miércoles, 12 de abril de 2017

El cardenal Osoro a los presbíteros: «Salid a pastorear y buscad a quien aún no está con nosotros. Complicarnos la vida nace de haber sido ungidos»


El arzobispo de Madrid ha celebrado este Martes Santo por la mañana la tradicional Misa Crismal con su presbiterio, en la que «se consagra el Santo Crisma y bendice los demás óleos», manifestando así la «comunión de los presbíteros con el propio obispo» (OGMR, 203).
En su homilía, el cardenal Osoro les ha recordado que han sido «ungidos» y que tienen que dar gloria a Jesucristo abriéndole la puerta a Él y así a todos los hombres, «a todos los que Él ama, tal y como nos decía el Evangelio: a los pobres, a los descarriados, a los pecadores... Toda persona, sea quien sea, es un hijo de Dios». Al hacerlo se cierra a «ídolos» como «el halago fácil, la gloria mundana, las concupiscencias, el poder, la riqueza, la crítica fácil y destructiva de personas, con la división que engendra y que no da a conocer los pensamientos de Dios, sino los nuestros», amenazando «la comunión y la unidad».
«Hermanos sacerdotes –ha abundado–, abrid las puertas al Señor. No se las cerréis. Abrid las puertas de vuestro corazón y las puertas de las iglesias. [...] Salid a pastorear y buscad a quien aún no está con nosotros. Complicarnos la vida nace de haber sido ungidos. [...] El ministerio nos debe alejar de toda indiferencia, de cualquier comodidad o interés personal para así estar al servicio de nuestro pueblo. Somos enviados a servir, y a servir con coraje. Y para ello es necesaria la vida de comunión con Cristo, cultivada, vivida».
Hacer un «trasplante de mente»
El purpurado ha invitado a los numerosos sacerdotes congregados en la catedral de Santa María la Real de la Almudena a hacer un «trasplante de mente» y pensar como Jesucristo. Las claves para hacerlo son: «ser imagen del Buen Pastor», «vivir una entrega apasionada», y «estar siempre al servicio de los hombres, llenos de misericordia».
Según ha explicado, deben estar «enamorados de Cristo», ya que «solamente un sacerdote así puede renovar la comunidad cristiana». «El Buen Pastor es imagen del Padre que va en búsqueda de todos sus hijos. [...] El Espíritu y la unción que hemos recibido nos convierten en personas generosas y creativas, felices en el anuncio y en el servicio misionero. Nos vuelven comprometidos con la realidad que día a día nos reclama, y nos hacen capaces de encontrar significado a todo lo que nos toque hacer por la Iglesia y por el mundo. Tenemos un don, se nos ha regalado por gracia un don. No somos gestores. Quién vive el ministerio como gestor, cae en el funcionalismo. Ser imagen del Buen Pastor, nos lleva a vivir una espiritualidad centrada en la escucha de la Palabra de Dios, en la celebración diaria de la Eucaristía. La Eucaristía tiene que ser mi vida, y mi vida, una Eucaristía prolongada todo el día. Asumir el mandamiento del amor como estilo de vida del propio Jesús, con compasión entrañable ante el dolor humano, ante los pobres, con un espíritu de servicio hasta el don de la vida: tu vida, tu tiempo, todo para ser misionero, de tal manera que la plenitud de la vida afectiva tenga su expresión en la caridad pastoral», ha desgranado.
Al estar «configurados con el corazón del Buen Pastor» –ha subrayado– los sacerdotes vivirán «al servicio de la vida y, por ello, atentos a las necesidades de los más pobres, comprometidos en la defensa de los más débiles y promoviendo la cultura del encuentro, del diálogo y de la solidaridad»; así como «con misericordia, experimentada por cada uno de nosotros en la celebración del sacramento de la penitencia, y disponibles siempre para celebrar el sacramento de la reconciliación, que en definitiva es volverse cercanos».
Archimadrid

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