No comprendo, Señor, tu Cruz, y la mía me duele demasiado como para
entretenerme en ella complacido. Pero ante ti crucificado no puedo entregarme a
discursos mentales, y decido adorarte, rindo mi pensamiento, agradecido y sin
sentir humillación.
Ante tu Cruz, como ante la cruz de
quienes sufren de muchas maneras, no sirve la evasión ni la ideología sobre el
mal o sobre la posible injusticia que lo provoca. Me envuelve el silencio, me
sobrecoge el dolor, hasta siento que me paralizo, un tanto escandalizado,
porque vivo con recursos abundantes, lejos de quienes no tienen más que la enfermedad,
la pobreza y la marginación.
Tú me enseñas a compadecer, más que
escandalizarme de mí mismo o a justificarme en mi suerte.
Señor Jesucristo, el arte te ha representado de muchas formas crucificado,
queriendo expresar lo inabarcable de tu amor. Hay quienes te imaginan y
presentan con la belleza de un cuerpo perfecto, coronado como rey; otros, en
cambio, te muestran deshecho, maltratado, sangrante. Es muy difícil plasmar
cuanto quieres decirnos con el signo más elocuente del amor, que es dar la vida.
Prefiero, dentro de la admiración que me
produce toda iconografía de tu cuerpo entregado, y la contemplación de las
formas estéticas, atravesar la puerta de tu costado e introducirme en lo más
hondo del misterio, que no sé describir, pero sé que es tu amor el que me
abraza y responde a toda mi necesidad de relación.
Jesucristo, sé que no vale mirarte a ti,
por dramática que sea la representación, y rehuír la mirada ante los que
sufren. La contemplación de tu Cruz me ayuda a la hora de seguirte con la mía,
y de prestar mis manos en socorro del peso que otros llevan.
Tienes razón al decir que quien desee
ser discípulo tuyo que tome su cruz y te siga. He comprendido que Tú acompañas
a cada uno, que no vamos solos por el camino del seguimiento, que Tú nos precedes,
haces de guía y nos estimulas al mostrarnos la posibilidad de avanzar por el
camino de la entrega.
Tú nos acompañas con la cruz a cuestas,
y nos invitas a ir detrás de ti sin refugiarnos en nuestro dolor, ni evadirnos
de ayudar en lo posible a quienes soportan una carga mayor sobre sus hombros.
He comprendido que tanto ante la Cruz
como ante ti en ella, solo es posible detenerse de manera positiva si se
mantiene una relación íntima contigo. Ante tu cuerpo desnudo en la Cruz no
sirve la estética, sino solo el silencio, la adoración, el sobrecogimiento.
Solo en la intimidad cabe besarte,
amarte sin pudor, y sentir en tu entrega el mejor gesto, la palabra cumplida,
la ternura sin dominio.
Cómo acompaña en la intimidad saberme en
tu Cruz, y comprender que por ella, has hecho de la mía título de amor y
profecía de bendición.
Tu adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
que por tu santa Cruz redimiste el mundo.
Angel Moreno de Buenafuente
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