El Papa Francisco posee un pequeño icono ucraniano de la Señora de la Ternura, de gran tradición entre los ucranianos, «que conservo con especial veneración. Le rezo todos los días».
Así lo afirmó ante seminaristas y sacerdotes del Pontificio Colegio Ucraniano de Roma, a los cuales recibió en audiencia con motivo de los 85 años de su construcción impulsada por el Papa Pio XI.
El Santo Padre explicó que el icono fue un regalo del Arzobispo Mayor de la Iglesia greco-católica ucraniana «cuando estábamos en Buenos Aires. Cuando vine aquí, a Roma, pedí que me lo trajeran».
En su discurso, Francisco invitó a los sacerdotes y seminaristas a abrirse al Evangelio, a poner la mirada en horizonte amplios para convertirse en «verdaderos pastores de su comunidad», y contribuir así a la paz y a la justicia en Ucrania, afectada por la guerra desde hace años, donde deberán regresar tras finalizar sus estudios.
El Santo Padre se refirió al origen del Colegio, que se construyó para «proporcionar a los fieles provenientes de zonas de sufrimiento o persecución un lugar en Roma donde sentirse como hijos amados y vivir en una casa en la que puedan crecer preparándose para la misión apostólica como diáconos y sacerdotes».
Francisco recordó cómo «en los últimos años de su pontificado, Pío XI debió afrontar muchos desafíos, a pesar de lo cual siempre llevó su voz con fortaleza en la defensa de la fe, de la libertad de la Iglesia y de la dignidad trascendente de toda persona humana».
«Condenó con claridad, mediante discursos y cartas, las ideologías ateas e inhumanas que ensangrentaron el siglo XX. Del mismo modo, indicó a la Iglesia el camino maestro del Evangelio, poniéndolo en práctica en la búsqueda de la justicia social, dimensión imprescindible para el rescate plenamente humano de los pueblos y de las naciones».
En este punto, aprovechó para dirigirse a los sacerdotes presentes e invitarles a «estudiar la Doctrina social de la Iglesia y mantener el discernimiento y el juicio sobre la realidad social en la cual estarán llamados a trabajar».
«También en nuestros días el mundo está herido por las guerras y la violencia. En particular, en vuestra querida nación ucraniana, de la cual proceden y a la cual regresarán tras finalizar vuestros estudios en Roma, se experimenta el drama de la guerra que generan grandes sufrimientos, sufrimientos que, sobre todo en las zonas afectadas por el conflicto, se agravarán con la llegada del invierno».
En Ucrania, señaló Francisco, «es fuerte la aspiración de justicia y paz que ponga fin a toda forma de prevaricación, corrupción social o política de las cuales los pobres son siempre los principales perjudicados».
A los sacerdotes y seminaristas les recordó que «amando y anunciando la Palabra se convertirán en verdaderos pastores de la comunidad que se os ha confiado, y esa será la lámpara que ilumine vuestro corazón y vuestra casa».
«Desde la colina del Gianicolo, donde se encuentra el Colegio, podéis disfrutar de un bellísimo panorama de Roma, y tal vez, hace unos días, pudisteis contemplar el arcoíris tras el temporal, cuando el sol atravesaba las nubes más espesas. De ese modo os invito a actuar, de modo que vuestro corazón se abra siempre hacia horizontes más amplios hasta abarcar el mundo entero, por donde muchos hijos e hijas de Ucrania se han esparcido en el transcurso de los siglos».
«Amen y custodien sus tradiciones, pero siempre evitando toda forma de sectarismo –exhortó–. Custodien siempre, en vuestro país y fuera, el sueño de la Alianza entre Dios y la humanidad, los puentes que, como el arco de luces sobre las nubes, reconcilien el cielo con la tierra y reclamen a los hombres que no paren nunca de aprender a amarse y a respetarse, abandonando las armas, las guerras y toda forma de abusos», concluyó.
ACI
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