viaje con la parroquia.
Los hechos tuvieron lugar en la provincia de Minya, una de las zonas con mayor concentración cristiana en el país, donde diversas fuentes diplomáticas –y algún obispo local– venían alertando desde hace semanas de un aumento en la actividad de los grupos integristas. Según los testigos, los terroristas, vestidos de militares, detuvieron los autobuses que se dirigían a San Samuel, subieron a bordo y preguntaron: «¿Sois cristianos?». Tras negarse los pasajeros a apostatar, los yihadistas los desvalijaron. Hicieron descender a un grupo de hombres y los asesinaron a sangre fría. Dispararon después indiscriminadamente contra quienes permanecieron en el autobús. Algunos sobrevivieron, como un niño de unos 6 años al que su madre empujó bajo el asiento y cubrió con una bolsa.
Fe admirable
«Los cristianos de este país son admirables. Cuando te hablan de martirio, dicen: “Jesús nos avisó de que nos perseguirían por nuestra fe”». Así habla la misionera comboniana María Villar Sesma, que atiende el teléfono desde una leprosería a las afueras de El Cairo, uno de los tres centros en los que las religiosas atienden a los contagiados de una enfermedad que «muchos en Egipto no saben ni siquiera que existe aquí», a pesar de que la lepra es «un gran problema».
Sus pacientes son mayoritariamente musulmanes. También ellos –dice la religiosa española– están consternados por el atentado del viernes, en la víspera del inicio de Ramadán, especialmente al irse conociendo los macabros detalles del suceso, con niños de 2 y 4 años entre las víctimas. «La gente sencilla lo siente igual que lo sentimos nosotros», asegura, y responsabiliza del terrorismo a «grupos aislados».
«Los terroristas tratan de dividir a la población egipcia sembrando discordia entre cristianos y musulmanes», ha dicho en la misma línea a la agencia vaticana Fides el portavoz de los obispos católicos en Egipto, el sacerdote Rafic Greiche. «Hasta el momento no han tenido éxito», porque «la población está unida en el rechazo de la violencia». A juicio de Greiche, este atentado ha sido «una respuesta al discurso que el presidente de Egipto, Abdel Fattah Al-Sisi, tuvo en la conferencia entre los Estados Unidos y el mundo árabe islámico que se celebró la semana pasada en Arabia Saudí», con «un discurso muy franco contra el integrismo».
Una bofetada al Papa
Este es el tercer atentado desde que el Daesh hizo explotar una bomba el 11 de diciembre (fecha de nacimiento de Mahoma) en la iglesia de San Pedro y San Pablo en El Cairo, asesinando a 28 personas, la mayoría mujeres y niñas. El 9 de abril, Domingo de Ramos, a pocas semanas de la visita del Papa, 46 personas perdieron la vida en dos ataques terroristas contra iglesias cristianas.
Líderes musulmanes y cristianos de Egipto vuelven a cerrar filas con el Gobierno de Al-Sisi en la condena de un atentado contra cristianos. Pero a pie de calle es inevitable que cunda el nerviosismo.
Los coptos, alrededor del 10 % de la población, saben que están en la diana de los terroristas. El mismo viernes del atentado, en el funeral celebrado en el monasterio de San Samuel se vivieron momentos de gran tensión. «Con nuestra alma, con nuestra sangre, nos sacrificaremos por la cruz», gritaron varias personas junto a un hombre portando una gran cruz de madera. Hubo también protestas contra el Gobierno por no haber sido capaz de defender a los cristianos asesinados.
Son reacciones comprensibles, a juicio del director de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada en España, Javier Menéndez Ros, que ha visitado Egipto en varias ocasiones. «Es una población atemorizada, que lleva varios años sufriendo discriminación, de forma especialmente virulenta durante el Gobierno de los Hermanos Musulmanes», que acabó abruptamente con el golpe de estado de Al-Sisi. Los cristianos son un blanco fácil, y lo más que tienen son medidas birriosas de seguridad en las iglesias».
Los coptos viven, por tanto, sabiendo que el martirio «es una posibilidad real, que les puede tocar a ellos cualquier día». Y en estas circunstancias, «muestran una fortaleza en la fe impresionante», incluso «prefieren la muerte antes que renunciar a su fe». «Habría que ver cómo reaccionábamos nosotros con una metralleta delante», añade Menéndez Ros.
Pero el objetivo de los terroristas no eran solo los cristianos, sino también el mensaje de paz que llevó a finales de abril el Papa a El Cairo. «Antes de su llegada le dieron una bofetada con el atentado del Domingo de Ramos, y le han vuelto a dar otra ahora», afirma el máximo responsable de la fundación pontificia en España.
Ricardo Benjumea
Alfa y Omega
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