La paz no se compra ni se vende: es un don de Dios. Y lo debemos pedir.
Lo recordó el papa Francisco hoy por la mañana al hablar del estupor manifestado
por los discípulos de Emaús ante de los milagros de Jesús. La ocasión fue el
evangelio de Lucas, (24, 35-48), proclamado en la liturgia de la cotidiana misa
matutina en la capilla de la Domus Santa Marta, con la presencia de empleados
del Vaticano, que esta mañana fueron los responsables y trabajadores de la
Tipografía Vaticana.
“Los discípulos que fueron testigos de la curación
del tullido y ahora ven a Jesús --dijo el pontífice- están un poco fuera de sí,
no debido a una enfermedad mental: fuera de sí por el estupor”
"¿Qué es
este estupor?", se preguntó el papa. “Es algo --respondió el santo padre- que
hace que estemos un poco fuera de nosotros por la alegría: esto es grande, muy
grande. No es un mero entusiasmo, también los hinchas en el estadio se
entusiasman cuando gana su equipo, ¿no? No, no es solamente entusiasmo, es algo
más profundo: es el estupor que viene del encuentro con Jesús”.
Este
estupor, explicó el pontífice, es el inicio “del estado habitual del cristiano”.
Seguramente --hizo notar- no podemos vivir siempre en el estupor, si bien esta
condición deja “una huella en el alma: la consolación espiritual. Esto no
obstante los problemas, los dolores, las enfermedades.
“El último
escalón de la consolación --dijo el papa- es la paz. Se inicia con el estupor,
que es el tono menor. De este estupor y de esta consolación nace la paz”.
El cristiano, incluso en las pruebas más dolorosas nunca pierde “la paz
y la presencia de Jesús”, y con “un poco de coraje podemos decirle al Señor:
`Señor dame esta gracia que es la huella del encuentro contigo: la consolación
espiritual`”. Y sobre todo, subrayó, “no hay que perder nunca la paz”. Miremos
al Señor, quien “sufrió tanto sobre la cruz, pero no perdió la paz. La paz, esta
no es nuestra: no se vende ni se compra”. "Es un don de Dios que debemos pedir.
En efecto, el estado del cristiano debe ser la consolación espiritual, a pesar
de los problemas, dolores, enfermedades.
El papa concluyó pidiendo la gracia de la consolación espiritual y de la
paz, que «inicia con este estupor de alegría en el encuentro con Jesucristo».
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